Capítulo 1

214 17 3
                                    


En la actualidad

PAMPLONA

—Guau—Una pata peluda me palpó la mejilla varias veces. Abrí los ojos aturdida, encontrándome con una mirada penetrante, a escasos metros de mí.

—¡Joder!—Me senté de golpe, causando que el perro en mi regazo casi cayera de la cama y recibiendo un gruñido de su parte—¡No me gruñas que eres tú el que me ha asustado, melón!—Encendí la luz antes de lanzarle una mirada asesina a mi perro, Peludo, un pastor alemán que había estado en la familia desde que tengo uso de razón. Al principio, mi madre no había deseado quedarse al animal, pero cambió de opinión en cuanto vio la heterocromía del can, un ojo azul y otro marrón, ojos completamente peculiares. Peludo me lamió la mejilla y saltó de la cama, luego se dirigió a la puerta y me miró—¿Otra vez tienes hambre?

El animal dio una vuelta. Sabíamos que una vuelta significaba "sí" y dos "no". Su forma de comunicarse con nosotros también era muy curiosa.

—Perro gordo—le sonreí levantándome de la cama. Eché un vistazo al reloj de mi mesilla de noche. Eran casi las tres y media de la mañana—. Dios, esto no está pagado.

Me dirijo con lentitud hacia la cocina con Peludo junto a mí, nunca solía alejarse mucho de mi lado. Al encender la luz de la cocina comprobé que el cuenco de comida estaba hasta arriba de pienso.

—¡Pero si está lleno! ¿Para qué me despiertas? ¡Duermo con la puerta entrecerrada podrías haber venido tú solo!—El perro me miró y si no fuera porque estaba demasiado abrumada, juraría que me había sonreído—. Lo haces por maldad—añadí, sin embargo esta vez, Peludo no parecía escucharme, se encontraba tenso con la cabeza girada hacia la ventana y la vista clavada en algún lugar del exterior.

—¿Qué ocurre?

El perro gruñó y me miró durante un instante, luego se dirigió a la ventana y apoyó las patas sobre el cristal. Después del segundo gruñido, me acerqué en estado de alerta, aunque, pese a esforzarme por ver algo a través del vidrio, me fue imposible distinguir nada del exterior debido al fuerte aguacero que cubría la ciudad y del crepúsculo, una noche sin luna, oscura y fría.

—Yo no veo nada—Pero no cabía duda que él sí lo hacía, pude comprobar por su posición tensa y su gruñido constante—Peludo, no hay nada...

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Sí había algo, o más bien, alguien. Era casi imperceptible, sin embargo a lo lejos me pareció distinguir una gran sombra, como de una figura corpulenta, ¿una persona muy alta quizá? Tragué saliva sintiendo un miedo repentino ¿y si era un acosador? ¿Debería llamar a la policía? Volvió a intentar encontrar la figura, pero para su alivio...u horror, aquella sombra había desaparecido.

—Venga, volvamos a la cama—dije acariciando la cabeza del can, aunque estaba bastante segura de que me iba a ser imposible volver a conciliar el suelo.

El perro me lamió la mano e inició la marcha hacia mi habitación. Lo seguí de cerca, todavía sin poder relajarme del todo.

Mi habitación aparentemente se veía tal y como la dejé, sin embargo, algo dentro de mí se agitó, de algún modo sentí que algo no andaba bien. Miré a mi alrededor, pero no pude hallar nada fuera de lo normal. Dirigí toda mi atención a mi armario sintiendo un escalofrío repentino. En las películas de miedo el asesino se escondía muchas veces en el armario, ¿no? Agarré la silla de mi escritorio en un intento desesperado por utilizarlo como arma y me acerqué al armario con el can pisándome los talones.

—Prepárate—susurré agarrando fuerte la silla.

Abrí la puerta del armario y, al instante, cerré los ojos y comencé a agitar la silla dentro del armario con un grito vikingo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 06, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

HADES (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora