Al terminar las clases, todos regresaron a sus casas riendo y haciendo mucho ruido como siempre. Bruno siguió de cerca a Enzo en el corto trayecto de la universidad a sus casas que para fortuna de ambos estaban a tan solo a cuatro calles de distancia. Cuando por fin se quedaron solos, se acercó para cerciorarse de que su amigo estuviera bien y, sobre todo, verificar que no estuviera enojado con él.
— ¿Harás algo por la tarde? —Preguntó abrazando por los hombros a su delgado amigo.
—Sí —respondió Enzo con una media sonrisa—, los chicos del círculo de lectura vendrán a mi casa y...
— ¿Tomarán el té en tu refinada vajilla italiana? —Interrumpió con burla levantando el meñique de su mano libre a modo de broma.
—Sí, Brutus —respondió su amigo abrazándolo por la cintura—. Beberemos té de anís acompañado de cannolis mientras hablamos del existencialismo desde el punto de vista filosófico con el firme objetivo de descubrir de una buena vez por todas, el significado de la vida. Y si corremos con suerte, descifraremos lo que sea que representa el amor en estos tiempos de desapego emocional.
Bruno ignoró toda la palabrería rara enfocándose en dos puntos claves "el amor" y "el desapego emocional". Miró a su amigo con atención quien mantenía la mirada fija en el piso, cuando ese chico se ponía filosófico y analítico solo quería decir una cosa: sentía un gran vacío en su corazón.
Muchas imágenes vinieron a su cabeza, recordó que Enzo venía de una familia italiana que había llegado al país gracias a una gran necesidad de libertad por parte de los padres. La familia de su amigo era muy grande y unida, aunque de cierta forma, incómoda pues todos los tíos, primos y abuelos estaban enterados de cada detalle de todos los miembros de su familia, algo que a los padres de Enzo no les gustaba. Y aunque ellos parecieran despegados de su familia en Italia, mantenían vivas muchas costumbres. Ellos tres eran muy amorosos entre sí, aunque a veces parecían dejar de lado a Enzo pues los padres eran terriblemente románticos y pasionales.
Bruno sabía que su amigo deseaba tener algo similar a la relación de sus padres, aunque desde su punto de vista era algo difícil tomando en cuenta su edad y las propias costumbres del país. Si eran realistas, a Enzo le costaría mucho trabajo conseguir una mujer que le brindara lo que se veía reflejado en su familia: un compromiso serio y emocionalmente sano.
Una suave risa proveniente de Enzo y el agarre fuerte en su cintura lo obligó a frenarse.
— ¿De nuevo te perdiste en tus pensamientos? —Preguntó Enzo mirándolo con diversión. Dio una rápida mirada a su entorno dándose cuenta de que en algún momento habían llegado a la casa de su amigo— No te preocupes, estoy bien.
—No, no lo estás —aseguró abrazándolo por completo—. No hablas de existencialismos y cosas extrañas, en realidad te sientes solo y sabes que no me gusta que estés así.
Un suspiro cálido acarició la tela de su camiseta.
—Solo son cortos momentos —susurró Enzo abrazándolo con mayor fuerza y él comenzó a acariciar un costado de su amigo al no poder acceder a su espalda por la mochila que llevaba—, mañana estaré mejor.
— ¿Por qué no entras un momento a mi casa? —Sugirió apoyando los labios sobre el cabello de su amigo— Podemos entrar a nuestra casa del árbol hasta que te sientas mejor.
Enzo rio de nuevo apoyando todo el peso en su cuerpo, algo que no le incomodaba pues ese chico era como una suave pluma para él.
—No puedo, de verdad —se resistió su amigo—. El club de lectura no tardará en llegar y si entramos a la casa del árbol no querré salir de ella.
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No homo, pero te amo
RomantikEnzo, joven, recatado con excelentes buenos modales y una educación muy alta, su pasatiempo favorito es dirigir un grupo de lectura para discutir temas profundos. Bruno, su mejor amigo, es todo lo contrario a él. Chico grande, ruidoso, travieso, pas...