S & C twelve

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La fría brisa entraba por la ventana, haciendo que pequeños cabellos del castaño se movieran al compás de dicha brisa. Tan solo bastaba echar una ligera mirada para admirar toda aquella gran belleza que dejaría cegado a cualquiera.

En esa pequeña habitación, se podía observar que se encontraba en buen estado. Es decir, todo en su lugar, y no habían rastros de desorden. Y pues, Jimin era un chico sumamente responsable, le gustaba tener todo en orden. Todas las mañanas antes irse al instituto arreglaba su cama, para tal vez así, poder tener un ambiente diferente.

Restregó sus ojos mientras se ponía de pie con gran dificultad, debido a que el sueño todavía estaba presente. Sin embargo, no podía darse el lujo de estar perdiendo clases. Dando un bostezo, se dirigió hacia el año para realizar sus necesidades y comenzar a prepararse para finalmente irse.  Al cabo de unos cuantos minutos, Jimin ya se encontraba totalmente listo para emprender marcha a su camino, no sin antes arreglar su uniforme pasando su mano por encima de el, corrigiendo cualquier arruga que podría arruinar su imagen.

Cerró la puerta de su habitación, y sin hacer ruido alguno salió del pequeño apartamento. Nuevamente, se fue sin despedirse de su madre, y bueno, tal parece que ella no parecía afectarle en lo absoluto.  Caminaba admirando las magníficas calles de Seúl, para poder pasar por la cafetería donde trabajaba y tomar su desayuno. Aquel amable señor que le había dado la oportunidad a Jimin de ser su empleado, logró tomarle cierto afecto al castaño. Este le dijo que fuera todos los días por las mañanas y así podría darle una que otra cosilla que pudiera saciar el hambre, y lo mantuviera satisfecho hasta cierto punto. Y claramente, que no debía pagar por ellas.

Tal vez, estos eran los pequeños detalles por los cuales Jimin se encontraba eternamente agradecido. Ya que no cualquier persona se preocuparía por alguien de esa manera.

Entre tanto, ver aquellos árboles moviéndose de lado a lado, los pajarillos volando por aquel cielo gris. Unos cuantos autos pasando por la carretera, finalmente logró llegar a la cafetería.       Se adentró en ella, y al abrir la puerta se puede escuchar una pequeña campanilla haciendo un sonido.

Jimin se dirigió donde se encontraba su jefe, y así poder darle los buenos días.

- Buenos días, señor - dijo con una sonrisa en su rostro -

- Oh, buenos días Jimin. Aquí tengo tu batido, y unas galletas - dijo mientras le extendía aquella comida que se veía tan apetecible -

Jimin las tomó, y sentía un poco sus mejillas arder. Y claro estaba, no se lograba acostumbrar a tantas atenciones.

- Muchas gracias, le prometo que algún día lo recompensaré por todo lo que hace por mi - dijo mientras intentaba contener aquellas lágrimas que querían salir -

- Muchacho, vi en ti lo que hace años no veía en una persona. Bondad, y un gusto ejemplar a la vida. No sé lo que vives a diario, pero si puedo ayudarte dándote estas cosas, no es ninguna molestia. - decía mientras daba pequeñas palmadas a la espalda de Jimin - Ahora vete, se te hará tarde.

Jimin no hizo nada más que sonreír como muestra de agradecimiento y asentir con su cabeza, para luego salir de aquel lugar donde raramente comenzaba a sentir como un hogar.

En el camino daba sorbos a su batido, y mordía las exquisitas galletas de chocolate que quería que nunca se acabaran. Cuando terminó, botó la basura en un contenedor que se encontraba por ahí, y pasados unos minutos ya estaba fuera del Instituto.Dio un suspiro, y se adentró en aquel gran edificio lugar.

Mientras caminaba por aquellos largos pasillos, a su mente venía el recuerdo de la "caliente" escena que había tenido con YoonGi en su auto. Y al recordar dicha cosa, podía sentir como sus mejillas ardían, y no está de más decir que se tornaban en un color rojizo. Que por cierto, le quedaba muy bien. Luego, de subir algunas escaleras, por fin llegó a su salón. Apretando levemente su mano debido a los nervios que sentía diariamente, entró al salón.

Lo que dejó a Jimin un poco confundido, fue que no había nadie más ahí, o al menos eso creía él. El castaño sintió aquel peculiar aroma que lo ponía más distraído y quizá, nervioso.

No estaba de más decir que se trataba de Jeon JungKook, ese pelinegro que lograba poner a Jimin nervioso de cierta manera, y claramente, lograba estar siempre presente en sus pensamientos.

Por la mente de Jimin pasaban miles de cosas en ese preciso instante, pero no podía dejar que ellas lo distrajeran de cumplir sus objetivos.

Lo único que hizo, fue ver al pelinegro de reojo para luego irse a su respectivo asiento. Y claro estaba, el castaño pensaba que por los momentos evadir a JungKook sería lo mejor. ¿Cierto?

Para "pasar" el rato, sacó el móvil de su mochila, para luego colocarse sus audífonos y escuchar la música que tanto lo tranquilizaba. De vez en cuando miraba al misterioso pelinegro, y esto hacía que aquel recuerdo se hiciera más y más presente. Aquel beso que unió sus labios por primera vez, ese gusto tan ejemplar y característico.

Jeon JungKook ¿por qué no puedo sacarte de mi mente? -pensaba Jimin mientras se ponía una de sus canciones favoritas?

El pelinegro no hacía más que observar cada una de las facciones del pequeño castaño. Y por su mente pasaba "Se ve tan pequeño e inocente" sin embargo, JungKook sabía que eso no era del todo cierto. Y claramente, que las apariencias engañan.

Tras estar unos cuantos segundos más admirando la belleza del castaño, JungKook se acercó a él y le quitó uno de los audífonos y se lo colocó. Jimin únicamente observo aquel movimiento por parte del pelinegro y tragó en seco.

¿Qué pretendía?

Ahí se encontraban ambos, escuchando aquella melodía que hacía a cualquiera estremecer. Ninguno emitía algún ruido, todo estaba tranquilo y en silencio. Pero cabe decir que no era para nada incómodo, al contrario, se podía sentir un ambiente pacífico. Y de un momento a otro, la canción terminó, haciendo que Jimin apagara su móvil y lo guardara nuevamente.

En todo ese rato, no habían conectado miradas, no hasta que JungKook tomó con delicadeza el mentón de Jimin e hizo que lo viera. Por primera vez, ambos se admiraban tan de cerca, el castaño veía aquellos ojos tan hermosos que poseía JungKook, que en cuestión de segundos te atrapaban por completo, era como si estuvieses viendo el mundo, eso transmitían para el castaño. Así como seguridad, fortaleza y confianza.

El pelinegro veía esos rosados, carnosos y apetecibles labios de Jimin que podían dejar hipnotizado a cualquiera que los viera. Y justo en ese momento pensó "debo probarlos de nuevo" y claro que quería hacerlo, el recuerdo de tan pronunciado beso viajaba por cada rincón de su mente. Le era imposible olvidar esa sensación, sabor, y textura.

Y así fue, el pelinegro sin pensarlo estampó sus labios contra los del castaño, haciendo de este su segundo beso. Al principio Jimin no seguía este, ya que estaba un tanto perplejo de lo que sucedía en eso momento. No pasó mucho tiempo para que el castaño comenzara a sincronizar sus labios con los de JungKook. Ambos se movían al compás de dicho beso, era como si lo hubiesen hecho miles de veces y conocieran cada cosa del otro.

Sus labios encajaban a la perfección, y aquellas traviesa lenguas comenzaban a jugar entre ellas haciendo de ese beso un poco más, extremo. Estuvieron así por unos momentos, hasta que se separaron por la notoria falta de aire, el pelinegro mordió levemente el labio inferior del castaño para dejar por "sellado" aquel beso. Y ante tal acción, no hicieron mas pegar sus frentes y soltar un suspiro y sonreír por lo que había sucedido.

Sin darse cuenta, alguien entró al salón de clases siendo testigo de aquella tan prometedora escena en la que se encontraban Jimin y JungKook. A lo que hizo un pequeño ruido cuando estaba por salir del salón, esto hizo que ambos chicos voltearan en dirección donde provino el ruido.

- Lo si-siento ... -dijo para salir rápidamente de aquel lugar- 

Smoke & Cigarettes -- KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora