1. Un pequeño accidente

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Enzo estaba en el salón de clases ignorando por completo el gran escándalo de sus compañeros de universidad sumergido en sus pensamientos, que no pudo evitar sobresaltarse cuando la voz de Damián lo regresó a la realidad.

— ¿De nuevo soñando despierto? —Preguntó una voz divertida logrando un resoplido por parte de Enzo.

—Solo estaba analizando la vida —respondió antes de dar un gran bostezo.

Enzo dio un rápido vistazo a su clase, la cual, estaba alborotada pues la profesora aún no llegaba y la mayoría se encontraban de pie haciendo mucho ruido. Miró de nuevo al frente dándose cuenta de que en todo momento había estado observando a Bruno, quien estaba riendo a carcajadas mientras sus amigos le mostraban un par de pelotas pequeñas de plástico con dibujos en ellas.

—Se nota —volvió a hablar Damián—, debe ser interesante analizar por qué "tu vida" es tan estúpido.

Enzo sonrió al mirar a Damián.

—No es estúpido —sonrió más amplio al verlo reír en respuesta—, solo es... un poco distraído.

— ¡Enzo piensa rápido!

Apenas estaba volteando para mirar a Bruno de nuevo cuando algo impactó en su cara causándole un gran dolor en la nariz.

— ¡Brutus! —Reprendió a su amigo sobándose el golpe.

— ¡Mis penes golpearon tu cara! —Bruno se carcajeaba ganando muchas más risas y al agachar la mirada se dio cuenta de que le había lanzado una de las pelotas con dibujos de penes en ella.

—Idiota —se quejó porque a veces Bruno podía llegar a ser grotesco con sus bromas.

Retiró sus manos y vio que había una pequeña mancha de sangre.

— ¿Enzo? —Escuchó a Bruno preguntar antes de que hilos de sangre comenzaran a brotar de su nariz.

De inmediato los compañeros que estaban alrededor se amontonaron en su lugar para darle recomendaciones y cortar la pequeña hemorragia.

— ¡Tapa tu nariz! —Exclamaba Damián desesperado extendiéndole pedazos de papel higiénico.

— ¡No! —Contradijo Bruno acercándose a toda prisa para tomar con ambas manos su cabeza— ¡Levanta la cara para que pare!

Enzo hizo lo que Bruno dijo y casi se ahoga con su propia sangre.

— ¡Llévalo a la enfermería, Bruno! —Gritaba otra de sus amigas.

— ¡Basta! —Logró hablar arrebatándole el papel a Damián y lo colocó en su nariz sangrante— Ahora, acompáñame a enjuagarme, idiota.

Enzo se puso de pie y de inmediato todos se apartaron. Bruno comenzó a dirigirse hacia la salida y él solo lo siguió enfocándose en limpiarse la sangre, aunque casi al salir tropezó con el escalón cayendo sobre la ancha espalda de su amigo. Al enderezarse no pudo evitar quejarse porque se había lastimado la nariz por segunda vez, Bruno volteó a verlo y su expresión le hubiera causado risa si no estuviera sangrando pues su amigo se veía muy preocupado.

— ¿Qué pasa? —Preguntó ansioso Bruno tomándolo de los hombros para sacudirlo un poco— Tus ojos están húmedos como si... como si quisieras llorar.

— ¿Cómo no voy a querer llorar? —Se quejó apartando una de sus manos— Por tu culpa tropecé, por tu culpa me estoy volviendo un mentecato, me contagias tu estupidez.

Bruno sonrió de esa manera deslumbrante que ponía a suspirar a las chicas, le arrebató el papel higiénico y comenzó a limpiarlo con asombrosa suavidad.

—Tú siempre has sido estúpido, cariño —ese cretino hablaba con mucho afecto, casi con devoción, como si él fuera su tesoro más preciado—. Solo que estando con tus amistades tan elegantes y perfectas pretendes no serlo, pero así naciste, estúpido y apuesto.

Un coro de bullas y risas resonaron en el salón mientras algunos más gritaban pidiendo que se besaran.

— ¿Podemos ir a los lavabos? —Habló con fastidio.

—Ya no estás sangrando —dijo Bruno apartando sus manos.

Enzo pasó el dorso de su mano bajo su nariz dándose cuenta de que era cierto, aunque todavía podía percibir el sabor metálico de la sangre.

—Tengo que limpiarme, la sangre se está secando.

—Delicada flor de la pradera —reclamó Bruno tirando el papel al cesto de basura—, un poco de suciedad no va a matarte.

Enzo entornó los ojos y salió del salón escuchando un coro decepcionado porque nunca podían convencerlos de que se besaran. No estaban muy retirados de los baños, así que en cuanto llegó, se agachó en los lavabos para enjuagar su cara. Cuando se enderezó para secarse y asegurarse de que no seguía sangrando, vio a Bruno acercarse a toda prisa mirándolo con seriedad.

—Lo siento —se apresuró a decir su amigo antes de extenderle más papel sanitario.

—Olvídalo —espetó arrebatándoselo para secarse la cara.

—Estás molesto —adivinó su amigo sin perder seriedad—, de verdad lo siento, pero tus reflejos son tan malos y tu nariz refinada es tan delicada. A pesar de ser todo un hombre sigues siendo una pequeña princesa sensible.

—Brutus —volvió a ofenderlo poniendo atención a su propio semblante en el espejo para verificar que ninguna mancha oscureciera su blanca piel.

—Menso —lo vio sonreír en el reflejo.

Los dos rieron por lo bajo pues ambos apodos eran un juego de palabras de sus propios nombres.

Sí, definitivamente se volvía estúpido cuando estaba su lado.

—Entonces, ¿me perdonas? —Insistió Bruno abrazándolo por la cintura y apoyó esa ridícula carita de cachorro sobre su hombro sin quitarle la suplicante mirada de encima.

— ¿Tengo otra opción? —Preguntó cruzándose de brazos.

—Sí —dijo Bruno con determinación y la respuesta cortante de su amigo le sorprendió—, me perdonas o te beso.

Enzo se carcajeó.

—Qué asco me das —se quejó antes de que su amigo se apartara y tirara de él para cargarlo por la cintura llevándolo sobre los hombros como un costal de papas.

—Entonces, si prefieres el beso —habló su amigo caminando de regreso al salón—, es mejor que lo hagamos frente al grupo, tenemos admiradores que se mueren por vernos dar el siguiente paso.

—Solo quieren obtener la primicia —logró hablar entre las risas—, nos tomarán la foto, la subirán a las redes sociales y arruinarán tu fachada de machote frente a tus miles de admiradoras.

—Me haré más popular —la soñadora voz de su amigo le causó otro ataque de risa—, ellos también mueren por ver un beso nuestro, seremos ricos.

—Serás rico —lo corrigió en el momento en que lo depositó en su asiento dentro del aula mientras todos los observaban expectantes—, es tú comunidad. La mía está aquí y no gano dinero con ella.

—Aun así, recuerda —Bruno se inclinó cerca hasta apoyarse en la paleta de su silla—. Lo mío es tuyo y lo tuyo es mío, así que no hay forma de que no comparta mi fortuna contigo.

Más risas y burlas resonaron en el salón.

—Como sea —se volvió a estirar en su asiento y se cruzó de brazos—, solo no vuelvas a lanzarme tus bolas por favor, nunca estaré listo para atraparlas.

Todos rieron al unísono y la bulla general se hizo fuerte, aunque enmudecieron rápidamente cuando Enzo levantó un dedo antes de hablar.

—Están olvidando algo...

—No homo —completó Bruno con una gran sonrisa ganando abucheos inconformes de sus amigos.

Entre las voces decepcionadas de los estudiantes, se escuchó la de la profesora quien se paraba fuera del salón indicando que tomaron sus asientos. El bullicio se fue apagando y Bruno se sentó a su lado, Enzo estaba listo para su clase y su amigo para intentar distraerlo con sus tonterías.

No homo, pero te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora