El comienzo del silencio

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SEGUNDO INTERLUDIO
El comienzo del silencio

El ocaso había caído hace rato, Applejack se fue un momento a la cocina para preparar algo de comer, mientras Spike ponía las manzanas recién cortadas en la bodega; fue una tarde muy larga de trabajo duro, donde ninguno de los dos dio tregua, sobre todo el pequeño dragón, que hizo hasta lo imposible para seguirle el paso a ella. Obviamente, Applejack sabía muy bien lo duro que podía ser el trabajo en la granja para alguien que jamás hizo ese tipo de labores, por lo cual lo dejó explayarse mientras preparaba un refrigerio para los dos.

Para cuando salió cargando la bandeja con botana y una buena bebida helada, Spike había terminado de ordenar todo, incluso de inventariarlo –costumbre aprendida de Twilight– así que la granjera le extendió un trapo sobre la cabeza, para que se limpiara el sudor, cosa que hizo mientras dejaba salir un largo respiro.

— ¿Cómo te fue con esas manzanas, caramelo? —le preguntó Applejack.

—Nada mal —él alzó el pulgar, sonriendo—. Misión cumplida, jefa.

Dando una ligera sonrisa, ella tomó una cucharada del helado que le trajo, para dársela directo en la boca; el dragón se sonrojó, pero lo dejó pasar, ignorando que se trataba de uno de los coqueteos de Applejack. Por supuesto, ella esperaba que no funcionara, por lo cual decidió seguir la corriente, sentándose con él a comer helado de fresas y galletas, acompañados de una limonada. Sí, se trataba de una combinación curiosa hasta cierto punto, pero había logrado adaptarse. El pequeño Spike –pequeño para ella– no dejaba de darle sorpresas.

— ¿Tienes algo que hacer mañana, Spike?

—Pues no, ¿por qué?

— ¡Fantástico! ¿Te gustaría venir conmigo a dejar este encargo? Prometo que no será tardado, pero realmente quisiera compañía.

—Oh, claro —aseguró él—. Tengo que decirle a Twilight primero, ¿está bien?

—Jeje, por supuesto.

Habían esperado el anochecer sentados en la pequeña mesita de jardín que Applejack puso días atrás para ocasiones como estas. El calor era demasiado como para comer adentro después de una tarde trabajando, sin embargo, se la pasaron hablando de cosas sin importancia, con algunos intervalos de silencio que llenaban con el sonido del vaso llenándose o las cucharas chocando en las copas de helado.

— ¿Te veré mañana temprano?

—Ajá, me iré a dormir en cuanto llegue, siento que me hará falta —Spike se estiró, haciendo sonar los huesos de su espalda para luego acercarse a ella—. Buenas noches, Applejack.

La granjera lo abrazó de forma cariñosa para darle un beso en la mejilla que él estuvo encantado de recibir y, aunque un poco cohibido, se atrevió a devolver.

—Gracias —dijo ella.

Mordiéndose el labio y sonrojándose un poco, Spike no dijo nada más mientras se retiraba, solo volteó atrás cuando salió de la granja. Applejack le sonreía, agitando su casco en señal de despedida. Un rato después, Apple Bloom llegó junto con la Abuela Smith, por suerte, habían cenado en casa del abuelo, así que ella se quedó afuera, viendo como poco a poco el cielo se iba cubriendo de estrellas; riendo de la ingenuidad de Spike, pero suspirando al hacerlo.

...

La entrega no fue sino un pequeño carrito cargado de manzanas, no muy grande al que usualmente traía Apple Bloom para transportar sus cosas de la granja al castillo de Twilight; la sorpresa de Spike fue el saber que Applejack no lo quería para trabajar, sino por simple compañía. Estaba haciendo mucho sol, por lo cual se detuvieron a la sombra de un gran árbol justo al lado del camino, y aprovecharon para almorzar un par de hamburguesas que Spike preparó para la ocasión.

— ¿Cómo vas con tu hechizo? —preguntó Applejack.

—Mejorando cada vez que lo intento —aseguró con una orgullosa sonrisa—. Ya logré comunicarme con Starlight Glimmer ahora que está fuera junto con Trixie, y también con Ember. Aunque a ella no le sale muy bien el mensaje de respuesta, solo me llegan pedazos de pergamino quemados.

Los dos terminaron por reírse ahí sentados, bebiendo los refrescos que compraron antes de salir del Valle Neblinoso, una pequeña comunidad al este de Ponyville, a dos horas de camino, ida y vuelta.

—Oye, Applejack, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro, ¿qué sucede?

— ¿Hay alguien especial en tu vida? Ya sabes, si alguien te gusta en el sentido romántico —dijo, ocultando su apenada mirada tras la hamburguesa que se estaba comiendo lentamente, ya que no estaba acostumbrado a hablar de cosas así—. Creo que jamás te lo he preguntado.

Sin saberlo, Spike la había puesto en un predicamento del cual le fue un poco difícil salir, pero solo fue cuestión de no mentir, pero tampoco decirle quién. Sí, con eso podía librarse fácil de responder.

—Supongo que sí, lo hay —dijo sin más, para apresurarse antes de que él preguntara lo siguiente—. Pero le gusta alguien más, no perderé mi tiempo con falsas esperanzas, ¿sabes? No los llaman "flechazos" por nada, terroncito. Siempre hay alguien que sale lastimado.

—Je, en eso tienes razón —aun así, eso no lo detuvo de agregar algo—. Deberías de decirle, nunca es bueno guardarte las cosas.

Ella no respondió nada, solo siguió comiendo mientras miraba el cielo despejado y azul. Luego de terminar de comer, a Applejack le entró bastante sueño y, como los bostezos tienen esa costumbre de ser contagiosos, él también bostezó a la par con ella. En un momento dado, y sin que él lo esperara, Applejack recargó la cabeza en el hombro de Spike y cerró los ojos con una sonrisa.

— ¿Irás a la gala, Spike?

—No lo sé, a veces no es tan divertido como parece, ¿y tú?

...

Por supuesto, los dos asistieron a la dichosa gala. Pasaron muchas cosas ahí: bailaron, se divirtieron, se besaron. Esto último parecía haber desatado el fin del mundo. Vale, al menos de su mundo.

Muchas cosas comenzaron a doler desde entonces; comenzó como simples alejamientos que la dejaron confundida. Continuó como la inexplicable ley del hielo. Se había cerrado con ignorarla las pocas veces que se llegaron a encontrar por la calle. Sí, las cosas se fueron lentamente al carajo.

Y ahí estaba ella, en la granja, parada en medio de su enorme campo de manzanos mientras miraba alrededor. Estaba anocheciendo, hacía frío y se había quedado completamente sola mientras hacía las tareas de la granja, ¿había cometido un error? Ella pensaba que sí. En realidad, hubo muchas cosas que le pasaron por la cabeza. Jamás se había considerado como alguien sentimental, pero nada se comparaba a la terrible sensación de vacío de un corazón roto.

A lo lejos apenas podía distinguirse la mesita donde se sentaban a platicar y comer algo después de una tarde de trabajo. Hoy no hubo bocadillos ni bebidas. Tampoco paseos o ayuda en el trabajo. No había una sola palabra y ella se creía la culpable; agachando la cabeza, Applejack se sentía ridícula por sus intentos de "coqueteo", por sus indebidos acercamientos con él, por sus fútiles sentimientos. Estaba ensombrecida porque, de algún modo, aquel dragón seguía gustando de su mejor amiga. Y no podía quitarse esa espina del corazón, ni de su mente. Envidia, pura y dura, porque Rarity tenía algo que no quería y ella sí, mas no lo tenía.

—Supongo... que hoy tampoco vendrá.

Applejack caminó de regreso a su casa, tratando de olvidar aquel beso. Deseando que todo volviera a ser como antes.

When I'm with youWhere stories live. Discover now