C2: La apuesta

275 15 4
                                    

*Narra DYLAN*

Empieza el último año de instituto, el año más importante para aquellos que quieran hacerse un hueco en el mundo del fútbol, a cada partido asistirán diversos ojeadores de diferentes universidades y nuestro futuro dependerá de sus decisiones.

-¿Preparado para que te dé una paliza?- me dice mi padre mientras me dá mi batido de proteínas.

-Ya te gustaría darme una paliza- le respondo y los dos nos empezamos a reír.

Mi padre es algo así como mi entrenador personal, él fue el que me dio el empujón para entrar en los Tigers, si no fuese por él jamás me habría interesado por ese deporte. Desde entonces me ha ayudado a cuidarme para así poder dar lo mejor en el campo, de lunes a viernes de seis a siete de la mañana salimos a correr y al final siempre acabamos haciendo una pequeña carrera, los sábados tenemos partido y los domingos son mi día libre, a eso también hay que añadirle la alimentación, los entrenamientos con el equipo los lunes miércoles y viernes y el gimnasio los martes, y todo eso para llegar a ser uno de los mejores jugadores de fútbol americano.

-Gané- digo tomándome lo último que queda de mi batido.-Otra vez.

-Me has ganado por cinco segundos, la próxima te daré una paliza- responde mi padre mientras intenta recuperar el aire

Volvemos a casa, me ducho y me dirijo al coche para ir a buscar a Justin y a James, mis mejores amigos.

-Que tengas un buen día cariño- me dice mi madre mientras pongo el coche en marcha.

-Igualmente, te quiero.

*Narra JUSTIN*

Todavía faltan veinte minutos para que llegue Dylan, así que me acerco al cuarto de mi madre y abro la puerta intentando hacer el mínimo ruido posible, está todo oscuro y la única luz que se llega a ver es la de los aparatos médicos conectados a ella.

-Cariño ¿Que tal estás?- dice suavemente mientras me observa con sus preciosos ojos azules, sigue teniendo la mirada más bonita y viva que he visto jamás.

-Bien, hoy empiezan las clases y más tarde iré a comprar tus medicamentos- le digo observándola, está tumbada en la cama, con su cabeza apoyada en la almohada y su peluca de rizos rubia desordenada, se nota que apenas le quedan fuerzas pero aún así sigue luchando cada día.

-Tienes unos ojos preciosos- me dice con una sonrisa cálida en el rostro.

-Los heredé de ti- le respondo mientras cojo su mano y hago pequeños círculos en ella con mi pulgar.

-Te quiero mucho hijo, gracias por cuidar de tu hermana y de mi.

-Yo también te quiero mamá- le digo dándole un beso en la frente antes de salir del cuarto.

Cojo mis cosas y antes de salir fuera para esperar a Dylan me acerco a mi hermana que está sentada en la mesa de la cocina desayunando.

-Acuérdate que el bus escolar pasa a las ocho, no lo vayas a perder mocosa- le digo mientras le revuelvo el pelo con mi mano y le doy un beso en la cabeza.

-Oye oye ¿Como que mocosa?- me dice antes de soltar una carcajada.

Salgo de casa y tres minutos después llega Dylan con su característico descapotable, lleva su pelo castaño despeinado hace arriba y todavía no se ha afeitado la poca barba que tiene.

-¿Te vas a afeitar algún día?- le digo mientras subo al coche y me río.

-No, me gusta como me queda- responde con una sonrisa.-¿Que tal todo?¿Como está tu madre?-Dylan y James son los únicos que saben lo de mi madre y siempre han estado ahí para ayudarme en todo lo que podían.

Simplemente Una Apuesta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora