III. Memorias

26 4 7
                                    

Dos años antes.

Las clases se sentían eternas, realmente llegar hasta el viernes había sido toda una prueba, aquella semana se sentía como un mes y no podía ser más irritante pero al menos ya estaba camino a casa lista para un fin de semana en su casa, tranquila, sin preocupaciones.
Como siempre, su recorrido no se sentía tan mal al ser acompañado de una buena plática con Noah, realmente ella era la que intentaba dar largas respuestas puesto a que su acompañante era ciertamente distante con sus charlas, como si temiera hablar de más.

“Todos están diciendo que van a reunirse, Vilu. Los chicos me han invitado.”

“Bien por ti, ¿debería darte una charla de cuidados o algo?” comentó la chica con cierto tono de burla decorando su voz.

“No, lo que sí deberías hacer es venir conmigo.”

“No.”

“¿por qué no? No pasará nada malo, es una fiesta, apuesto que la disfrutarás.”

“No, Noah, no me agrada la idea de ir a una fiesta donde simplemente conozco a una persona y de paso, no me creas boba, he escuchado qué ocurre con tus amigos cuando se reúnen.”

Y eso bastó para que Noah se tensionara y le dirigiera una mirada de enojo a su amiga.

“No van a obligarte a nada, eso es muy problema de ellos y no creo que te afecte.”

“¿Lo mismo te dijeron a ti antes de que empezaras a consumir?”

“Ya. Es suficiente, si no quieres ir, está bien, no tengo por qué rogarte, de todos modos no creo que se les antoje una chica tan estirada como tú.”

Noah se dio la espalda y empezó a caminar en dirección contraria alejándose lo más que podía de la chica y ella ya no soportaba el enojo que aquellas palabras le habían causado.
Era cierto que ella no solía salir a ese tipo de planes y mucho menos tomar o consumir algún tipo de droga pero no le veía lo malo, en realidad le agradaba no ser parte del montón, tenía otro tipo de intereses y hasta el momento no se sentía del todo culpable por ello hasta que Noah había aparecido en su vida y cada vez la convencía un poco más respecto a la manera en que se comportaba, en vagas ocasiones solía repetirle que no estaba disfrutando de su etapa al quedarse encerrada en su habitación un viernes o sábado en la noche, que era una mujer amargada y eso siempre acababa con un suspiro de exaspero junto a un 'hay mejores cosas que hacer' por parte de ella.

Sin darle más vueltas al asunto, entró a su casa tomando camino directo a su habitación para recostarse en su cama dejando que el sueño se apoderara de ella. Sin embargo, el sonido del timbre fue la interrupción a su siesta y hubiese deseado ignorarlo pero era tan repetitivo e insistente que temió que fuese algo malo así que decidió levantarse y atender a la puerta encontrándose tras ella a un Noah con el cabello medio revuelto, ojos rojos y su cuerpo recostado contra una de las barandas.

“¿Qué carajos? ¿Qué crees que haces aquí?”

“Vengo a verte, Vilu. Vengo a que me hables y me sermonees porque sí que eres buena para eso, ¿no crees, muñeca?”

“Estás borracho.”

“Estoy más que eso, vuelve a intentarlo.”

Y casi como un clic instantáneo en su cabeza, cayó en cuenta.

“Estás drogado.”

“Pero qué inteligente eres, ahora dime qué más notas de mí.”

“Ya basta, Noah.” Con cierta duda se movió un poco de lado jalando al chico al interior de la casa y cerrando la puerta en el proceso.

“No necesito de posadas lastimeras, niña.”

“No es lastimera pero sí que necesitas un lugar en dónde calmarte, ¿esperas que tu mamá te vea así? Mejor dicho, ¿esperas que tu papá te vea así?”

El chico estaba a punto de responder pero pareció pensárselo mejor y finalmente agachar su mirada como si estuviese dispuesto a seguir órdenes.

“Bien, eso creí. Ven, buscaremos qué darte.”

Con delicadeza tomó la mano de su compañero para dirigirlo a la cocina y sentarlo en una de las sillas de la barra, acto seguido, tomó la cafetera depositando cierta cantidad de agua en ella y dejando que se calentara en la estufa.

“Y bien, ¿vas a decirme que fue esta vez?”

“Scott llevó un poco de polvo. Lo de siempre, no sé por qué reaccionas de este modo como si fueras alguno de mis padres.”

“Soy mejor que alguno de ellos. Sabemos que tu madre se quedaría callada mientras que tu papá estaría golpéandote.”

“No lo creo, no pueden tocarme.”

“Tus moretones de la semana pasada no cuentan la misma historia.”

“Tuve una pelea con unos chicos.”

“Claro y tus amigos también te compraron esa historia, ¿no?”

En menos de un segundo, el chico se levantó de golpe acorralando a su amiga mientras que le dedicaba una mirada llena de odio, pero no hacia ella, era como si la droga estuviese dando todo el efecto en ese justo momento.

“¡Tú no sabes nada! Te crees muy lista intentando adivinar las cosas que pasan en la vida de la gente pero adivina qué, no todos debemos tener una vida miserable como tu fracasada mente intenta de maquinar.”

De un solo empujón la pelinegra se lo quitó de encima y aunque su compañero creyó que esa sería toda su respuesta, ella levantó su mano derecha llevándola con todo impulso a la mejilla de Noah.

“En tu vida me vuelvas a hablar así. No soy otra jodida persona a la que le puedes responder como se te viene en gana, yo no soy como tus amigos, yo no soy como esos niñitos que te tienen miedo, yo no soy como esas personas a las que crees que puedes gritar y engañar para que todo esté bien.”

Noah aún tocaba su mejilla como si no creyera la forma en que ella había reaccionado. Siempre la veía tan tranquila y tan armoniosa que jamás creyó que se atrevería a tal cosa, inclusive jamás nadie había tenido la valentía de responderle algo al chico y menos cuando no se encontraba en sus cinco sentidos.

“Así que tienes ovarios.”

“Los suficientes para borrarte esa cara de imbécil.”

Su pecho se sentía acumulado de coraje pero intentaba entenderlo, su padre había sido un drogadicto y podía recordar perfectamente el cómo había sido mil veces peor contando las amenazas y los golpes. Así que esta situación no era nada comparada con las anteriores, era tolerable.

El incesante burbujeo de la cafetera le dio señal de apagar la estufa y agregar el café en polvo que segundos atrás había sacado de una de las gavetas de la cocina. Seguido a eso, tomó una taza llenándola y pasándola a su amigo.

“Ten, supongo que eso te ayudará.”

“¿Acaso eres masoquista? ¿Es una costumbre ayudar a los que te tratan mal?”

“Tú no me tratas mal. Ni siquiera eres tú, es esa porquería que metes.”

“¿Qué te hace creer que no soy realmente yo?”

“He lidiado con gente peor.”

“¿Con quién?”

“No es de tu incumbencia, puedes quedarte en el sillón si deseas, yo iré a dormir.”

Y sin importar que el chico siguiera hablando a sus espaldas, ella lo ignoró volviendo a su recamara. Al llegar a ella tomó una bocanada de aire como si eso lograra relajarla y se encaminó a uno de los cajones que tenía cerca sacando de ahí un sobre ligero que contenía todo lo que ella necesitaba para convencerse de que no dejaría a Noah caer entre las garras de lo que le había arrebatado a una de las personas más importantes de su vida.

En una de las hojas, ya casi amarillentas por la cantidad de tiempo que llevaban guardadas, se podía leer claramente el nombre de su padre junto a las palabras que siempre lograban destrozarla.

Acta de defunción de Gerald Parson.
Causa de muerte: sobredosis de drogas.

InsaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora