He caído aquí a enfrentarte de una buena vez.
Al carajo perder, a la mierda ganar.
Tú supiste sumergirme,
bautizarme,
ahogarme,
refrescar con ese rosal
-más que boca, manantial-
un mundo de palabras solitarias y sin triunfo
donde la copa que alzábamos
nos vio tomar vino antes de bebernos.
Hubo un día en el que una pregunta cotidiana amaneció siendo rutina
y sobre mi cama vi brotar un hueco que pedía ser ocupado.
¿Cómo olvidarlo?
Aquel cráter lunar fue el génesis de lo que hoy aún pienso verdad
y confirmo mentira en la soledad.
No me esperas, no me esperas más,
¿por qué habrías de hacerlo?
Mi velero triste le escribe al oleaje de tu canto fugaz
y una orquesta resuena en el fondo del mar.
Mi vida es un bucle en el que yo digo que me voy, que me voy de ti,
que no te doy más, que debo darme a mí aquello que creí contigo,
que debo callarme las letras para no condenarme a los poemas de baúl,
pero qué difícil es no balancearme en el abecedario,
poner paso firme y huir de ti,
porque el éxtasis ha puesto mi alma en venta al mejor postor,
uno que me lleve a una isla donde yo sea faro y tú capitán,
donde seamos gotas de dos bocas que cantan para saciar la sed mundial.
Pero vuelvo siempre a esto,
a este país: un vaso de arena que viste de sal,
donde soy y no estás.
Y tu silencio de cuervo replica a estos versos:
"Nunca más".
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Cuerdas
RomanceNo lo sé, me he visto ahogado en tanto llanto que no me ha quedado más remedio que derramar lágrima y tinta a la par. Las letras me salvan de la asfixia, pero también es desgarrador darse cuenta que algunas veces mientras escribes, lees (y me lees)...