ONE

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El pequeño tricolor, de ahora 2 años, jugaba con su figura de acción preferida: IronMan, en la sala principal de la casa Norteamericana. Lamentablemente, por toda la casa, se lograban escuchar gritos y más gritos por parte de los dos adultos; su discusión se trataba de un tema muy preocupante en general: Conseguir dinero.
El padre fue recientemente despedido de su trabajo, prácticamente ya no tenían dinero o con qué mantenerse; era completamente un lío, casi pareciese como si fuesen eternos enemigos los dos padres.

—Vale... Este tema debemos de arreglarlo de forma tranquila y pacífica. A gritos no llegaremos a nada. —suspiró la madre y relajó el cuerpo.

Fue demasiado tarde.

—Mejor hay que hacer algo. ¿Por qué no te largas de esta casa y te sigues acostando con mi hermano Mexica? Vamos, lo hiciste una vez y ahora tenemos a México. ¡Ve y mantente de esa manera, pinche Puta, qué ya no gastaré mi tiempo aguantándote! —gritó lo último con una expresión furiosa; la ira y el sentir que traicionaron su confianza lo convertía cada vez más en un Bestia.

La mujer, cómo era de esperarse, se quedó perpleja y con las palabras en la boca al oír tal acusación por parte de su propio esposo; cerró la boca de golpe y se retiró de aquel lugar yendo directamente a la habitación que compartían juntos. Azteca se dirigió a la sala, y se descansó mientras sus manos acariciaban su sedoso pelo castaño.

—¿Pa.. --papa? —dijo el pequeño tricolor. Dejó de lado su muñeco de acción y se acercó a Azteca justo en el que se sentó. El padre lo miró, callado.— ¡Papa! ¡Papa! ¡Papa! —puso sus dos manitas en las piernas del hombre, mientras daba pequeños brinquitos, feliz.

—suspiró— ¿Qué pasa pequeño? ¿Todo bien? —miraba al niño con voz armoniosa, causando risitas lindas al pequeño Tenochtitlan

—¡Mama, Mama! —giró su vista hacia las escaleras, mientras las señalaba curioso. El padre hizo la misma acción al lograr escuchar unos pasos cautelosos de unos tacones. Era Maya.

Azteca ni se levantó del sillón. Se sentía una completa basura por todo el show que había causado y seguido junto con su esposa Maya; la persona con que más confiaba y amaba en todo el mundo, y que se sentía afortunado de estar con ella se encontraba metiendo una gran maleta en la cajuela del coche con todas sus pertenencias personales dentro.

Su rostro no tenía ninguna expresión, estaba en neutral y con una aura fría muy notable a kilómetros. Regresó adentro al hermoso y cálido hogar que habían compartido los dos señores por años (qué ahora solo se sentía como un campo minado, como si el terreno fuesen puras bombas y que si dieses un paso en falso, volaría todo en millones de trozos por los aires)

— México. Ahora. —esa voz. La voz que le ocasionaba la piel de gallina a Azteca tuvo que aparecer y poner tembloroso al esposo. Puso fuerza, y negó con la cabeza.— ¿Escuchaste lo que dije? Entrégame a México. Ahora. —en la segunda orden, Azteca no tuvo de otra qué hacer lo que pedía su esposa y entregárselo en sus brazos.

— Maya, yo... No fue mi intención, n-no volverá a pasar, ¡cambiaré, lo juro...! —en sus súplicas se escuchaba claramente la voz de un señor arrepentido por su vocabulario.— Y-y si te vas, ahm... Yo estaré enviando dinero por mensualidad sin falta para que se mantengan. Solo te lo suplico, Maya... No te lleves a Tenochtitlan. Son los dos mejores tesoros que me ha podido entregar la vida; perderlos... Sería lo peor.

Lastimosamente eso no bastó para el ahora triste, roto y frío corazón de Maya, aún tenía a su hijo cargado en brazos, dio un giro 180° fijando su vista sin ningún ánimo a la puerta. Se acercaba decidida a terminar todo; su amistad, su noviazgo con Azteca, hasta su matrimonio si es necesario. Nadie permitiría que le tratasen de esa manera.

— Podrás seguir viendo a México, no lo negaré. Sobre el dinero mensual, es lo justo. —estaba recargada en el marco de madera de la puerta, mirando hacia el exterior y aún así, antes de irse por fin de la vida de Azteca, mencionó.

— En unas cuantas semanas te llegará el papel del divorcio. Fírmalo, ya no quiero tener nada que ver contigo. —y así de fría y distanciada, se largó de esa casa en el carro archivado por su propio nombre.

Llevando así, a México consigo.

«AMNESIA...» [USAMEX]  •~COUNTRYHUMANS~• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora