Manuel es adicto a las notas de voz.
Bia las odia con todo su corazón.
Un par de risas de coincidencia hacen que él la convenza.
Ella le dejará escuchar su voz solo en el contestador.
De momento ¿No?
Jóvenes, encantados, locos, vivos, enamorados... Condenados, malditos, perdidos, y mentirosos.
O por lo menos así estoy yo.
Siendo una joven encantada, loca, viva y enamorada, por ello condenada, según su entorno maldita, perdida por el mundo, buscando todos y nadas, siendo una mentirosa.
Porque tú me obligas. Tú me haces ser todo esto. Me obligas a ser una mentirosa, una puñetera mentirosa.
No creo en mis palabras cuando digo que no te necesito...
"No me importa la forma en que susurras despacio, la forma en que tus labios se mueven".
"Está bien, se ha ido, no pasa nada".
"No hay nada que mirar, nada debe pasar, ni existe nada por lo que rogar. Absolutamente nada que yo, no pueda controlar".
"No me acercaré demasiado".
¿De verdad?
Mientras la ingenua de mí prometía todas esas falacias, estaba creciendo el fuego, el incendio empezaba a ser una realidad. Juro que intenté cumplirlo, pero es que ni pude ni puedo detenerlo.
Porque aún sigo mintiéndote cuando digo que odio que me obligues a ser una mentirosa.
En el fondo un poco me gusta.
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