Primer Capítulo: ¡¿Qué es esto que estoy sintiendo?!

627 55 33
                                    


—¡Maldición...! —murmuró Sanji mientras apretaba sus puños con fuerza y una venita se marcaba en su frente.

¡Otra vez me tocó cuidar el Sunny con el idiota del marimo!, adiós a la que era mi nueva oportunidad de ver preciosas señoritas en traje de baño... ¡joder!, ¡malditos palillos!, la próxima vez sacaré el indicado, ¡en verdad que no puedo creer que dos veces seguidas me haya tocado quedarme aquí con ése imbécil cabeza de musgo!

Eso pensaba con fastidio cierto cocinero, pues ahora que se encontraban en el nuevo mundo debían extremar precauciones, y es por lo que desde un comienzo, se había decidido dejar a dos miembros de la tripulación a cargo del barco, en tanto ahora el rubio mugiwara, se encontraba encerrado en la cocina dispuesto a preparar lo que serviría en la noche.

Aunque la tripulación volvería al atardecer y la mañana recién comenzaba, pues con el fin de recorrer por mas tiempo la nueva isla todos habían madrugado, el rubio ya pensaba en armar un gran banquete para la cena, una extensa variedad de platos y postres era lo que tenía en mente, además con esa excusa no tendría que abandonar la cocina en lo que restaba del día, y es que afuera había algo que últimamente lo perturbaba demasiado.

—¡Tks...! —soltó al tiempo que su vista pasaba por la ventana de la puerta buscando al peliverde.

Debe estar entrenando..., pensó al no divisar a Zoro en la cubierta. Se recostó sobre la puerta y lanzó un profundo suspiro de alivio.

—¡Bien!, sólo debo continuar con el plan —se decía en voz alta mientras asentía con la cabeza tratando de convencerse de que eso era lo mejor.

Hacía ya un tiempo que había empezado a sentir... se podría decir que... ¿algo? por su eterno rival... ¡Maldita sea!, no lo podía entender, ¿en qué momento?... en qué momento dejo de ver al marimo como su fastidioso nakama, para mirarlo con ojos de... de... ¿deseo?... pufff... ¡No, no, no!, era ridículo de solo pensarlo, de seguro debió de haber enloquecido..., y es que en toda su vida sólo había tenido ojos para las bellas damas, completamente heterosexual era la palabra justa, pues nunca había sentido ni la más mínima atracción por alguien de su mismo género, y ahora, a pesar de que su fascinación por las féminas seguía intacto, de alguna maldita manera sentía algo por un hombre, un hecho que de por sí ya pisoteaba su orgullo masculino, y sumarle que se trataba de la persona que menos hubiese querido, lo dejaba por los suelos. Acaso no podría haber sido otro? Vamos, que esto no le hacía ninguna gracia, pero antes que el alga con patas cualquier opción definitivamente era mejor.

Desde que notó que algo no andaba bien se propuso seguir un plan infalible, bueno... ni tanto, pero que otra cosa podía hacer... y es que mantenerse alejado lo más posible del musgo parecía un buen plan, encontrarlo sólo a las horas de la comida con la tripulación de por medio, evitar cualquier momento a solas no era difícil, después de todo, el marimo fuera de la cocina sólo se dedicaba a dormir y a entrenar en el nido del cuervo, por lo que sino tenían riñas en la cubierta por algún estúpido motivo, que la mayoría de las veces ellos mismos provocaban adrede, no había de que preocuparse. Todo parecía encajar, al menos hasta que Luffy los metiera en una nueva aventura, o mejor dicho, buscara pelea con alguno de los peces gordos del nuevo mundo. Además, tampoco tenía en los planes que su mala suerte en el azar le haya hecho quedarse, tanto antes como ahora, a solas con el peliverde.

De alguna manera agradecía a los cielos que aquella vez prácticamente no se habían cruzado, pues Zoro se la había pasado haciendo lo de siempre, y por raro y afortunado que parezca ni siquiera había pisado la cocina en busca de sake. Talvez se encontraba extrañado por la nueva actitud de su nakama, seguramente ni siquiera recordaba cuando había sido la última pelea que habían tenido, y es que cuando el espadachín tiraba alguna frase en contra del cocinero, éste simplemente la ignoraba, era probable que esa actitud desconcertara al moreno y viera las acciones del rubio como una tregua de paz. A lo mejor también se hacía hora de mostrar la madurez que en esos dos años separados había comenzado a florecer. Quizás por esa razón, al igual que el cocinero, el peliverde actuaba evitando invadir el sector ajeno.

¡ME GUSTAS MARIMO! (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora