Prólogo

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PRÓLOGO

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Jadearon una vez más.

Los ojos rojos de Naruto se estrecharon mientras el rasengan se formaba en su mano derecha. Tenía varios huesos rotos al igual que varios cortes, y su chakra estaba al borde del agotamiento. Probablemente el hecho de usar también de forma indiscriminada el chakra del Kyūbi en el modo sennin añadía más oportunidades de morir, pero al parecer eso ya había perdido importancia. Solo había una determinación extraña y apática en sus antaño amables ojos mientras miraba con algo de rabia y desolación al que alguna vez consideró su mejor amigo.

Sasuke tenía el mangekyō sharingan activado y su mano izquierda destellaba imbuida del chidori, con los ojos de Itachi había alcanzado la perfección en su dōjutsu en un punto que prácticamente ningún Uchiha había rozado antes. Sin embargo, no estaba ileso, la batalla contra Naruto también le había dejado varios huesos rotos y el chakra ligeramente agotado ya que al contrario que él no había peleado en la Gran Guerra Ninja. Su resolución de destruir Konoha, no obstante, estaba más firme que nunca.

Nada haría cambiar de decisión a Sasuke, ni al que alguna vez consideró su hermano, ni la muchacha de cabello pálido que los miraba a los lejos llorando mientras curaba a esa Hyuga que había recibido un ataque dirigido a Naruto. Antes de abandonar Konoha, esos ojos verdes llenos de lágrimas habían podido detener cualquier cosa, incluso su oscuridad, pero todo había acabado, todo había sido consumido por su odio y su dolor.

Ahora solo importaba una cosa: vengar su clan.

Y para lograrlo, para finalmente romper los lazos que le ataban a Konoha, para destruir la aldea que había despreciado a su clan, Naruto Uzumaki y Sakura Haruno debían morir ese día. Porque él los había apreciado tanto que casi había olvidado su venganza, porque los había querido tanto que ahora sólo los odiaba con intensidad, a ellos, sus mayores enemigos que cargaban con el poder de los Senju.

Peleaban en la tierra donde miles habían dado sus vidas, un lugar que era todo y nada al mismo tiempo, lleno de vida, lleno de muerte, lleno de esperanza y de destrucción. El lugar donde intentaban con las últimas fuerzas ganar esa guerra para que Madara no destruyera el mundo tal como se conocía en pos de un sueño utópico, violento y falso.

—Esto es el fin, Sasuke —dijo Naruto de forma inexpresiva—. No me dejas otra opción, para que el mundo ninja tenga paz, tú debes morir.

La sonrisa de Sasuke fue vacía, cruel.

—Curioso. Pienso lo mismo, para que yo pueda cumplir mi venganza y destruir Konoha tú debes morir.

Naruto entrecerró los ojos con dolor, su mirada se desvió a los cadáveres de Kakashi, Ino, Shikamaru, Neji, Tenten, Lee, Choji y otros tantos ninjas que Sasuke había asesinado ante sus ojos previo a su pelea.

Eso definitivamente no se lo perdonaría nunca.

JAMÁS.

Los dos se miraron por última vez, y al mismo tiempo se lanzaron sobre el otro para acabar de una buena vez con todo.

Hinata y Sakura gritaron con espanto y terror. Las heridas que Sasuke había causado en ambas punzaban en sus cuerpos, pero no importó, corrieron al punto donde ambos se cernían el uno sobre el otro dispuestos a matarse. Hinata activó su byakugan; Sakura olvidó todos los peligros y activó la única técnica que su maestra le había prohibido usar aunque significase su muerte. Pero nada importaba para ella, tampoco para Hinata, sus corazones fueron más veloces que sus mentes.

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