⚜️ROSIER⚜️

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Cometí el peor error que un Sangre Pura puede cometer

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Cometí el peor error que un Sangre Pura puede cometer.
Casarse por amor.

Realmente Cygnus no era la primera opción para una alianza mágica matrimonial.
A pesar de ser un Black, no era tan visionario como uno.
No, él solo quería salir de una buena vez de la responsabilidad del matrimonio, tener un par de varones y luego vivir una vida tranquila. Total, ya tenía dinero y prestigio. ¿Qué más podría hacer?

Por ello, a los Rosier no les agradaba Cygnus, y miraban otros hombres con el mismo estatus de sangre para mí. Sin embargo, yo me enamoré.
Me enamoré porque estaba cansada del ajetreo de la aristocracia. Pensé que en ese "descanso" después de haber cumplido con lo que las familias exigían, él yo podríamos vivir una vida buena, llena de amor.

Me equivoqué.

Recuerden,
"dos varones y luego una vida tranquila"
una vida sin la mirada expectante y juzgante de nadie. Una vida de libertad.
El primer hijo fue una niña. Una niña con cabello alborotado, ojos oscuros y demasiado astuta.

"Si podemos tener una hija sana, podremos tener un hijo sano" dijo.
El segundo embarazo era el decisivo
El tercero, era desesperado.
Pero fueron niñas.
Niñas que tendrían el apellido Black por un instante de sus vidas, que no sería suyo ya que deberían casarse.

La hermana de Cygnus, Walburga tuvo dos varones. Los mismos que él anhelaba tener para vivir tranquilo.
No creo que nadie sepa el odio, la envidia con que yo miraba a aquella mujer tan desagradable.

Mucho más cuando se regocijaba al decir que ella sí pudo continuar con el linaje Black.

La relación de Cygnus y yo estaba peor, cada embarazado "fallido" era una separación inminente de los dos. «Te elegí por encima de otros mucho más fuertes porque te quería» Le decía mientras cargaba a Narcissa, la menor.
«El amor es una debilidad.» Respondía mientras se iba por meses a Escocia.

¿Ah sí? ¡Pues no me iba a dejar ganar! No. Puede que Walburga tenga una ventaja por la naturaleza pero las mujeres Rosier no nos dejamos amedrentar tan fácil.

Convertí a mis tres hijas en un orgullo sin igual.
Las más inteligentes, las más aristocráticas, las más bellas. Eran la sensación cuando las cuatro estábamos en una sala. «El aquelarre Black» Así nos llamaban en son de respeto al pasar.
Sabían francés, italiano, a tocar el piano y su magia era demasiado avanzada para su edad.
Me pasaba días enteros enseñándoles, instruyéndoles.

Ese mismo tiempo que pasaría descansando de la presión de la familia, de vivir un idílico amor.
Me la pasé dándole la educación que solo se les da a los hombres Black.
Y ya que se rehusaban a dárselas por ser mujeres
Yo debía de encargarme entonces de hacerlas unas grandes brujas.

Debido a esto, Walburga comenzó a ser tiranica con sus dos niños. El mayor al principio amaba lo que significaba ser un Black, Pero al ver que tendría que competir con Bellatrix, mi mayor orgullo, se retiró poco a poco de la partida.

Él quedó en Gryffindor mientras a mi hija con solo tocarla el sombrero era reclamada por la casa de Salazar.
«No todo lo que brilla es oro» Alcancé a decirle a mi cuñada.

Cygnus, al ver lo que yo había hecho en su ausencia
comenzó a acercase más a mí. Pero ya no era lo mismo, me dejó en el momento en que yo más lo necesitaba y ahora, demostrando quién era se acercaba solo por interés. Decía a todos que la educación de las hermana, fue obra de los dos. ¡Eso era una vil mentira!
Por eso me arrepiento de haberme casado por amor
Me arrepiento de haberlo elegido
Y aún así vivir esta vida tan difícil
Por amarle.

Lastimosamente, mis hijas sacaron esa parte tan débil de mí. Las tres querían pasar sus vidas con quién amaban.
El hijo de Walburga se fue, y no pude reírme de ella, porque mi segunda hija hizo lo mismo. Se fue por amor.

Yo jamás pude entender la frialdad con la que los Black pueden olvidar a sus seres queridos.
Como con solo quemar su rostro en un viejo tapiz asumen que esa persona jamás existió.
Era como si, para ellos, las personas fueran solo un negocio que si no funciona
Se tira a la basura.

Bella siguió mis consejos, no amó a aquel hombre, de hecho, no había uno que le llegara a los talones a mi hija.
Sin embargo...
Llegó Voldemort. Se convirtió en su mano derecha, una mujer rodeada de hombres, encabezaba las filas.
Walburga presionó tanto a su hijo pequeño para que fuera mejor que Bella.
El chico murió.
Nadie sabe cómo, pero su muerte asumía que el linaje, como tanto presumió su madre, no seguiría.

Mi cuñada enfermó y murió, dejando un horrible retrato malhumorado en su mansión.

¿Para eso vivió toda su vida? ¿Para ser un cuadro empolvado?

Narcissa tuvo un hijo, no cometió el error que yo cometí. Bella ni siquiera dormía con su esposo, vivía por y para Lord Voldemort. Luego descubrí que tuvo una niña mestiza con él.
Mestiza...
Ay Bella.

Y así pasó, ella asesinó a su primo, a su sobrina, a mi nieta. La chica que más se parecía a mí, terminó siendo como su padre. Andrómeda solo se dedicó a tender camas y a coser medias para navidad. Y Narcissa desarolló ese vacío de amor en su matrimonio que la obligaba a vivir para su hijo, igual que yo.

Con la muerte de Cygnus
y mis hijas con una vida tan desordenada
me fui a vivir a la mansión de mis padres, los Rosier.
A veces vienen a visitarme, las tres.

Incluso logré unirlas una vez, como en los viejos tiempos, las cuatro bebiendo té y hablando de magia.
Me pedían consejos para sus matrimonios, sus amantes, y hasta para sus hijos. Cómo debían criarlos, cómo debían de amarlos.

Entonces yo tomaba mi bastón, mi único amigo en muchos años. Y suspirando les decía lo que tuve que aprender a golpes.

«Enséñenles a no buscar el amor por fuera de ellos mismos. Amen como si no necesitaran amor, amen por querer compartir lo que ustedes tienen adentro y no pretendiendo que la otra persona les llene sus vacíos.»

La verdad creo que nunca me entendieron, y sinceramente creo que se los decía para recordármelo.

La dinastía, el poder supremo de la sangre, el casarse por amor. ¡Qué disparate!

«LOS SAGRADOS VEINTIOCHO»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora