Quentin es un rollito de canela, es mi rollito de canela, pero no es el único que tiene sentimientos ¿ok? Eliot también merece amor, y Margo es la mejor!
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Eliot trata de no moverse demasiado en el sofá ignorando lo mejor que puede el parloteo de Quentin mientras reacomoda nuevamente el libro que puso sobre su rostro para tratar de descansar y no mirar lo adorable que se ve el mago más joven mientras gesticula hablando a una velocidad increíble sobre los libros de Fillory y Más Allá con Margo. Generalmente no le molesta la forma en que se adentra tanto en su fanatismo que parece olvidar que el resto del mundo no está ni la mitad de interesado en esos libros para niños, pero ese día no es el mejor que ha tenido por lo que le es bastante difícil no sentirse fastidiado por la voz de Quentin.
Su padre había muerto. El Decano Fogg se lo había informado en la mañana sin entrar en muchos detalles en cómo había sucedido ni mucho menos en como él se había enterado, pero esa es la verdad y nunca pensó que se sentiría afectado el día en que eso sucediera; sin embargo, el aluvión de emociones que lo saturó cuando la noticia finalmente cobró sentido en su cabeza lo descolocó. Hace más de 5 años que no veía al señor Waugh y se juró que jamás pondría un pie de nuevo en Indiana, pero ahora no puede sacudirse la imperante necesidad de asistir al funeral pues, a pesar de todo, muy en el fondo de su corazón siente algo de cariño por su padre.
Así que se saltó las clases de la media mañana para refugiarse en la seguridad de la Cabaña de los Niños Físicos y beber hasta olvidar su propio nombre, pero al llegar Margo y Quentin ya estaban sentados en un sofá con todos los libros de Fillory y Más Allá esparcidos a su alrededor. Una parte de sí mismo, la que se preocupaba por el hecho de que es la primera vez que ve a Quentin en días recalca con una voz que se parece demasiado a la de Margo que ellos estaban allí primero y que no tenía ningún derecho a sentirse irritado, sin embargo, dicha irritación parecía estar empezando a cobrar vida propia en su interior pues su paciencia finalmente se acaba.
—... y entonces algunos fans consideran qué... —está diciendo Quentin buscando a través de las páginas de uno de los libros cuando Eliot se sienta dejando caer el libro que tiene en el rostro sobresaltando tanto al joven como a Margo quienes se giran para verlo sorprendidos.
—¿Podrías cerrar la puta boca por cinco minutos Quentin? A nadie le interesan esos estúpidos libros —dice con más acidez de la que pretende, de hecho, esa no es la forma en la que quería pedirle a sus amigos que lo dejaran solo, pero parece tener el efecto deseado... más o menos.
Quentin ciertamente cierra la boca, pero a Eliot no le pasa desapercibido la forma en que el anterior brillo de sus preciosos ojos marrones parece apagarse lentamente mientras recoge sus libros en silencio, ni la mirada asesina que Margo dedica en su dirección. Los minutos pasan con increíble lentitud mientras la tensión crece en el ambiente a medida que Quentin toma los 5 libros abrazándolos con fuerza contra su pecho antes de ponerse de pie con cuidado mirando todo el tiempo hacia el suelo.
—Lo siento —dice en voz baja sin mirar a Eliot tratando de dedicarle un intento de sonrisa a Margo—, no quería molestar, lo siento —repite caminando hacia las escaleras. Las sube lentamente bajo la silenciosa mirada de ambos amigos hasta que finalmente desaparece de su vista y el infierno explota.
—¡¿Qué diablos te pasa Eliot?! —grita Margo mirándolo furiosa y eso lo descoloca porque, bueno, Margo nunca grita por muy vacía que esté la Cabaña cuando está enojada con él. Está tan acostumbrado a las miradas molestas, los comentarios ácidos y el ignorarse de forma pasivo-agresiva por un corto período de tiempo en que duraban sus peleas que el arrebato de emoción de su amiga le cae como un balde de agua fría. —¿Acaso sabes el infierno que me costó sacarlo de su maldita habitación? ¿El tiempo que me tomó convencerlo de ducharse y comer algo?