epílogo✉

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No quiten la historia de su librería para avisarles cuando subiré el OS de sobre la mudanza de Harry y Giselle. Espero que les guste, las amo muchísimo y realmente quisiera que lean el OS Tengan una buena noche o un buen día.

 

Un año antes.

—¡Harry! ¡Vuelve acá, maldito engendro! —Lorraine le gritó enfadada.

Harry Styles rió de forma graciosa y entrecortada mientras corría de vuelta hacia su casa. Quizá que su tía viviera a cuatro cuadras más allá de su casa, era muy divertido.

Las calles estaban mojadas por la lluvia que había caído esa mañana pero el sol ya estaba saliendo en Londres. La madre de Harry le esperaba en la puerta con los ojos entrecerradas. Harry paró en seco al verla. Claramente, eso no se lo esperaba.

—Tu tía me llamó—le informó, furiosa.

Joder. ¿Cómo la había llamado tan rápido? Bueno, las cuatro cuadras tampoco eran tan pequeñas.

—Uh, ¿ah, sí? ¿Qué te dijo? —nervioso preguntó.

—Que volviste a tirarle huevos a su auto. ¿Sabes que su Volkswagen es hermoso, cierto? No vuelvas a hacer aquello—lo regañó su madre golpeándole la cabeza.

Harry soltó varias carcajadas entrando a la casa.

—Lo siento, mamá—se disculpó sin una pizca de arrepentimiento.

Él empezó a trotar por las escaleras para ir a su habitación. Se pasó las manos a través del cabello, arreglando el desorden que su madre había causado por los golpes.

Tanteó en su bolsillo para encontrar su celular. Al encontrarlo, abrió la puerta de su habitación mientras revisaba sus mensajes.

Nora Wallace.

¡Te odio!, ¿cómo pudiste dejarme plantada?

Harry abrió sus ojos ampliamente al ver ese mensaje.

¿Qué demonios? ¡Se había olvidado de su cita con Nora! Ella lo odiaría pero en ningún momento a Harry le gustó la castaña.

Lo siento, Wallace. Será otro día.

Enseguida, el mensaje en respuesta apareció.

¿Otro día? Púdrete, Styles.

Él se encogió de hombros y miró su habitación detenidamente; Posters de bandas viejas, abrigos regados por todos los lados al igual que sus calzoncillos sucios, varias cajetas de películas echadas encima del televisor pequeño.

Se echó a su cama sin tender y pensó en que si su madre entrara, lo regañaría el triple al ver su desarreglada habitación.

—¡Harry! —escuchó el grito de madre desde abajo.

Se sobresaltó y se apoyó en sus codos.

—¿Qué?

—¡¿Por qué dejaste a Seth donde tu tía?! —le reclamó.

—Lo siento, madre—repitió por segunda vez en el día.

—¿Lo siento? No sé cómo ese chico te soporta.

Los pasos de su mamá empezaron a resonar por la casa. Harry se levantó, asustado y con un poco de pánico a la vez.

Antes de que su madre entrara a su habitación, cerró la puerta tras sí torpemente y se encontró con la señora de cabello café a punto de entrar en su cueva.

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