cincuenta y seis.

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Harry pasó las manos por su rostro y se sintió peor de lo que debería. Dejó reposar su cabeza en la almohada después de un largo de día de trabajo.

Había borrado el número de Giselle de su celular pero sabía que aunque un número desconocido les estuviera enviando mensajes esos tres días luego de haber roto, tendría que ser ella.

Alzó las manos y se tocó delicadamente debajo de los ojos, sus ojos rojos y cansados parecían gritarle que vuelva con Giselle pero él no podía. Harry no podía hacerle más de daño de lo que ya le había hecho o del que él creía que había hecho.

Las pequeñas lágrimas empezaron a salir de nuevo y se sintió tan impotente de no poder controlarlas pero le era imposible no extrañarla o no estar a cada momento tecleando mensajes románticos en su celular.

Howard, su nuevo compañero de trabajo, le había dicho que parecía un maricón por estar llorando y lo peor era que sus lágrimas eran causadas por una niñita. Su compañero, no tenía la mínima idea de lo que era enamorarse.

Harry se limpió la nariz con el dorso de la mano y se levantó de su cama. De repente, se le había quitado el sueño.

Sentía que quería olvidarlo todo de una vez, que quería emborracharse como el joven que era pero no lo haría porque su mente seguía pensando en ella.

De pronto, la curiosidad lo embargó por completo. Agarró su celular con las manos temblorosas y los ojos aún acuosos, y abrió WhatsApp.

Los mensajes de la desconocida más conocida estaban allí.

¿Harry? ¿Podrías al menos decirme que he hecho?

Llamadas perdidas de ese número también marcaban el celular. Harry deseó hablarle y deseó decirle que nada era su culpa, que la culpa la tenía él.

Está bien, te entiendo. Voy a irme. No te molestaré más, lo siento. Te amo.

<<No, no, no>> Harry pensó.

No quería que dejara de enviarle mensajes, ni tampoco que lo dejara de llamar. Él la quería ahora. Sonaba egoísta pero él quería que siga pidiéndole que regresara con ella por el simple hecho de que si Giselle se iba, probablemente seguiría con su vida, con otros chicos mucho mejor que él y se olvidaría de que alguna vez tuvo a alguien que la amó demasiado.

Harry se recostó nuevamente con la mano en su pecho, respirando pesadamente. Sus ojos volvieron a aguarse cuando recordó lo ocurrido hace tan solamente cinco días.

Él en una discoteca llevado a rastras por sus amigos pero Giselle justamente no podía estar con Harry ya que su padre estaba con ella.

Un amigo nuevo de Harry, le dio mucho para beber pero él no aceptó y el otro, no insistió.

En lo menos esperado, una borracha juntó sus labios con los de Harry. Harry claramente, la empujó sin importarle lastimarla. A pesar de aquello, él se siguió sintiendo con la culpa y el comportamiento de Giselle parecía cada vez más seco. Harry pensó con mucho dolor que ella estaba dejando de enamorarse, sus días parecían interminables de sólo pensar eso. Quería llorar por no poder preguntarle si lo seguía amando y que no lo haga por el miedo a que ella le responda que no. Aunque Giselle sí le decía a Harry que lo amaba, todo para él se sentía tan incorrecto y ahora en el trabajo su jefe estaba por despedirlo, tenía deudas y en resumen, su vida se estaba yendo al caño.

Su rumbo al trabajo fue la misma rutina de los mismos cinco días. Sentirse cansado aunque sólo la haya pasado derrumbado en la cama, las ojeras más grandes cada día y el rostro pálido le hacía ver peor que un vampiro.

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