Prelude. La orden del rey

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El silencio se instauraba pesado sobre cada uno de los presentes. La reina asintió a una mirada inquisitiva de su marido, quien tras un poco más de silencio reflexivo, miró al hombre de composición robusta y rostro adusto, que miraba sereno en espera de la decisión tras las opiniones de los nobles que conformaban el consejo.

—Como Rigsmarsk, y encargado de mi ejército, se te confiere resolver este asunto como acomoden las circunstancias, y bajo tu mayor discreción —dictó el rey, con su voz ronca envolviendo a cada miembro de esa reunión, y resonando con su imposición.

La reina asiente con solemnidad a la decisión que ella misma sugirió hace días con comentarios más sutiles.

—Con la estima que te profesamos, ve con nuestros mejores deseos a sosegar este asunto en la inmediatez, y es pues, nuestra voluntad que tengas la libertad de decidir cómo solventarlo —agregó la reina escuchando el silencio de la corte que se dispersaba en dos filas a cada lado del hombre frente a los monarcas—. Ve entonces con los soldados que dispongas, Magnus Køhler.

El hombre que estaba en la plenitud de su fuerza a pesar de ya estar pasando su cuarta década de vida, se levantó. Y con ojos azules profundos en un rostro pétreo cubierto de barba, este saludo con todo respeto a sus reyes, marchándose con brío a su misión.

La Unión de Kalmar, que solidifico el poder de Dinamarca, Noruega y Suecia principalmente, había representado la realización de muchas aspiraciones de siglos de unificar como un solo territorio a todas las naciones de la región nórdica. Sin embargo, con el pasar de los años, no se presentaran las circunstancias para que Suecia y Noruega actuaran como iguales ante el creciente poder del reino danés.

La acumulación de poder e influencia agitó inmediatamente a los nobles suecos, llegando al punto de barones, y algunos condes, a levantarse en armas. Hasta el momento, aquellos conflictos fueron siendo solventados con las décadas, aunque siempre volvía a aparecer algún revuelo, especialmente en territorios pequeños.

El que cayera todo el poder en una sola persona, era, pues, sumamente ofensivo y peligroso para los demás regentes de la unión.

Magnus, hasta el momento, había tenido más que intervenir un par de veces, y únicamente en los más delicados. No obstante, en esa ocasión, quien se levantó era un conde de antiguo linaje, complicando aún más con el hecho de que las tierras de éste se extendían buena parte por la frontera con Dinamarca, bloqueando la comunicación.

Aunque su mente estaba un poco distraída con la tragedia acaecida en su morada, tierras algo lejanas de lugar de residencia de sus reyes. Con el deber y fidelidad a la corona en mente, se preparó sin tardanza a lidiar con el levantamiento.

Pocos supieron de los detalles de esa revuelta, o del paradero del conde posterior a la llegada del Rigsmarsk del rey. Todavía menos se supo de la próspera villa tras la revuelta.

Los rumores indicaron que la revuelta se extinguió rápidamente con un terrible precio. Aunque el Rigsmarsk lo manejo con tal discreción y dureza que pocos de los sobrevivientes osaron a hablar de lo que presenciaron.

Aunque hubo algo que se perdió, alguien que desapareció, en esa villa; esa persona marcaría el destino de uno de los hijos que tendría el tan venerado Rigsmarsk

Magnus regresó sin que su carácter fuera perturbado, aunque muchos de los soldados mostraban la pesadez de actos imperdonables cometidos.

Los monarcas daneses recibieron el reporte con fría sorpresa, y felicitaron al hombre por haber resuelto el conflicto de forma tan determinante, tan cruel, que predecían un tiempo de paz en los años siguientes ante el ejemplo de lo que podría pasar apenas decidieran desafiar las jerarquías instauradas en la Unión.

—Es sin duda alguna, nuestro deber reconocer tu labor una vez más, y ofrecer con regocijo tierras próximas a las tuyas para que estén bajo tu acertado cuidado —dijo la reina con una sonrisa cuando finalmente el consejo se fue tras escuchar los resultados.

—Amigo mío, queda preguntar, ¿necesitas algo de nosotros? —cuestionó el rey acercándose a Magnus, que conocía desde que tomó el trono.

El monarca miró con esa inteligencia mal disimulada a los ojos claros del otro. Magnus no se inmutó, estaba consciente de que todos los detalles de la intervención en la villa llegaron al rey, aunque no todos de sus labios, probablemente del consejero, aquel Rigshofmesterembedet que tanta aversión le tenía por su posición.

—No, agradezco su tan admirable gentileza, su majestad —respondió—. Y cómo sabrá, mi esposa falleció hace unos años, es imprescindible que regrese a atender mis tierras; mi hijo aun es un infante para poder tomar el la responsabilidad.

—¡Ah, que terrible! —exclamó la reina al recordar a la fallecida señora del Marks del reino. Su marido asintió con tristeza.

—Entonces regresa a tu hogar amigo mío. ¿Cuántos años es que tiene tu hijo? ¿Y cuál era su nombre, si fueras tan amable de recordármelo? Me gustaría un día nos visitará quien pudiera tomar tu lugar —El Monarca se alejó de Magnus hacia donde estaba su esposa.

—Mathias. Mi hijo está ya cerca de cumplir cuatro; y es uno de mis propósitos le conozca algún día —respondió Magnus más tranquilo ahora que el rey no escudriñaba como hacía siempre con todo aquel al que le encomendaba una tarea.

—¡Sin duda será un espléndido hombre! Es pues, apremiante que regreses —agregó el monarca, dejándolo retirarse.

A unas horas en caballo, lejos del bullicio de las áreas más pobladas, rodeado de bosques tan viejos como la tierra misma, se alzaba con solemnidad las tierras regidas por generaciones de Rigsmarsk, como por los altos nobles, o Jarls.

Esa tierra estaba controlada por un castillo de piedra cerca de las más frías costas; el lugar era conocido por su impredecible clima, sus fieros cielos y aguas que recibían el paisaje de quien se acercara a la antiquísima casa, a pesar de la prosperidad de las tierras, las tormentas parecían ser fieles compañeras durante ciertas temporadas.

Y es pues, por esas razones, (como por tragedias olvidadas, como venideras), que se conferirá a ese tan noble castillo el nombre que recorrería su historia.

Algunos, (los que más penas llevaron), lo llamarían como La Casa de las Tormentas.

La casa de las tormentas [Hetalia] [DenSu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora