Para mirar Tilos y acordarse de alguien

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Nos hacemos un café y miramos por la ventana. Al final del día, todos habremos hecho algo parecido. Está lloviendo, después de muchos meses. Yo también, miré por la ventana. Tal vez, para eso es importante que no llueva, para que pase mucho tiempo sin llover, y cuando llueva, todos tengamos que mirar por la ventana.

¿O usted se cree que en los lugares donde llueve mucho la gente no se cansa? Para ellos no es importante, en esos lugares nadie se frena a mirar. Pero acá sí. Allá frenarán cuando sale el sol, tendrán que detenerse a sonreír. Pero ese es otro cantar.

No haré una apología de la sequedad, ni del polvo suspendido, ni de la gente mocosa, alergiosa, estornudosa. Pero algo bueno tendremos que sacar de todo esto. Una filosofía extrañamente optimista, para un día tan gris.

Diré que yo también, tuve que frenarme a mirar. Desde la ventana que me tocó a mí, la lluvia es finita. Cae por las ramas desnudas del tilo invernal. En las puntas de las ramas, la gota se hace más grande, y por su forma, hace que la luz suave del cielo oscuro, converja en su geometría. Por eso, parece que las gotitas brillaran. Podríamos decir, que asemejan lucecitas navideñas, pequeñísimos copos de cristal (o grandes, si usted es un insecto) que se mecen efímeramente. Cuando las palomas se apoyan en las ramas, liberan toda la energía potencial de la gotita suspendida; ésta, a su vez, choca con otras, en las ramas inferiores y todo el árbol se sacude.

Llueve, después de mucho tiempo, y si no hubiese pasado tanto tiempo, esa danza en el tilo de mi jardín, no existiría.

Quizás en su ventana, lo que bailó fue otra cosa. Porque también a los recuerdos les gusta la lluvia. Sí...quizás en su ventana llovió un recuerdo, y usted se acordó de alguien. Por eso es importante que no llueva seguido, para mirar tilos y acordarse de alguien.

Para mirar Tilos y acordarse de alguienWhere stories live. Discover now