Fiebre

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Llovía a montones, era una de esas noches donde se apreciaba el grato sonido de las gotas estrellarse contra el techo desnudo, donde las goteras irrumpían el silencio y mojaban las zonas secas del suelo de madera, una de esas noches donde el cielo estaba furioso con los seres humanos cruñendo enojado.

Extraño. En las noticias no habían pronosticado aquella oleada de lluvia y truenos.

Y allí estaba él entonces, cubierto entre mantas agonizantes, en medio de un soplo de vida y un llanto que no se escucha, tiembla a causa del fenómeno que interrumpe la calma nocturna de forma imprevista, pero no maldice la desdicha de mencionada manifestación estruendosa. Más bien se encuentra agradecido con la madre naturaleza, porque cuando la adrenalina efímera corrompe su cuerpo enfermizo su mente despierta y crea el más hermoso de los paraísos celestiales.

Él siente frío, tanto que casi es descriptible la sensación que entumece sus huesos de comienzo a fin. Aprieta los párpados, su cuerpo se tensa y su puño se cierra sobre el borde grueso de la tela que le sirve como escudo cuando otro estruendo impacta contra el enorme árbol cercano a la ventana de su habitación, está temblando como cachorro abandonado, tanto que su quijada imita el temblor de sus dedos, estos se mueven inquietos, frenéticos.

No se siente capaz de nada cuando los nervios se le disparan y comienza a sudar frío.

Gritando en silencio la visita de su ángel.

Si tan solo su ángel bajara de los cielos para hacerle compañía, refugiándole lejos del frío hasta impregnarle con su calidez natural. Ese mismo ángel con cara de muñeco de porcelana, labios llenos y rojizos tal cual un fruto rojo en estado final de su maduración. Ese mismo ser que le había dicho que en días como estos siempre estaría para él, pero a diferencia de las pasadas noches furiosas, no le sentía.

Su ángel de la guardia se había escapado del faro de luz y corrido a las tinieblas, el polen cubrió sus cuencas llevándole al delirio.

Quería creer cuando no habían esperanzas, cuando el llanto de fiebre no cesaba, o cuando el rechinar de la madera ya no era fiable para sus pisadas.

Su corazón estaba envuelto en diamantes, bañado en oro y bautizado en barro, brillante, valioso y sucio.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2022 ⏰

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