Capítulo 3

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—Hola ¿Cómo te llamas? —Neal sonreía algo enternecido por los gestos de esa pequeña.

—Seelie —respondió dulcemente.

—Hola Seelie mi nombre es Neal, ¿Necesitas algo? —Ella le sonrió y asintió.

—¿Me contarías un cuento?

—Mmm, verás pequeña... en este momento...yo, —Neal no pudo continuar, uno ojos marrones lo miraban suplicantes y él «inexplicablemente» no pudo negarse. —Está bien pequeña, ven, sentémonos debajo de este árbol.

El highlander se sentó debajo de un manzano y recargo su espalda en el tronco de este, le hizo señas a la niña para que hiciera lo mismo; ella se acercó lentamente hacia donde él estaba sentado y se colocó sobre su pierna izquierda. Él no supo cómo reaccionar a ello así que solo la dejo permanecer ahí. Esa pequeña le hacía descubrir una faceta desconocida por él hasta entonces: la protectora.

—Dime ¿Te gustan las historias de amor? —Seelie asintió y le sonrió. —Bueno te contaré la historia de un hombre muy valiente que se enamoró de una hermosa mujer de ojos verdes y mirada mágica, de cabello tan dorado como los rayos del sol y de piel blanca y suave como el terciopelo.

—¿Cómo se llama?

—Mmm se llama el Hada de ojos sonrientes.

—Yo también soy un hada ¿Lo sabías?

—Por supuesto y una muy hermosa. —Neal no sabía siquiera como es que esas palabras salían de él; lo más curioso es que no mentía, esa pequeña le hacía desconocerse. —Bueno como te decía ese hombre, el highlander se enamoró perdidamente de esa hermosa mujer, así que, decidido a encontrarla, atravesó todo el extenso bosque de las tierras altas, enfrentándose a bestias enormes de dientes afilados, garras largas y aspecto monstruoso... estuvo a punto de ser devorado por una de ellas, pero este hombre valeroso le arranco la cabeza con su filosa espada y la levanto vencedor.

—¿De qué color era el monstruo? —pregunto la pequeña con su mirada llena de curiosidad.

—Era de un color morado y con pelo por todo el cuerpo, de ojos rojos, dientes amarillos y con garras que parecían las raíces de un árbol, largas y terrosas con las que intentaba sujetarle, pero el intrépido hombre fue mucho más rápido para esquivarlas. —Neal sonrió al ver la cara de fascinación de Seelie y lo atenta que ella le escuchaba. —Y así fue sorteando muchos peligros en el bosque; hasta que un día esa hermosa hada se le apareció al guerrero y le guio mediante un ave hasta donde ella se encontraba. Y de esa manera el highlander pudo por fin llegar a donde se encontraba su amada. Pero no todo salió tan bien como él esperaba porque, ¿Cómo iba él a saber que a una mujer se le trata diferente? Y sabes Seelie, ¡No lo sé!... no sé qué hacer para no lastimarla con mis palabras y actos, cuando lo que más quiero es protegerla. —Neal bajo la vista hacia la pequeña que se había recargado en su pecho y se dio cuenta de que esta se encontraba dormida. Él la tomo y la acurruco entre sus brazos cubriéndola con su tartán.

—No tenías por qué saberlo. —escucho una voz tras de él; no había necesidad de voltear para saber a quién pertenecía. —Me refiero a lo de saber cómo tratar con una mujer... yo tampoco sé cómo actuar bien ante ti.

—Candy, yo... —él intento ponerse de pie.

—Quédate así, por favor... me gusta cómo te ves —pidió una sonrojada Candy.

Neal sonrió y dio golpes en la tierra al lado derecho, indicándole que se sentara ahí. Y así lo hizo.

—Antes de conocerte, yo estaba feliz con mi vida. Cada día era lo mismo, no había sorpresas ni sobre saltos, era rutinario sí, pero estaba todo controlado y eso me gustaba. Después te conocí y ya no tuve un solo momento de descanso, despierto te buscaba por todos lados, esperando verte aparecer por doquier, y dormido te soñaba, cada noche y cada minuto en que volvíamos a encontrarnos, yo te perseguía y tú huías, hasta que te alcanzaba y entonces... todo ocurría. Me volviste loco.

El Hada y el HighlanderWhere stories live. Discover now