Después de su última misión para desmantelar la red de Moriarty Sherlock pudo volver a su vida normal con ayuda de Mycroft y sus contactos, no por nada dicen que él es el gobierno británico. Cansado después de dos años sin parar de trabajar, y ya de vuelta en Inglaterra, estaba listo para regresar a Baker Street y poder tener la elección de qué casos tomar y cómo resolverlos sin la presión que tenía antes, a excepción de tener que detener un ataque terrorista inminente en Londres. Los hermanos hablaron un poco de lo sucedido durante esos dos años mientras a Sherlock lo devolvían a una imagen civilizada, ya esto hecho Sherlock estaba listo para volver. -Creo que sorprenderé a John. Estará encantado. -¿Eso crees? -Quizás vaya a Baker Street y salga de un pastel.-dijo Sherlock con ironía. -¿Baker Street? Él ya no vive ahí.-las palabras de Mycroft sorprendieron a Sherlock- ¿Porqué lo haría? Han pasado dos años. Siguió con su vida. Sherlock se quedó en silencio unos segundos antes de poder responder. -De todas maneras voy a volver, la señora Hudson aún está en deuda conmigo por lo de su esposo y el 221B está en un lugar estratégico en Londres. Y quién sabe,-dijo en un tono algo juguetón-hoy me siento con suerte. -De todas maneras si estuviera ahí ¿te sentirías bien estando de vuelta a su lado? Ambos sabemos cómo fue para ti en aquel entonces. Callado, Sherlock pensaba en el tiempo que vivió ahí, con la única persona que le demostró que quizás dejar de ser una máquina sin corazón no era tan malo y que los sentimientos no siempre estaban del lado perdedor. -¿Has subido de peso, hermano? -No, de hecho he estado bajando, pero ¿y tú, has estado bajando también? -Con mi cuerpo, si bajo más de peso podría ser observado como si padeciera de alguna enfermedad y me costaría mezclarme en la multitud lo que haría mis casos terriblemente más difíciles. -Sabes a lo que me refiero, hermano mío. Silencio otra vez. -¿Dónde está? -¿Dónde está qué? En ese momento entró a la habitación la asistente de Mycroft con el abrigo de Sherlock, haciendo que se sintiera a gusto por primera vez desde que había entrado ahí. -Bienvenido de vuelta, señor Holmes.-dijo la asistente. -Gracias.-respondió Sherlock. Como era de costumbre, al salir Sherlock caminó un poco por las tan añoradas calles de Londres para después tomar un taxi hacia Baket street. Mycroft había preparado un auto especial para él pero su orgullo era demasiado, además, quería volver a su hogar por sus "propios medios". Pagó el taxi con algo de dinero que pudo sacar del saco de Mycroft sin que este se percatara y desde que vio la puerta los recuerdos empezaron a invadir su preciado palacio mental, y como estaba esperando, sí, tuvo la suerte de percatarse que la aldaba de la puerta estaba torcida, costumbre que tuvo John desde el momento en que Sherlock y él empezaron a vivir juntos. Tomó aire para intentar darse algo de valor y abrió la puerta, a primera instancia pudo ver a la señora Hudson y pudo hacerla callar con su mano antes de que pudiera gritar, mientras esta lo observaba pálida como el papel. -En resumen, no estoy muerto ni está alucinando.-Sherlock fue retirando su mano poco a poco, sabiendo que el grito ya era cosa del pasado-Me gustaría quedarme a charlar un poco de lo que a sido su vida desde el "incidente" pero llevo algo de prisa. Compermiso. Empezó a subir las escaleras hacia su apartamento pero se detuvo a mitad de estas. -¡Sherlock espera!-dijo la señora Hudson luego de recuperar la compostura desde el pie de las escaleras-Hay algo que debes saber. Este volteó sin bajar ni un sólo escalón. -John llegó hace un par de días, lo que es raro porque ya no vive aquí. Charlamos por un rato y después subió. No ha bajado desde entonces. Puede que se sorprenda mucho al verte, ya sabes, con su historia. Por favor ten cuidado y avísame cómo está. Yo estaré en mi cocina tomado algo para los nervios. Esto hizo que Sherlock se disgutara un poco. El ambiente de su apartamento ya no era el mismo de antes, pero asumió que era por su "muerte". De todas maneras estaba siendo más precavido de lo normal, estando alerta todo el tiempo. Al llegar a la entrada abrió la puerta con cuidado, no quería asustar a John en ese momento. Al asomarse pudo verlo de reojo en su sillón pero algo andaba mal, no estaba volteando. Tal vez estaba dormido. No. Sherlock entró totalmente a su apartamento, ya conocía ese olor, pasó los últimos dos malditos años de su vida rodeado de este. El respaldar del sillón estaba arruinado al igual que una parte del piso, aún se podía sentir el ligero olor a pólvora en el aire. John aún tenía su arma en la mano. Sherlock se congeló. Los minutos pasaron y el aún intentaba asimilar lo sucedido. Sintió algo cálido en su rostro, una y otra vez , y mientras más lágrimas caían más pedazos de él se quebraban. Llegó un punto en el que pudo dar unos pasos para acercarse pero se derrumbó justo a los pies de su amigo, su amado, su mundo. No quería verlo, no podía pero se obligó a hacerlo. Sus ojos aún estaban abiertos pero ya no eran los ojos de los cuales se había enamorado, estaban opacos, sin vida, recubiertos de una capa gris que ya no dejaba ver el hermoso azul que los decoraban y justo por encima de ellos había un orificio del cual se podían observar algo de sangre que se esparcía por su rostro, ya seca. Dos días. Dos días le tomó para enamorarse de él, dos días duró para resolver su primer caso juntos, dos días normalmente tomaban en escoger un nuevo caso, dos días le tomó llegar de nuevo a Londres, dos días en los cuales llegó demasiado tarde. Aún de rodillas al pie del sillón tomó su mano. Estaba fría, tanto como el metal de su arma. Seguía viéndolo a los ojos. Todo su razonamiento fue abandonado, ya no podía ser el famoso detective que solía ser sin su compañero. Sintió el metal en su frente y al fin cerrando los ojos pudo escuchar la pequeña explosión que acabó con su vida, del mismo arma que le arrebató su todo. Tal vez en la próxima vida nos volvamos a encontrar.
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