capítulo cinco.

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— ¡Deja de actuar como un jodido idiota! — Exclamó Sicheng mientras su mano golpeaba el rostro del ajeno con toda la fuerza que encontró en aquel instante. Las lágrimas se resbalaban por su pálido rostro, no podía creer que su amigo hubiese cambiado tanto en tan solo unos cuantos años.

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Era el primer día de clases para el joven de nacionalidad china, entraba en un nuevo instituto cerca del barrio en el cual había pasado su infancia. Una pareja de recién casadas lo había adoptado, se habían conmovido por su caso, también les sabía mal que, a sus dieciséis años, no hubiese tenido ninguna estabilidad familiar. Por ende, ahora se establecería de manera fija en ese centro educativo.

No conocía a nadie, sus habilidades sociales eran nulas. Padecía de crisis de ansiedad y, el hecho de estar rodeado por adolescentes que no conoce, no estaba ayudando en absoluto a su enfermedad. Él sabía que solo era una prueba, tenía que pasar por aquello si quería sanarse algún día. Conteniendo el aliento, entró en su nueva clase.

Se sentó al final, al lado de la ventana. Había escuchado que los protagonistas con las más audaces aventuras se solían sentar en aquella parte.

Llegó la hora del recreo, nadie se había acercado a él pero, eso no era ni de lejos un problema para nuestro protagonista. Fue a la biblioteca, allí fingió estar haciendo tarea mientras garabateaba en su cuaderno de matemáticas.

Una voz ronca irrumpió la sala.

— Ya sabéis, estáis castigados toda la semana en la biblioteca. A la próxima os pensáis eso de fumar en los baños. — El profesor que impartía clases de lengua castellana salió del aula dejándolos solos.

A Sicheng le faltaba el aire. Había un joven de pelo rojo como las llamas, vestido de negro y adornando aquel color fúnebre con cadenas. Sus pantalones rotos dejaban ver sus delgadas piernas, aquellas botas militares hacían que su altura incrementara por lo menos tres centímetros. La camiseta era de un grupo de rock, holgada y con algún que otro agujero por el desgaste de la misma.

— Yuta. . — Gimoteó de manera casi inaudible. ¿Qué le había pasado a su amigo? Parecía una persona completamente nueva. El chino sintió una bocanada de calor recorrer todo su cuerpo.

— Hey, ¿qué miras tanto, friki? — Dijo uno de los pandilleros. Su cabello era rubio teñido, parecía que nadie conservaba su color natural. Toda la atención recayó sobre el castaño el cual continuaba perplejo.

— Eh, eh. Vete a la mierda Xiao Jun, déjalo en paz. A éste lo conozco. — Interrumpió aquel joven que tanto le había acelerado en un pasado el corazón a nuestro protagonista. — Si no quieres meterte en líos, déjanos en paz, Sicheng.

En ese momento, los ojos del pequeño se cristalizaron. No creía que su amigo fuera a reaccionar de aquella manera, ¿acaso no lo había echado de menos? Pensamientos negativos comenzaron a penetrar su mente, la presión en el pecho comenzaba a apoderarse de él. Su vieja amiga, la ansiedad, estaba de visita.

— Tu amiguito va a llorar. — Se burló uno de los compañeros del pelirrojo. Lo que parecía imposible, ocurrió. Éste le siguió la broma burlándose.

— Vamos, marica. A llorar a tu casa. — Soltó el japonés, esa fue la gota que colmó el vaso. A pesar de que Sicheng fuera una persona tranquila, tenía un gran temperamento, su sentido de la justicia le podía a veces. Estalló.

Se acercó a su antiguo amigo mientras sus ojos contenían todo un mar de lágrimas. Cabizbajo mordió su labio con cierta fuerza, todos miraban expectantes.

— ¡Deja de actuar como un jodido idiota! — Exclamó Sicheng mientras su mano golpeaba el rostro del ajeno con toda la fuerza que encontró en aquel instante. Las lágrimas se resbalaban por su pálido rostro, no podía creer que su amigo hubiese cambiado tanto en tan solo unos cuantos años.

yuwin ; daddy issues.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora