Acepto (BruAbba)

839 79 16
                                    



-¿Listo?- preguntaron al pie de su puerta, el sonrió. Del otro lado del edificio, hicieron la misma pregunta y apenas asintió, le costó sonreír.


-Listo-


Un momento tan esperado, tan ansioso y tan aterrador a la vez. La señorita de cabello rosa una vez más cuido su maquillaje frente al espejo y el hombre de cabello negro solo la espero, seguía al pie de la letra todo lo que ella decía, como justo hacia unos momentos, antes de hacer aquella pregunta le había dado la indicación.


-"Esperaras que suene la música al menos diez segundos, antes de que caminar hacia allá, y no sueltes mi mano Bucciarati"- fueron las palabras, órdenes e indicaciones que dio al hombre, que de nuevo se acomodaba el moño al cuello.

-¡Ya no lo toques, lo vas a deshacer!- reclamo la señorita, mientras el río tontamente y trato de hacer caso. Cuando se puso de pie frente a el, se dio cuenta que la mujer tenía los ojos húmedos.


-¿Estas llorando?- pregunto, ella se mordió el labio -¿Trish?-


-¡No, tonto!- hablo a la defensiva, y soltó la prenda. -¡Y no insistas, que se me va a correr el maquillaje!- contesto la señorita, quien solo respiró profundo y agitó sus manos frente a ella. Tenia que controlarse, si no quería llorar.


-Es solo...solo- intento hablar la joven, quién respiro de nuevo, oyendo a la vez que tocaron la puerta de la habitación.


-Adelante- hablo el hombre, descubriendo a la puerta el chico de cabello rubio, con quien cruzo mirada.


-Bucciarati- habló el recién llegado, quien solo asintió al oír su nombre -Estamos listos- dio su indicación, y el joven volvió a repetir el gesto.


-Es hora- hablo Bucciarati y extendió su mano a la señorita, realmente se veía muy elegante. Todos lo estaban, a diferencia de lo que usualmente vestían, esta ocasión usaban ropa diferente, si, quizás eran trajes aún pero no eran trajes de uso común. Eran de ocasión especial.


-Vamos Trish- dijo Bruno sutilmente, sintiendo como la joven le tomo del brazo y camino a su lado. Giorno, quien había ido a por el, se había adelantado frente a ellos.


Se sentía un ambiente especial alrededor, decoración particular, flores, aromas, velas. Trish sin duda había hecho un excelente trabajo decorando... una iglesia.


-Giorno- habló Bruno, al joven quien solo volvió la vista atrás un poco. Y después detuvo su paso frente a las puertas cerradas del lugar, ya estaban en el área de espera.


-Tranquilo, Mista fue por él- dijo Giorno, con una sonrisa al rostro. Como si leyera el pensamiento y adivino lo que el joven quería saber, al solo decir esa palabra.


-No lo olvides Giorno- hablo Trish, antes de que pudiera tocar la perilla de la puerta -Diez segundos- dijo de nuevo la señorita, quien ahora solo miro hacia enfrente. Tan pronto lo escuchara, empezaría a contar.

...

-¡Maldita sea!- balbuceo frente al espejo, quiso acomodar el broche, la prenda, todo. Pero sus manos temblaban obviamente, y no lograba completar ni una tarea. -¡Maldita sea!- reclamo de nuevo, y ni siquiera oyó que alguien atravesó la puerta.


Sonrió, mientras veía al mayor pelear contra su reflejo y camino hacia el, para tocar el hombro. Hizo que el mayor reaccionara pero no dijo nada cuando el, le ayudó con el broche al pecho y el moño al cuello.


-Estas muy nervioso- hablo el recién llegado, mientras hacia la labor y el otro hombre intentaba mantenerse quieto. Pero a decir verdad, estaba muy ansioso, de no ser por el área climatizada e incluso un ventilador que pidió en la habitación, estaría empapado en sudor.


-¿Y como debería de estarlo?- contesto a la defensiva, sintiendo un ligero tirón al cuello -Fugo...-


Tranquilo Abbacchio- le sonrió, dando un paso atrás, el se miró al espejo -Ya esta listo- dijo al hombre quien solo se miró de nuevo y su mano temblaba.


-¿Quieres más vino?- le pregunto Fugo, buscando la botella en la habitación. Se dio cuenta que no se había servido ni un sorbo, había roto el corcho. -Ya vuelvo- se disculpo un momento, sin siquiera dejar hablar al hombre quien evitaba ser comido por las emociones de su interior, ni siquiera pudo decir una sola palabra pues el palpitar de su pecho, aceleraba.


Quiso ignorar el reloj, pues cada segundo que pasaba, era un claro ejemplo que la hora se acercaba.


-¡Abbacchio!- saludo alguien con un grito a la puerta, estaba tan emocionado. Que hizo al joven dar un salto -¡Muchas felicidades, quien lo diría que te...!-


-¡Mista!- interrumpió Fugo de sorpresa, y Abbacchio solo sonrió. O lo intento, tenía que relajarse -¿Qué rayos haces aquí? ¿No deberías estar con Giorno?-


-De hecho, me mandó por Abbacchio para que lo llevara a... "ya sabes donde"- contesto Mista, haciendo al final un gesto con las manos y Fugo solo servía una copa al mayor. Éste no tardo ni un minuto en tomar hasta el último sorbo, que pidió otro trago.


-Entonces... ya es hora- hablo Abbacchio finalmente, respiro profundo, y miro al dúo -Gracias Fugo-


-Eh, espera...- reaccionó el joven, cerrando la botella -Debemos ir contigo-


-¿Eh?- apenas hablo Mista, sintiendo un tirón del brazo, por parte de Fugo, quien camino tras el mayor que se había adelantado.


Era ahora o nunca, tuvo que moverse, caminar hacia su destino, antes de que pudiera ser presa del miedo, de los nervios, de lo que fuera o de lo que sea que intentase impedir lo que iba hacer. Lo que iban hacer.

-Listo-


-Listo-

Hablo cada uno por su lado, uno tomo su lugar al frente, y se acompañó de dos de sus amigos. Del otro extremo, justo detrás de la puerta, ya estaban otros dos en espera de la señal, y un quinto amigo dio la señal, la música sonó.


Abbacchio, escucho el sonido, sintió el palpitar retumbar en su corazón, las manos empaparse en sudor, movía los dedos, y solo vio hacia aquella puerta que al décimo segundo, se abrió.


Paso a paso, acompañada de la señorita, camino al centro del lugar. Amigos, cercanos, conocidos del lugar, y unos invitados más. En ese momento, no pusieron atención de la gente que estaba ahí, al contrario, ellos solo se veían entre sí.


Bruno Bucciarati, solo puso su mirada en aquel par de ojos dorados, mientras Leone Abbacchio se concentró en ese mar de ojos azules.


Fue un camino corto, pero eterno. El paso a paso que se acortó en la distancia y solo podían sonreír. Bruno quería correr a sus brazos, Leone no podía ocultarlo ya, quería estar a su lado sin importar lo que dijeran todos, el resto, el mundo.


-Gracias- fueron la única palabra que escucho Trish de ambos, al momento que estuvo a su lado. Ella se apartó sonriente, ellos se tomaron de la mano, no intercambiaron palabra por un momento pues dejaron que sus ojos hablaran entre sí, que sus miradas se dijeran mil y un palabras.


Bruno tenia tiempo que no veía esa mirada, esos ojos brillar como aquella noche. La noche en que lo salvó, la noche en que el mayor no pudo más y se confesó. Mientras Abbacchio una vez más, volvía a recordar que esos ojos azules, esa forma en que le vio aquel día bajo la lluvia, que le encontró en la calle, le extendió la mano y le pidió que le acompañará, la forma en que Bruno le miro, la forma que le hablo, cuando se unió a él. Jamás en su vida, creyó que ahora se unirían de otra manera... de ésta manera.

-Acepto, Leone Abbacchio- escucho su voz, sintió el anillo entre sus dedos. El hizo lo mismo, su mano en la suya y el anillo de bodas, siendo puesto por el.


-Te amo, Bruno Bucciarati-

☆.☆.☆.☆
Disculpen el momento meloso ahora(?)



I do (Romántico BruAbba)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora