Prólogo.

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Observó por completo el lugar vacío mientras bostezaba. Era obvio que a esa hora no habría nadie allí, todos estaban en clase menos él, por lo que ese hecho no lo sorprendía. Sus pasos resonaron por el pulcro piso de la cancha de baloncesto, estaba ahí porque decidió saltarse la insoportable clase de Física; no aguantaba al profesor y mucho menos la materia, por lo que no iba a gastar su tiempo en eso. De todas maneras, tampoco lo necesitaba. Sorprendentemente mantenía un promedio de buenas notas, así que faltar a una clase no le iba a afectar en lo absoluto.

Dejó escapar un suspiro al estar parado en todo el medio de la cancha y buscó con la mirada algún balón, pero no se veía ninguno a simple vista. Giró sobre sí mismo un par de veces hasta dar con la puerta que se encontraba a algunos metros, al lado de las gradas. Posiblemente ahí estarían guardados los balones.

Caminó tranquilamente hasta la puerta con las manos en los bolsillos, la verdad es que no estaba nervioso, no tenía la angustia de si lo encontraban fuera en horario de clases ya que sabía que ningún supervisor estaría por los pasillos en ese momento, solían dar dos paseos por los corredores con un lapso de 15 minutos entre cada uno y eso ya había pasado, por lo que no se preocupaba de que llegara alguien. Agarró el pomo de la puerta con su mano izquierda e intentó girarlo pero este no cedió, estaba cerrado con llave. Rodó los ojos con una mueca, no era exactamente un problema para él, pero aún así era un poco fastidioso. Metió la mano en su bolsillo, sacando un pequeño clip que siempre cargaba consigo, lo abrió y lo insertó en la cerradura, solo bastó con moverlo un poco para que la puerta se abriera.

Probablemente parecía un vándalo en ese instante, pero nadie lo estaba viendo y tampoco le importaba. Abrió la puerta y entró al pequeño cuarto, mirando todo lo que había dentro (tampoco habían muchas cosas); varios balones de baloncesto y también de voleibol, una escoba y trapeador al igual que desinfectante, tal vez para cuando hubiera que limpiar el lugar, la red de voleibol, étc... Cabía la posibilidad de que hubiesen más cosas de las que miraba a simple vista, pero no se detuvo a observar más de lo necesario. Tomó uno de los balones y salió del cuarto, cerrando de nuevo la puerta. Anduvo, rebotando la pelota contra el suelo, hasta el centro de la cancha otra vez.

Se fijó por unos segundos en el cesto al frente suyo y sin más lanzó el balón, encestando sin esfuerzo. No era necesario admitir que era bueno en el baloncesto, lo practicaba desde pequeño y era su deporte favorito, así que se le daba muy bien. El entrenador del equipo de baloncesto varias veces le había pedido que se uniera al grupo pero siempre rechazó la oferta, le gustaba pero no tenía ganas de pertenecer a un equipo, ya que la gente no le agradaba y para socializar era un asco.

Volvió a lanzar el balón, esta vez a una distancia más lejana. Estar solo ahí se sentía bien, sin que nadie perturbara el silencio más que el sonido del balón rebotando, y aunque le hubiese gustado que sus amigos estuviesen allí también, la calma le agradaba. Se sentía en paz en el lugar vacío, le fastidiaba el bullicio de la gente así que el silencio era su opción favorita. Hizo rebotar el balón contra el piso un par de veces cuando lo tuvo de vuelta en sus manos, y lo tiró descuidadamente desde donde estaba parado (al lado izquierdo del cesto), causando que la pelota siguiera de largo, escapando por unos segundos de su vista. Suspiró pesadamente, no quería tener que ir a buscarla, así que se quedó mirando por donde el balón había ido esperando que de alguna manera volviera solo.

¿A quién iba a engañar? Tendría que buscarlo sí o sí, pero ya no tenía ganas de hacerlo. Se encogió de hombros y giró sobre sus talones para caminar hasta las gradas y subirlas, se sentó en la tercera fila de abajo hacia arriba y cruzó las piernas. No le quedaba más que simplemente observar hasta el rincón más alejado de la cancha o pensar en cualquier cosa. Su teléfono se le había olvidado en la mesita de noche en su cuarto esa mañana y se maldecía por eso, en ese momento estaría enviándole un mensaje a alguno de sus amigos por aburrimiento, pero no podía. Cruzó también sus brazos y miró el techo, en busca de algo con que entretenerse.

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