CARSON
"Cuando un loco parece completamente
sensato, es ya el momento de ponerle
la camisa de fuerza."EDGAR ALAN POE
—No puedo con las pelotas —jadeó Dust, trotando a mi lado con la cara descompuesta.
Estaba sudando literalmente vodka y parecía que de un segundo a otro fuera a desmayarse por el agotamiento. Tampoco estaba para hablar: fumaba tanto que mis pulmones debían estar más negros que una carretera recién asfaltada, pero ni siquiera eso me detenía; cuando me comprometía con algo, lo hacía al cien por cien, aunque me pareciera una pérdida de tiempo.
—Rómpeme la tibia, por favor —imploró con voz quejumbrosa—. Te pago si me lesionas para los próximos dos meses —bromeó.
—Ni de coña, capullo —me reí, llevándome las manos a las caderas mientras caminaba por el campo observando como nuestros compañeros corrían por balón como borregos—. No puedo jugar con nadie que no sea contigo, lo sabes.
Dustin me lanzó una miradita engreída y me dio un codazo bromista.
—Gracias, capi: yo tampoco podría jugar con nadie más —aseguró, guiñándome el ojo.
Me jodía admitirlo, pero era cierto. Dust y yo éramos como la luz y la oscuridad, pero jugando nos compenetrábamos de forma única. Como mediapunta y delantero, era necesaria la comunicación y él y yo apenas nos entendíamos, excepto cuando yo le despejaba el camino, comprendía mis jugadas improvisadas, se la colocaba y Dust marcaba el gol de la victoria en los minutos de descuento.
Teníamos complicidad y química, algo fundamental para jugar en equipo.
—¡Diedrichs y Lawrence, que cojones hacéis caminando como si estuvierais de picnic! —nos chilló el capitán Douglas, cabreado.
Ni siquiera lo miramos cuando le sacamos el dedo del medio al unísono, lo que nos hizo reír entre dientes cuando nos gritó que éramos unos cabrones holgazanes.
—Oye, ¿ese no fue el cabrón que le metió mano a la francesita? —inquirió.
Se aproximaba en nuestra dirección con el balón. El entrenador lo había sacado del banquillo hacia quince minutos; era un novato con ínfulas de querer meterse con los mayores.
Pero se había equivocado de chica y de cabrón...
Intercambiamos una mirada cómplice y Dust me dedicó una sonrisilla pícara.
—¿Sándwich?
—Sándwich —confirmé, devolviéndole la sonrisa.
Los dos echamos a correr hacía él con un sprint. Los ojos de Ambrose se abrieron como los de un cervatillo al ver una estampida de hienas; solo le hizo falta abandonar el balón y salir corriendo en dirección contraria, pero el ego no se impedía.
Peor para él.
Esto no era rugby, pero cuando nos poníamos, éramos igual de brutos y terminábamos con algún hueso o nariz rota. Así que cuando cada uno lo placamos por un lateral en un efecto sándwich, solo le hizo falta ponerse a lloriquear.
Estuve tentando de pegarle un codazo en la cara accidental, pero solo le robé el balón y Dust se encargó de darle el empujón accidental, pero que no infringía las reglas del juego antes de subir hacia la portería.
Ahí estaba de nuevo la adrenalina de la emoción, esa que me daba un poco de vida mientras esquivaba a mis compañeros, intentando no perder el control del balón; James intentó ponerme la zancadilla, pero en el último segundo se la pasé a Dust antes de saltar para no terminar comiendo hierba.

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PERVERSAS MENTIRAS [HIJOS DE LA IRA I] | Nueva Versión
Teen FictionEL AMOR ES UNA GRAVE ENFERMEDAD MENTAL La Bailarina Siempre he intentado ser perfecta. La hija perfecta. La hermana perfecta. La estudiante perfecta... Siempre he intentado ocultar mis errores tras una capa...