IV. Pesadilla

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Dos años antes

Miró su celular y no pudo evitar sentirse decepcionada, después de todo llevaba dos semanas esperando a que Noah le escribiera, al menos para pedir una disculpa por haber llegado a su casa del modo en que lo había hecho y de paso, no haberse despedido cuando se fue quién sabe a qué horas de la madrugada.
Aquella actitud que el chico estaba tomando en contra de Violette no le producía nada más que estrés, ella no tenía la culpa de nada, realmente se sentía muy estúpida por haberle ayudado y ser agradecida de tal modo. Desde aquella noche, él casi ni se aparecía por los pasillos del instituto, no se lo cruzaba a la salida como acostumbraba para devolverse juntos a casa, ni lo veía por la calle en la que vivían, era como si él se esforzara por evitarla a toda costa pero ella ya se cansaba de eso y hasta cierto punto le daba cierta ansiedad notar el cómo su único amigo la desechaba de ese modo.

Tomando un poco de decisión, esa tarde Violette se dirigió a la casa cercana a la suya y golpeó repetidas veces obteniendo respuesta unos minutos después por una señora de mediana edad, muy parecida a su amigo y supuso que sería su madre.

–Hola, disculpa, ¿está Noah?– apenas mencionó el nombre, vio como la señora convertía su mueca neutra en algo muy cercano al alivio.

–Oh, cariño, me sorprende que alguien como tú pase a ver a mi muchacho, últimamente se la pasa mucho con este grupo de chicos que, para serte sincera, no me dan buena espina. Él debe estar arriba, pasa.–

–Muchísimas gracias, señora...–

–Feller, Christina Feller.–

–Señora Feller.– repitió en el intento de recordar el apellido de la señora que tenía en frente. –no creo tardarme, solamente quiero ver cómo está.–

Sin más se dirigió a las escaleras subiendo con cierta timidez y cautalea, tanta que ni siquiera sonaban sus pasos. Al llegar al segundo piso se dedicó a mirar cada puerta que decoraba las paredes de los pasillos intentando adivinar cual era la que pertenecía a la habitación de Noah. Finalmente, pudo escuchar música en una de las habitaciones y supuso que ahí debía estar el chico así que se decidió a encaminarse al lugar, tocando al momento en el que estuvo al frente del gran marco de madera.

–No tengo hambre, mamá, luego ceno.–

–Lástima que no soy tu mamá y qué afortunada de no traer la cena.–

El silencio que se produjo pareció durar un buen tiempo, casi se dio por vencida e irse hasta que escuchó un pequeño clic perteneciente del cerrojo. La puerta se abrió dejando ver a un Noah muy cansado, con una mata de cabello cayendo por su frente, unas grandes ojeras decorando debajo de sus ojos y una palidez que no podía comparar con nada pero era ciertamente aterradora y lastimera aquella imagen.

–Por Dios, ¿qué te sucede? Parece que has hecho competencia con un fantasma.– comentó la pelinegra intentando sonar burlona pero un deje de nerviosismo acompañó su voz delatándola por completo.

–Pero mira quién vino a darme otro sermón.–

–Lo que menos me interesa es darte un sermón, quisiera saber por qué me andas ignorando.–

–No te estoy ignorando.–

–¿Ah no? Entonces por qué no he sabido de ti en días cuando antes parecías estar hasta en mi sopa.–

–No te equivoques, muñeca, no te estoy evitando. No todo tiene que ver contigo y creo que es hora de que te des cuenta de eso.– el castaño le dedicó una sonrisa ladeada que rebosaba cinismo y ella no podía odiarla más, deseaba poder borrarsela pero simplemente guardó su posición.

–Oh, mira, otra mentira que solamente tú y tus amigos viciosos se creen. Creí que ya habíamos avanzado en eso.–

Noah se acercó a ella tensionando su cuerpo completo al tiempo que la tomaba de los brazos y la empezaba a a dirigir con fuerza contra una de las paredes.

–No les vuelvas a llamar de ese modo, niñita, no sabes de ellos y realmente no te quieres meter en problemas por abrir esa boquita así que mejor lárgate y hazte a la idea de que tú y yo no somos amigos.–

La presión de los dedos del chico contra su blanquecina piel la lastimaban más de lo que quería admitir pero ella, ciertamente, no estaba dispuesta a flaquearse para hacerlo sentir que había ganado con su actitud.

–¿Y quién se supone que son tus amigos? ¿Esos que te tienen así de destruido? Mírate, Noah, parece que no te hubieras bañado en días, tienes una cara de muerte y tu madre está abajo claramente preocupada por ti. Si esos son tus supuestos amigos, ni tú ni tu mamá merecen que te arrastren así.–

–¿Y tú quién eres para decirme lo que merezco o no, Violette? ¿Acaso ahora eres el pequeño angelito de todo el mundo? Vete con tus tonterías y déjame en paz.–

–Bien, me voy. No soporto a la gente mentirosa.–

–¿en qué se supone que estoy mintiendo?–

–Te mientes a ti si crees que todo esto está bien, tus amigos, lo que hacen.–

–Ni siquiera los conoces. Tal vez si dejaras de pensar con esa cabecilla tan testaruda que tienes, te darías cuenta de que son diferentes.–

–No necesito conocer mucho de ellos para saber en todo lo que están metidos.–

–Entonces sigue juzgando por la portada como si tuvieras el derecho, a final de cuentas quieres ver cualquier cosa que te apoye y ya, ¿no es así?–

–Jódete, Noah. Sabes que lo que digo es verdad, te da miedo ver que es así y por eso lo niegas.–

–¿No será a ti a la que le da miedo estar equivocada sobre esa gente? ¿Por qué te asusta comprobarlo?–

–No me asusta y tampoco hay cosa alguna por comprobar.–

–Cobarde. La gran Violette ya no es tan valiente para comprobar si algo de lo que dice es correcto o no.–

La pelinegra resoplo con fastidio, las palabras del chico lograban tocarle los nervios produciéndole nada más que indignación. ¿Realmente él estaba tan ciego para ver en lo que se estaba metiendo? ¿O realmente ella se estaba equivocando? Pero no, ella había escuchado rumores, muchos de ellos. Esa gente era de temer, una vez que se entraba no se salía y exactamente por eso le aterraba que su amigo se involucrara con ellos. Le daba miedo la idea de que él se metiera en un abismo sin fondo y sin tiquete de vuelta y exactamente esa era razón suficiente para hacerlo abrir sus ojos de cualquier modo.

–Bien, ¿Quieres mostrarme quienes son ellos? Estupendo, puedes hacerlo.–

El chico alzó una de sus cejas con incredulidad, como si intentara procesar el si había escuchado bien a su compañera o no.

–¿De verdad?–

–Sí, si son como tú dices que son, no te dará miedo que me involucre con ellos, a final de cuentas no hacen nada malo, ¿no?–

–Ya, Vilu. Como desees, hablamos mañana, quiero descansar.–

–Los veo mañana, Noah.–

Dio una vuelta encaminandose a la salida del hogar. No hubo encuentros con la señora Feller en el camino, supuso que había salido o que estaba en alguna de las habitaciones, de todos modos no se molestó en intentar encontrarla para despedirse.

Cuando estuvo en la calle, sintió que dio un suspiro de alivio, como si hubiese estado aguantando aire por mucho tiempo y la verdad es que tal vez sí lo había hecho. A final de cuentas, toda esta idea de involucrarse en ese grupo ahora ya no sonaba tan coherente, la idea de terminar como todos ellos le producía náuseas y escalofríos.

–Todo sea por él.– susurró para sí misma. Sus manos viajaron hacia sus bolsillos tomando los audífonos y conectándolos a su celular. Cuando la melodía comenzó emprendió camino nuevamente ya con sus pensamientos evaporados y la brisa junto a la oscuridad comenzando a envolverla.

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⏰ Última actualización: Nov 02, 2019 ⏰

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