Capítulo 1

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República Federal de Alemania, 1970.

En un pequeño hospital, alrededor de las zonas más humildes de la ciudad de Bonn, tras una complicada sesión de parto, nace una pequeña niña. Zelinda, nombrada con amargura por su padre.  Era una niña de piel blanca, casi tan blanca como la nieve, unos ojos azules como el cielo, una niña muy hermosa para su madre. Lastima que solo ella la vería con tan dulce anhelo. Por el lado de la familia de su padre, los Müller, esperaban tener un varón. Otis, su padre, se encontraba profundamente decepcionado, aún así, en secreto sentía aprecio por aquella criatura, pero su familia le exigía tanto tener un varón, que ocultaba este pequeño afecto, con mucho recelo. 

-Cielos, es la niña con la mirada más dulce que he visto - Dijo su madre

-Sí, Adalia... Tiene tus hermosos ojos.- Dijo un poco triste su padre

Los doctores revisaron minuciosamente que la pequeña estuviera sana, pues, durante el parto hubieron muchas complicaciones que casi acaban con la vida de Zelinda y su madre. Por recomendación medica, Adalia no podría tener más hijos, ya que representaría un gran riesgo para ella y para sus bebés.  Esto decepcionó aún más a Otis.

Al pasar las semanas, la pequeña Zelinda se encontraba en su nuevo hogar, una humilde casa en Bonn. Tres habitaciones sencillas, un baño lo suficientemente espacioso para tener lo necesario, una cocina amplia y un comedor con el tamaño preciso para mantener una familia, de no más de 8 integrantes, cómodos. 

-Mira, Zelinda, tu hermosa casa, por fin puedes verla con tus hermosos ojos.- Dijo su madre

-No tiene gran cosa que ver, déjala en su cuarto y cenemos algo ya.- Exclamó Otis, con un tono imponente.

-Cielos, Otis, sé que tu familia deseaba tanto como tú un varón, pero deberías estar feliz de tener una hermosa hija como Zelinda.- Replicó Adalia, enojada ante la actitud de su esposo.

-No me hagas el día más agotador, he tenido suficiente por hoy y no pienso discutir. Si no vas a hacerme la cena ahora, entonces iré a dormir.- Dijo Otis, mientras se dirigía a su habitación furioso con su mujer.

Ese día, la pareja durmió en distintas habitaciones. Adalia, durmió en la habitación principal,  junto a su pequeña hija. Por otro lado, Otis reposó en la habitación de los visitantes, un cuarto pequeño con una cama incomoda, un desorden de cajas que hacía ver el lugar sucio, pues, esa habitación solo era usada cuando la familia de Adalia pasaba sus vacaciones en la Alemania federal y hacía ya un par de años, que estos no los visitaban.

La relación de ambos esposos, tuvo muchas dificultades debido a su hija Zelinda. Al pasar de los años, la pequeña niña fue criada en mayor parte por su madre, quien le daba de comer, la vestía para ir a la escuela y atendía cada necesidad que su hija tuviera. Su padre solo se hacía cargo de ella cuando tenía que recogerla de la escuela, trayecto incómodo para ambos, donde las palabras apenas fluían en el aire. Adalia siempre intentó que Otis se interesara un poco más en su hija, pero este nunca mostraba demasiado interés. Pocas eran las veces en que, el padre de Zelinda, hablaba con ella, las conversaciones no pasaban de más de 5 frases, por lo general, solo le preguntaba a su hija si tenía hambre o si necesitaba algo.

Cuando Zelinda cumplió los 12 años, las cosas empezaron a cambiar para la familia. La joven empezaría a tener la necesidad de salir con sus amigos, de conocer las calles de su ciudad y explorar nuevas emociones.

Un día, luego de llegar de clases, Zelinda se acercó a su madre y tuvieron una charla muy tensa.

-Mamá, mis amigos están planeando salir esta noche a dar una vuelta por las orillas del río Rin.- le dijo Zelinda su mamá.

-Cariño, sabes muy bien que no puedes salir en la noche, es muy peligroso.- Le respondió su madre

-Pero mamá, estaremos bien, iremos varias personas, no nos harán nada.

-Zelinda, ustedes son muy jóvenes para andar solos en la noche, no importa cuantos vayan- Dijo su mamá, un poco alterada.

-Mamá, por favor, nunca me dejas salir.- Zelinda, tras ver que su mamá no la dejaría ir, comenzó a hacer un poco de rabietas.

-Zelinda Müller, ya basta, soy tu madre y me harás caso hasta el día en que yo muera, así  que tú no saldrás esta noche, pase lo que pase.- Le gritó su madre, muy enfadada.

Zelinda corrió llorando a su habitación, triste y enojada con su madre por no dejarla salir. Se encerró en su cuarto y comenzó a escribir mil y un palabras sucias en su diario. Esto lo hacía cada vez que sentía que sus padres eran muy injustos con ella, normalmente escribía sobre lo mal que la hacía sentir la indiferencia de su padre hacía ella y lo culpable que se sentía por esto.

Al caer la noche, Zelinda escucha un golpe en su ventana, al asomarse, se encuentra con la sorpresa de que uno de sus amigos la había ido a buscar. Se trataba de Thomás, el chico de su clase que le gustaba, un joven alto, de 14 años, con un rostro angelical y una actitud encantadora,  ella no lo podía creer.

- Cielos, Thomás, ¿Qué haces aquí?.- Preguntó Zelinda

- Vine por ti, los chicos y yo te estábamos esperando y al notar que no habías llegado, decidí venir a buscarte.- le responde Thomás

- Vaya... No debiste perder tu tiempo, mi mamá no me dejó ir.- Dijo Zelinda un poco triste y desilusionada.

- No importa, ven conmigo, tengamos una noche divertida, sin reglas de padres.- Le dijo Thomás, mientras soltaba una sonrisa de su rostro

- Pero no puedo, mi mamá se dará cuenta.- Le replicó Zelinda un poco angustiada.

- Vamos, tú y yo sabemos que realmente no quieres quedarte aquí.

Zelinda no pudo resistir la tentación y se escabulló por la ventana de su habitación, no sin antes dejar un bulto en su cama, de forma que pareciera que se encontraba ahí descansando.

- Thomás, si esto sale mal, te juro que te mataré.- le dice en tono de burla

- Pues vale la pena arriesgarme.- Le responde Thomás, soltando una pequeña carcajada.

Aquella noche fue mágica para Zelinda. Se reunió con sus amigos en el río e hicieron centenares de locuras. Zelinda estaba demasiado ocupada divirtiéndose, que por un momento, olvidó todas aquellas exigencias de su madre y empezó a hacer lo que ella realmente quería.

- Zelinda, tienes unos ojos muy hermosos, la luna se refleja de una forma espectacular en ellos.- le dice Thomás de forma coqueta.

- Gracias... Mi madre me lo ha dicho.- responde Zelinda, un poco tímida.

- ¿Sabes?, siempre me has gustado, creo que debes saberlo.- le dice Thomás inesperadamente.

- Cielos... Sí esto es una broma, no es divertido Thomás.

- No, para nada. Zelinda, eres la niña más hermosa que he visto, tus ojos azules, tu piel blanca, tu gran cabellera rubia y tu hermosa voz, vuelven loco a cualquiera.

- Thomás, eso es tan dulce.- Zelinda se sonroja, no sabe que hacer y se encuentra tan emocionada y nerviosa al mismo tiempo que solo se limita a sonreír.

- Ven, déjame acariciarte.

- No puedo creer que esto realmente esté sucediendo.- Zelinda se acerca a Thomás y este la besa.

Aquella noche, Zelinda sintió tantas emociones, comenzó a pensar que la vida era un cuento de hadas hermoso y que su madre, solo quería evitar que ella conociera todas aquellas sensaciones asombrosas. Aún así, ella tenía una extraña sensación sobre las intenciones de Thomás, pero decidió ignorar esto y disfrutar del momento.

Comenzó a escaparse varias noches seguidas con Thomás, siempre iban a las orillas del río Rin, se besan y hablaban durante toda la noche, hasta el amanecer, cuando Zelinda debía regresar a su casa, antes de que sus padres despertaran y notaran que no se encontraba en su cama.

Todo esto siguió así durante 7 meses, hasta que un día, las pequeñas ilusiones de Zelinda, se hicieron pedazos.

Dulce Puta (En proceso)Where stories live. Discover now