Una mirada desde los no-lugares al mundo de las nubes bailarinas.

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Querido, el día de hoy quiero hablarte sobre el mundo de las nubes bailarinas. ¿Por dónde empezar con un tema de tal magnitud? Supongo que debo contextualizar cómo llegue aquí. Los no-lugares son espacios a los que las personas no han dado un significado compartido. O eso dicen algunos. Dicen que lo que hace que un espacio se convierta en un lugar, o sea, un ente socialmente activo, es precisamente relacionarlo con la sociedad a través del significado otorgado conjuntamente. Es así cómo un río pasa a ser "el río",un bosque pasa a ser a "el bosque", un montón de rocas colapsadas y atravesadas por raíces a un sitio arqueológico con secretos milenarios inscritos en su mera existencia. 

Los no-lugares se quedan en la penosa categoría de espacio. Este es el caso de los aeropuertos, y ,supongo yo, que de los aviones también, como una extensión de estos no-lugares. Un aeropuerto alberga cientos, a veces miles de personas a la vez. Empero, debido a la gran cantidad de diferencias que los separan como un abismo, y a lo fugaz de sus interacciones, los sujetos no logran darle un significado conjunto a nada, menos aún al lugar en el que se encuentran. 

Cada aeropuerto está relativamente estandarizado, al igual que los aviones. Los boletos son vendidos en masa y los asientos ocupados una y otra vez. Un flujo constante sin significado mayor al individual. Por otro lado, yo pienso que en estos espacios llega a gestarse una nueva identidad: "el viajero", bajo la cual sí se puede dar un significado conjunto al espacio en el que se desarrolla, a pesar de las diferencias. Pero por ahora, permanezcamos en la suposición de que me encuentro en la extensión de un no-lugar, alejado de las sociedades y sus normas. Y es precisamente desde esta burbuja de aislamiento que veo alejarse física y socialmente la bulliciosa ciudad, país y tierra. Desde este alejamiento veo la congregación de casas, campo, incluso de árboles, seguidos de una gran extensión de vacío. Como una salpicadura de pintura cuando esta se cae al suelo. Hay una mancha concentrada rodeada de pequeñas manchas dispersas, de las cuales se desprenden más siguiendo esta regla. Así sucede también en el mundo de las nubes bailarinas. 

Dejando aún más atrás el mundo humano mundano, lejano, trillado, ultrajado, tajado, rapiñado, culpado, limpiado, admirado, contemplado, explorado, feliz y lastimoso, llego de un momento a otro al mundo de las nubes bailarinas. El azul es envolvente y total. Deja de haber un arriba y abajo. El cielo bien podría ser el mar y podría haber una cúpula de agua. Es aquí donde se mueven las esponjosas. 

La lógica de este mundo es muy distinta, tanto que tan solo puedo llegar a comprenderla a través de la burda traducción simplista de lo que nosotros conocemos como un baile. Las nubes también siguen la regla de concentración y dispersión, pero a diferencia de nosotros, tan toscos y estáticos, la han perfeccionado hasta convertirla en una verdadera dinámica. Un mundo en movimiento constante, diferencias pronunciadas, y nada de permanencia. Un auténtico no-lugar. Las bailarinas siguen patrones, o lo que llamaríamos ritmos, que después cambian para formar nuevas composiciones. Giran en torno a grandes concentraciones y también bailan solitarias en la dispersión. Tan solo veo un instante de su pieza, un braceo sublime, por un lado, un atisbo de pirueta, por otro. Me gusta pensar que si la música tuviera una manifestación física visible, sería este baile. Se que tú me has dicho en reiteradas ocasiones que el baile no es una de las artes mayores debido a su dependencia de la música, sin embargo, en este mundo, mi querido Isra, sería diferente. No habría una diferencia entre una y otra. Podríamos ver la música y vivirla así. Ver composiciones y escuchar el baile. Así es el mundo de las nubes bailarinas. 

Al final las nubes nos comieron. 

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⏰ Last updated: Sep 27, 2019 ⏰

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Dinámicas de concentración y dispersión. El no-lugar  de las nubes bailarinasWhere stories live. Discover now