Esta mañana

2.1K 157 137
                                    

Dame el tiempo que no te haga falta...

¿Ya te vas? —preguntó el rubio somnoliento al notar cómo el otro chico empezaba a vestirse.

—Si... Lo siento, tengo prisa.

—Siempre tienes prisa, Agoney.

—El otro día me quedé a desayunar —se excusó, más centrado en abrocharse la camisa que en otra cosa.

—Ya...

"Y yo pensé que había sido un avance", pensó.

» No te importa que no te acompañe a la puerta, ¿no?

—No, tranquilo. Nos vemos, Raoul.

Y dicho esto salió de la habitación, al poco tiempo el catalán oyó la puerta de su casa cerrarse y suspiró, girándose para enterrar la cara en la almohada y decirse que aquella habría sido la última vez. Sin despedidas, como al canario le gustaba.

Esta mañana
se ha colado un rayito de sol,

por tu ventana,
que es la ventana de mi habitación.

Esa vez se despertó él primero, pudo suponer que estaba amaneciendo por la tenue luz que traspasaba el cristal. Se estiró un poco y notó que el otro chico se revolvía afianzando más el agarre en su cadera.

Era precioso, con los ojos cerrados, esos labios que le volvían loco y ese cuerpo al que parecía incapaz de resistirse, aunque se dijera mil veces que iba a acabar con el corazón roto si continuaba así.

Llevaban tanto tiempo en aquella situación que a veces, cuando abría los ojos, no sabía si aquella habitación era suya o del contrario, estaba seguro de que ambas camas tenían ya tatuados los dos nombres. Y ahí seguían, noche si, noche también, probablemente las mejores de su vida, hasta que se despertaba y, o estaba ya sólo, o sabía que tenía el tiempo contado para estarlo.

Se ha asomado
y me ha pillado metiéndote mano.

Esta mañana...
sí que hacía calor.

Dejó de divagar cuando unos labios le rozaron debajo de la oreja, y sonrió automáticamente. Los besos bajaron hasta su mandíbula al igual que su mano descendía por la piel tostada de Agoney hasta llegar a su culo.

—¿Hoy tienes ganas de más?

—He soñado contigo—le susurró en el oído.

Y obviamente, a eso, no podía resistirse.

Le besó en la boca, con ganas, de él y de parar el paso del tiempo. Agarró los glúteos entre sus manos mientras notaba como el moreno anclaba las suyas en sus hombros. Cuando estuvo prácticamente encima de él bajó a su cuello, llenándolo de saliva y notando la temperatura corporal de ambos y de la estancia aumentar a un ritmo vertiginoso.

Le devoró el cuerpo tal y como había sucedido al revés la noche anterior. Marcó su pecho, lo recorrió entero a besos y lametazos hasta llegar a su cintura y recrearse en ella. Sin más demora le acogió en la boca iniciando movimientos ascendentes y descendentes, dándole placer mientras los gemidos de Agoney le indicaban que no parase, que necesitaba más.

Aumentó el ritmo, tanteó con los dientes hasta un cierto punto, le agarró las caderas para que no se moviese y, cuando aflojó la garganta notó como empezaba a temblar. Se separó lo suficiente como para echarle el aliento encima, le sintió vibrar y jugó con las manos, consiguiendo que terminase seguido de un "joder, Raoul" extasiado, que le sonó a gloria.

Caricias en tu espaldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora