Prólogo

117 7 0
                                    

Todo ya había pasado, por fin lo logró, ella no confiaba en si mismo pero tras miles de caídas y millones de levantamientos, entendió que podía hacer todo lo que ella se propusiese.

Había llegado el gran día, se presentaría a las pruebas, ¿Qué podría salir mal?, todos sabemos que nada, pero ella estaba segura de que no lograría nada, se puso su coleta de la suerte, aquella que le había quitado a su mejor amiga en clase, y se puso el collar y los sarcillos de su ángel de la guarda, llevaba esos pantalones que tanto le gustaban y esa camisa que le había regalado su abuela, se ató los cordones y cogió El paraguas y miro al suelo para más tarde sonreírle a su sombra. Era un 20 de Septiembre de estos que te parece que estas en pleno Diciembre, llovía muchísimo, asique decidió coger el coche, el nuevo regalo de su hermana mayor, Irina, que formó, forma y formara gran parte de ella y tendrá gran importancia a lo largo de todo su duro trayecto llamado vida.

Ya eran las 10 y no se había dado cuenta, pero por suerte estaba llegando a casa de Sara; Sara es su mejor amigas desde que tiene 3 años ha crecido y estudiado junto a ella, en sus 24 años no se han separado y siempre están juntas, subió corriendo las escaleras del edificio como solía hacer ella, contando cada peldaño tras pisarlo, golpeó la puerta con cinco golpes esperando los dos de contesta de su mejor amiga, que por fin llegaron, abrió rápidamente la puerta y se abrazaron.

-      ¡Sara cuanto tiempo te echaba muchísimo de menos!

-      Ay Martina que exagerada eres siempre, nos vimos ayer jajaja.

-      Lo sé, lo sé, pero sabes que te echo muchísimo de menos siempre- Dijo ella mientras le volvía a abrazar y Sara le sonreía a la vez que le daba unos pellizconsitos en la barriga a modo de cosquilla.

-      Estoy que me muero de los nervios- Le confió a su amiga.

-      No te pongas nerviosa, sabes que te saldrá genial, lo has intentado más veces y si no lo has conseguido es por tu falta de confianza, sabes que puedes, se que puedes, todos los sabemos, asique ve y demuéstraselo a todos ellos.

-      ¿Alguna vez te había dicho que eres la mejor hermana postiza que jamás nadie pudo tener?

-      Creo que... si, más o menos un billón de veces.

Las dos amigas rieron como si se les fuera la vida en ello, Martina se sentó su sillón favorito, un enorme Puf violeta lleno de mariposas, pasó su mirada por las tres enormes repisas llenas de libros, que ellas dos habían leído a lo largo de su vida, cogió un libro que nunca había leído pero siempre había oído hablar de él, Campo de fresas, pasó el dedo por la portada del libro y le pareció muy llamativa, lo abrió y paso rápidamente todas sus páginas, pegando éste a su nariz, era nuevo, lo dejo donde estaba y miro por la ventana, vio a un chico con lo que parecía ser el estuche de un saxofón, era muy guapo, ella lo sabía muy bien, ya había pasado un mes de la primera vez que lo había visto, pero ella no se esperaba lo que es destino le depararía con él.

-      ¿Lo conoces?

-      ¿A quién?

-      El chico que toca en ese bar, es muy guapo, me extraña que no te hayas fijado en el, toca el saxofón por lo que parece,
¿No sabes quién es?- Intentó no parecer interesada, pero sabía perfectamente que su amiga la había pillado de lleno.

-      Nunca lo había visto, seguro que es la primera vez que viene por aquí.

-      No no, lleva casi un mes viniendo, a la misma hora, a el mismo sitio y siempre los mismo días, a excepción de los domingos, viene alguno que otro, pero no todos.

Sara se quedo mirando a Martina con la boca abierta pero a la vez con una sonrisa de oreja a oreja, por fin había entendido porque su amiga siempre hacia lo mismo nada más llegar a su casa y porque esos suspiros en el último mes.

-      ¡Martina eres una zorra!- Consiguió decir su amiga mientras se reía a carcajadas mientras se botaba encima de ésta-  tendrías que habérmelo dicho antes, si lo conozco, se llama Javi, es un nuevo cantautor que empezó a trabajar en el bar de la esquina, es súper tímido al principio pero a menudo que lo vas tratando es muy amable y cariñoso, toca el saxo y la trompeta y canta de maravilla y antes de que se te salten los ojos, no tiene novia.

Martina empalideció por un breve instante pero enseguida sus mejillas empezaron a sonrojarse, rápidamente le quito la mirada a su amiga para fijarla en el suelo.

-      Sara no digas estupideces, no me interesa para nada y deberías prepararte para salir ya, si se nos hace tarde tendremos que quedarnos más tiempo y no podre hacer la prueba, mierda, la prueba, me acaban de volver todos los nervios de golpe, ¿Y si me sale mal?

-      Claro que te va a salir mal- dijo su amiga desde su habitación- te vas a caer, te vas a romper algo y además vas a perder parte de tu ropa y todo el mundo se va a reír de ti, ¿me queda bien esta camisa?

-      Sara enserio, sabes que estoy muy nerviosa, te va genial pero está haciendo un poco de frio.

-      Y tú sabes que es broma, lo digo para que dejes de ponerte así, eres genial, cada paso que das lo das con el corazón no solo con el cuerpo, todos sabemos que puedes hacerlo, asique déjate de estupideces.

-      Pero y si...

-      Pero si nada- Corto rápidamente a su amiga- sabes que puedes hacerlo solo debes de confiar un poco más en ti, todos podemos lograr lo que queremos si luchamos por conseguirlo, cuando bailas pierdes la noción del tiempo y del espacio, cada paso forma parte de ti y no solo del baile, se que puedes hacerlo y tu también lo sabes, solo tienes que demostrárselo al resto.

Martina no podía articular palabra, sabía que Sara confiaba en ella pero no sabía cuánto creía que era capaz de dar, se dio cuenta de que podía hacerlo, porque ella estaría hay para apoyarla, porque todo lo que decía era verdad y sabia que esta vez sería diferente del resto de veces, sin ni siquiera darse cuenta se había abalanzado hacia los brazos de Sara con las mejillas sonrojadas y llenas de lagrimas, su amiga la aparto diciéndole, en modo de broma, que no se pusiera de cursi que sabía que a ella no le gustaba pero Martina no se apartó, se quedó hay abrazándola y segundos más tarde ella también comenzó a participar en el abrazo, y otro par de segundos más tardes, brotaron las lagrimas de sus ojos, estaba tan orgullosa de su amiga como si lo estuviera de ella misma y esto solo era el principio. 

NoperfectasirealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora