El cielo siempre es azul, de día o de noche, solo cambia su tono, más no su color. Fue lo que dijo la cuarta vez que la vi, la cuarta vez que me la encontré, la primera vez que la vi llorar, la primera vez que mi corazón se rompió.
Habían pasado más de una semana de la última vez que le vi, no había ido al café, o tal vez iba cuando yo no iba, no lo se, y como muchas cosas no tuve el valor de preguntarle después. Cuanto odio por no haberlo hecho.Salia de una clase, de esas cases que te quitan hasta las ganas de respirar, con uno de esos profesores que bien podrías freírles la cabeza por hijos de puta. Estaba agotada y tenia muchas ganas de orinar así que cuando concluyo el tema del día cadí corrí al baño, fue ahí donde la vi, en ese momento todas las ganas de orinar que llevaba se evaporaron. Me quede congelada por casi medio segundo, vi sus ojos y ella vio los mios, y entonces lo supe, había caído por ella, había pasado días en una agonía asfixiante, en un sin sentido, por o verle, y el solo tenerla cerca me daba paz, me daba vida. Me acerque y me di cuenta que al menos media cinco centímetros menos que yo, su cabello no tenia buena estado, pero igual se veía hermosa, con ese puto suéter, y con la misma cara de susto que tenia cada vez que me miraba. La salude, y aunque un tanto incomoda me saludo devuelta, quería hablar con ella, oír su voz, ver sus labios moviéndose en cada palabra que salia de ella, le conté sobre la música que había escuchado, le hable de todo lo que había querido hablarle aquel viernes, y le pregunte aquello que no había podido, hablábamos tan fluido que por un momento creí estar soñando, fue ahí cuando me dijo aquello:
– El cielo siempre es azul, de día o de noche. Lo único que cambia es su tono, no su color. – estaba jodida. Me acerque más y la abrace, me aferre a ella tan fuerte, queriendo quedarme ahí por siempre, pero no pude, por que ella no quiso. Me empujo lejos.
– ¡No me toques!. – me grito y se fue llorando. No se a donde, y me odio por no haber ido tras ella.