Habían muchas cosas que le gustaban a Selina Kyle, aunque su amor se decantaba más por las piedras brillantes y la cercanía al peligro.
La noche era el cobijo de la mujer felina, se lograba escabullir con facilidad entre callejones, pero eran los tejados su sitio predilecto, a la luz de la luna amparada solo por sus instintos. Hace mucho tiempo había dejado de robar por mero egoísmo, ahora lo hacía por una causa más... Humanitaria.
Esa noche le había llevado a una casa de subastas del mercado negro, los más exóticos objetos eran vendidos, joyas que se decían malditas, cuadros robados hacia siglos y... Niñas. Estuvo semanas tras la pista de esa casa de subastas, primero eran desapariciones de niñas callejeras, pobres almas que no tenían nada más que la vida, nadie las echaba en falta, a nadie les importaba.
Selina fue parte de esas personas por mucho tiempo y a ella si le importaba, aunque las autoridades nunca hicieran nada por las personas de bajos o nulos recursos, ella quería hacer una diferencia. Le llegaron rumores primero de las prostitutas, después de personas sin techo, hablaban de hombres que se llevaban a esas niñas, a los policías no les interesaba, no ganaban nada con eso.
Llego al sitio despues de seducir a la persona con la lista de invitados, unas copas, un guiño, un beso y estaba adentro. Ropa oscura y elegante, se debía usar una máscara para evitar cualquier eventualidad, la reunión era en una mansión. Algo clásico para esas reuniones, las mansiones en Gotham solían tener muy buena construcción y salidas de emergencia.
Su ropa era un elegante vestido negro escotado dejando ver gran parte de sus senos redondos y perfectos, con una abertura desde el tobillo hasta el mulso en su pierna izquierda, la máscara de forma felina era igual de oscura pero con incrustaciones de piedras preciosas alrededor, los ojos eran verdes transparentes para poder observar a su alrededor, no deseaba sostener la máscara por lo tanto se encajaba en su rostro y se atada detrás de su cabeza, por supuesto no podía faltar una cartera negra con diamantes donde se encontraba su látigo, esa noche no podría usar su traje, por ello se había decantado por unos tacones de aguja gruesa, necesitaría estabilidad. Alquilo una limusina bajo uno de sus tantos seudónimos, su entrada no podía ser más digna.
Con una copa de champagne y su máscara firmemente en su rostro, Selina se apeó de la limusina frente a una inmensa mansión a las afueras de la ciudad, era muy inteligente disfrazar esas reuniones bajo el concepto de fiestas de alta sociedad, lo único inteligente.
– Bienvenida Señorita Lyana – Un hombre alto y fornido le daba la bienvenida.
Ella le miro detrás de sus ojos verdes felinos divertida, se suponía que era un hombre para intimidar a los posibles fraudes, pero mientras más grande era más fuerte era la caída.
– Gracias – dijo como un ronroneo – Podéis observar, pero no toca. – Agrego juguetona al ver al hombre mirando sin ningún escrúpulo su pecho.
Siguió por el vestíbulo mirando todo de reojo, no había nada que indicara de quien era la mansión. Había una cantidad grande de guardias, algunos en puertas y otros de guardaespaldas, una escalera por extraña razón estaba vacía de hombres, la pelinegra aprovecho la oportunidad para subir, pero no había terminado de llegar al siguiente piso cuando fue interceptada por un hombre con más o menos cinco guardas. El hombre tenía una máscara de zorro que sonreía con astucia, no le gusto.
– La subasta no es por aquí – Gruño uno de sus gorilas
– Oh, mis disculpas. Me he perdido en la inmensidad de la mansión ¿Me podría usted guiar? – Dijo con un tono meloso.
El hombre-zorro se quedó allí solo observando y luego se acercó a ella.
– Por supuesto, bella dama. – Extendió su brazo, ella esperando unos segundos tomo el brazo del extraño.
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Una mascara y un látigo.
ActionNadie vela por los hijos de la calle, alguien tiene que hacerlo, ella lo hará... Con algunas joyas como recompensa. One Shot.