Prólogo

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Sus pasos se escuchaban cerca, en algunos momentos estos eran interrumpidos por un silencio aterrador, pero después se volvían a escuchar.

Volvió su mirada hacia atrás, su sombra era proyectada por las leves flamas entre las ruinas.

Sin pensarlo más siguió escurriéndose entre las piedras y los pilares de una estructura desconocida. Con una mano sostenía el huevo y con la otra se jalaba de las grietas del suelo tratando de escapar de algo que sabía que no podría.

- No lo permitiré - se dijo a ella misma.

Pero no tenía a donde escapar, aquel lugar era desconocido para ella. Había huido tanto que el lugar era totalmente distinto. Este lugar era mucho mejor que donde vivía. Algunas briznas de césped verdosos que salían entre algunas grietas adornaban el lugar acompañado de una extraña oscuridad. El lugar tenía un tono azulado. Incluso en aquel lugar reinaba un olor familiar, uno que no olía en mucho tiempo. Más no había tiempo para admirar, solo tenía que huir.

Con la fuerza que le quedaba salto un pilar y se deslizó por debajo de otro. Se movía muy nerviosa entre los escombros de la imponente estructura. Entonces una voz penetró en sus oídos, lo que la hizo detenerse en seco buscando en vano su origen.

-No te servirá de nada huir – aseguraba la potente voz.

Cruzó por su mente la imagen de su llegada; en sus pies traía las sandalias aladas de Hermes, un escudo brillante, una espada corta y el casco de invisibilidad de Hades.

- Atenea quiere tu cabeza por haber profanado su templo. – Dijo.

La simple idea de que Atenea, su diosa, a la que se había entregado para ser sacerdotisa en su templo, la quisiera muerta era comprensible, pues profano su templo junto a Poseidón. Su nombre era algo que le hubiera sacudido el alma. Pero ahora solo era el nombre de otro dios arrogante y egoísta, igual que todos los hombres.

Ella había llegado a considerarlo un gran dios, también creyó que en cuanto este se enterara acudiría a curarla de aquel sufrimiento, para dejar de ser un monstruo, pero él se limitó a desaparecer entre las aguas del oscuro y profundo mar.

Ya no había nadie que la quisiera proteger. Se había convertido en un mal recuerdo de la humanidad. Pero si no luchaba, su pequeño o pequeña moriría también.

Miro el huevo con ternura. No era más que una piedra tibia, que brillaba en diferentes tonalidades. No tenía más de 5 minutos de haberlo puesto, pero ya estaba cerca de conocer la muerte. Tenía que encontrar algún modo de salvarla, pero no sabía cómo.

Busco un lugar donde podría esconder un huevo, miro desesperadamente de un lado a otro, y lo vio, un escudo plateado que avanzaba lentamente hacia ella. Retrajo la cola lo más que pudo, casi pegándola a su cuerpo. Movió la punta de esta haciendo sonar el cascabel y tratando de intimidar de algún modo. Siguió buscando por el lugar hasta que lo encontró, una grieta en el suelo que conforme el sonido de las olas rompiendo, salía agua de este. Trato de encontrar algún modo de esquivarlo, pero simplemente no había forma.

-Escucha bien querida hija. -le dijo al huevo susurrando tratando de sacar la mejor voz de su interior. - Tu nombre es Irene, lamentablemente nunca te podre conocer, pero espero que seas una gran mujer. -

No le importaba morir, lo único que quería era que su hija pudiera tener una oportunidad para vivir. Lanzó un potente grito hacia el escudo, haciéndolo vibrar. Las serpientes de su cabeza gritaron junto con ella. Tenía que salvar a su pequeña aunque le costara la vida.

Él no parecía haber visto el huevo aun pero si no se apresuraba se percataría, dejó de gritar y se lanzó sobre el escudo aplastando ligeramente. Ella se movía tan rápido como su cuerpo le permitía. Cuando llegó a la grieta miro en interior. Parecía haber una pequeña burbuja de aire o una especie de cueva debajo que conectaba al mar. Trato de partir de la roca con sus garras, pero solo las rasguño ligeramente. Tenía que encontrar un lugar por donde pudiera alejar el huevo del peligro. Siguió la grieta hasta encontrar un espacio por donde entrará el huevo.

- Suerte hija mía -le dijo dejándolo caer entre la grieta.

El tiempo parecía detenerse mientras este caía de sus brazos hacia los blancos caballos de mar. Este desapareció entre las aguas saladas. Ella esperaba que su hija tuviera una oportunidad. El dolor debajo de su estómago comenzó a crecer.

- Pobre de ti, no vivirás para ver como mato a tu hijo. - Grito el ser que sostenía el escudo.

Agitó la cola violentamente pero esta solo golpeo las rocas. Miró desesperada a todos lados buscándolo.

- ¡Solo muérete de una vez! – Grito ella desesperada.

Un filo atravesó su espalda, la penetró hasta cruzar de lado a lado. La espada salió tan rápido como entro. Colocó su mano sobre la herida y rogó porque su hijo hubiera sobrevivido, una sandalia se posó sobre la herida de la espada, lo que le provoco un gran ardor y no pude contener un gemido ahogado.

-Ojala que Cerbero te devore.- Escucho mientras cerraba los ojos y esperaba su final.

Hola lectores, espero que les guste este prólogo, soy nuevo con esto del wattpad asi que perdonenme si hay algunos horrores ortográficos. Trataré de evitarlo. Tratare de subir un capitulo nuevo lo mas pronto posible. 
Sin mas que decir nos vemos .

La hija de medusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora