Capítulo 1: Lagrimas amargas

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El funeral del consejero, hermano de Euthamiel, el Lord de Adarathiel, fue un suceso que sumió en la tristeza a todo el reino de las hadas. Le rindieron homenaje y acudieron muchas hadas a decir el último adiós.

Pero los merlinianos, incluidos Abby y sus amigos, sabían la verdad. El consejero había sido un fiel morganiano en vida. Guardaron el secreto sabiendo que era su palabra contra la del Lord de Adarathiel cuya palabra era ley. Por lo que tuvieron que pasar todos por aquella representación del fiel hada al reino y no dar muestras de sus verdaderos pensamientos.

Todas las hadas de Adarathiel guardaban luto.

Cada vez que Abby pensaba en el maestro de Hannah, el consejero, no podía evitar acabar pensando en el príncipe Willmer, su amigo, quién se había visto obligado a acabar con la vida de su propio tío para salvar a los merlinianos, a Abby y a Hannah.

Willmer había sido un auténtico héroe pero nadie había reconocido su valor y Abby dudaba que él lo quisiera. Le había afectado profundamente las dos traiciones por parte de su familia. La de su tío y su hermana adoptada.

A Abby le preocupaba el príncipe.

Willmer era el que más había perdido en aquella guerra contra los morganianos y no tenía a nadie a quién acudir. Los merlinianos se mostraban algo reticentes con la familia del Lord de Adarathiel a pesar de que el príncipe había demostrado su lealtad con creces.

Abby sabía que necesitaba en esas horas más oscuras una mano amiga.

Todo el reino de las hadas estaba llorando la muerte del consejero por lo que sus ropas alegres habían sido sustituidas, de manera temporal, por el negro en señal de respeto y compañerismo hacia la familia del Lord.

La joven Libélula estaba frente al espejo de cuerpo entero de su habitación. Era Invierno, había terminado Otoño y habían entrado en una estación de temperaturas bajas que irían descendiendo lentamente. Los arboles estaban teñidos con los colores de la estación anterior y caían las hojas que quedaban en forma de lluvia. Las prendas veraniegas se habían guardado para ser sustituidas por ropa de abrigo. Todo aquello era nuevo para Abby pero se veían ensombrecidas aquellas maravillas ante la última prueba de la diosa Lunalasathia quién ya le había advertido que sucedería en poco tiempo.

Thasia emitió un leve silbido que sacó de su ensoñación a Abby. La joven Libélula parpadeó y miró a su fiel werialan que estaba rascándose.

Sonrió y recogió el vestido negro que se le había caído de las manos. Se lo puso. Era un vestido sencillo, sin adornos, que se ajustaba hasta la cintura y luego caía ampliamente hasta las rodillas, de media manga. El escote era recto, de tal forma que el collar de su madre descansaba sobre la tela, destacando el color azul.

Sus dedos rozaron el frío metal recordando lo tensas que habían quedado las cosas con Wanda. Apartó la mano rápidamente y desvió la mirada, sin querer abrir aquella caja.

Tenía otros asuntos más importantes que atender.

El viento aullaba en el exterior, se presentaba un día triste, gris y oscuro, como casi todos los días desde finales de Otoño. Y su humor estaba acorde con el tiempo.

Se puso las medias negras y unos botines.

Su pelo castaño ondulado se lo había recogido hacía atrás con un pasador y se echó un último vistazo en el espejo para comprobar su aspecto.

Desde que Euthamiel, Lord de Adarathiel, proclamara ante todo Cenystel su apoyo absoluto e incondicional hacia Hannah, se sentía observada, vigilada. Cada uno de sus movimientos analizados. Por cosas insignificantes por las que nunca se había preocupado y que en ese momento adquiría un nuevo matiz.

Corazón de hadaWhere stories live. Discover now