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Recuerdo las veces en que te quedabas conmigo cuando me sentía mal, sea enfermo u estresado, siempre estabas ahí con una tierna y cálida sonrisa para abrazarme, con tu hermosa voz solías cantarme mientras yo me aferraba a tu pequeña cintura. Deseaba que no te fueras más.

Hoy era uno de esos días, me sentía mal por el estrés del trabajo y lo peor de todo, me estaba enfermando demasiado mal, te necesitaba y aún no llegabas de tus clases.

Me quedé sentado en el sofá mientras veía una película, limpiando mi nariz con los pañuelos que tenía al lado, de pronto observé mi mano con el anillo el cual teníamos los dos, tan lindos y tan cuidados desde que nos casamos.

Por unos pequeños segundos dirigí mi mirada hasta los cuadros de nuestra casa, había uno en específico que era del día de nuestra boda, como te veías tan bien en tu traje blanco, quedaba perfecto con tu hermoso cuerpo. Amo esa sonrisa que tienes, tan sincera y angelical, tú eres un ángel.

Escuché la puerta ser abierta, tú estabas llegando. Me levanté de mi lugar y fuí a recibirte como siempre solía hacerlo, me miraste con tu carita hermosa, pero esta rápidamente cambió a una preocupada al ver en el estado en que me encontraba yo. Dejaste tu bolso sobre la mesa y te acercaste a mi, tocando todo mi rostro y haciendo un lindo puchero en tus labios, tenía ganas de besarlos pero no quería contagiarte.

—Gigi, ¿te sientes bien?

Me preguntaste con una voz muy delicada y suave, una voz que me transmite tranquilidad, calidez y amor.

—Me siento bien bebé, sólamente me siento un poquito mal y estoy estresado por el trabajo, hoy pedí libre luego de que te fuiste porque no tenía ganas de ir, menos así.

Te respondí de forma grave por el resfriado, me abrazaste escondiendo tu rostro en la cobertura de mi cuello, te abracé por la cintura acercandote a mi cuerpo y aspire tu delicioso aroma, tan dulce.

—Te prepararé algo para que se te pase, mañana pediré libre para quedarme todo el día contigo, amor.

Me susurraste con tu linda vocecita, tanto que quise morir de la ternura con la delicadeza que lo dijiste, eras hermoso. Te separaste de mi y fuiste a la cocina para prepararme algo, yo sin embargo fui ayudarte, cosa que tú no me permitiste y me regañaste diciendo que me fuera acostar a nuestra habitación, ¿me cuidarias y veríamos películas? Era lo que quería, porque amaba hacerlo contigo.

Tomé los pañuelos que había utilizado para ir a botarlos, luego simplemente apagué la televisión y fuí a nuestra habitación para recostarme bajo las sábanas, esperándote.

Minutos después llegaste tú, con una limonada hecha y unas pastillas para que yo me las tomará, me las diste con delicadeza esperando a que yo estuviera bien, eras muy inocente, aún mantenias a tu niño pequeño. Eras mi niño pequeño.

Luego de tomarme las pastillas te acostaste a mi lado y me abrazaste, yo coloqué una película para que viéramos los dos juntitos, sin problemas y sin preocupaciones. Te abracé delicadamente como si fueras un frágil cristal que temía romper, me abrazaste también colocando tu cabecita en mi pecho mientras yo acariciaba con suavidad tu espalda baja, pasé mi mano a tu cabello suave y lo acaricie, juré escuchar pequeños ronroneos parecidos a los de un gatito venir de ti, causandome una suave risa, eras tan tieno.

Nos quedamos acostaditos viendo una película al azar, siendo sincero no me concentre en la película porque mi vista estaba en ti, en como mantenias una suave sonrisa en tu rostro, estabas relajado. Me quedé contemplando tu belleza, esa que no me cansaría jamás de ver, apreciar y admirar. Tú eras tan hermoso que dañabas a mi pobre corazón, éste corazón que te robaste y a mi que te amo mucho.

Siempre fuiste tan lindo conmigo, tan atento y cariñoso, siempre querías mimos y yo siempre estaba dispuesto a dartelos, eras un bebé. Eras mi bebé.

𝔐𝔢 𝔡𝔢𝔡𝔦𝔮𝔲𝔢́ 𝔞 𝔭𝔢𝔯𝔡𝔢𝔯𝔱𝔢  ⸙͎۪۫ 𝑌𝑜𝑜𝑛𝐾𝑜𝑜𝑘.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora