Con un rostro de tres metros y el brazo derecho apretujado en yeso y cabestrillo. Así estuvo Celeste todo el fin de semana. No quería ni salir de su cama; la vida era demasiado fría y cruel como para dejar el calor de sus frazadas.
—Pero si fue culpa tuya.
—¡No, no quiero volver a ver un patín en mi vida!Violeta no sabía siquiera para qué había ido a verla. Parece que no era suficiente escucharla quejarse por todo de lunes a viernes. De pronto, el celular de Celeste tiró una notificación:
—¿Así que la bebita se accidentó? —era un mensaje de voz que a kilómetros se escuchaba cizañero— Más cuidado por donde caminas, que las hormigas cabezonas están ideales para tropezarse. Un saludo a tu bracito, ¡que seguro se recupera primero que tú!
Celeste mantuvo su carota inmóvil y su celular alzado.
—No sé para qué sigues dándole importancia a la Luciana...
—¡Aaaah, cómo la odio! —gritó al cielo, como si todo el Valhalla la escuchara y decidiera asesinar a su antipática compañera.
—¿Pasó algo, Celeste? —se oyó desde fuera.
—¡No, mamá, estoy súper bien!"Súper bien enojada", pensó Violeta.
—¿Qué pasó con tu deseo de revivir el taller de patinaje, de ser precursoras de una nueva generación de patinadores?
Violeta recibió un hermoso silencio como respuesta. La accidentada estaba apenas tocando su celular, con la mano izquierda, como gato atrapando peces en la pantalla.
—Patinaje en línea, patinaje artístico, patinaje agresivo, fitness, de velocidad, freestyle, todoterreno. ¿Por qué cresta nadie me dijo que hay tantos tipos de patinaje?
—¡Celeste, cuida esa boquita! —volvió a gritar su mamá desde el patio.
—¡Dije "cresta", no es un garabato, es lo que tienen los pollos en la cabeza! —su celular volvió a arrojar notificación— ¡¿Y tú qué quieres ahora?!Otro mensaje de la antipática.
—¿Haciendo patinaje? Con razón acabaste en el suelo. ¡Además de bebita eres ñurda! —siguió una risa tan aguda que debió bajarle el volumen al celular— Mira, qué interesante. Yo igual estoy tomando clases, pero en una escuela de verdad con un profesor de verdad. No con un señor oxidado que lo único que le patina es el coco.
Y otra risa chillona. Ahora sí que el silencio se apoderó del cuarto de Celeste. Incluso la inexpresiva Violeta puso cara de sorpresa.
—¿Y cómo supo ella lo que estás haciendo?
¿Será sicópata? ¿Será pitonisa? Daba igual. Celeste se levantó de su cama, con el brazo derecho en el pecho cual Napoleón, miró al horizonte (en realidad, a la pared; sólo quería sentirse haciendo algo glorioso) e inspiró profundamente imaginando la música para una batalla final.
—Voy a aceptar el taller de patinaje —decretó, con una seguridad rara para alguien tan indecisa en todo.
—¿Aceptar qué, si a ti se te ocurrió comenzarlo?° • ° • ° •
—Pero necesitas patines en linea. Los que compraste no sirven.
—Me lo has repetido como mil veces, Violeta.Celeste esperaría a que terminara la clase de matemáticas, la primera de la semana, para acercarse al profesor. Ni un brazo menos le impediría practicar patinaje, no porque quisiera, sino para taparle la boca a la odiosa Luciana, la del mensaje de voz. Sí, su orgullo era más fuerte.
—¿Y Blanca? —preguntó Violeta, recién notando la ausencia de la compañera nueva.
—Ni idea, no soy su guardaespaldas. No me interrumpas.
—¿Interrumpirte qué?
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Rueda mientras puedas
HumorUn taller de patinaje fallido, unas amigas obligadas a hacer deporte y una escuela al borde de la quiebra buscando dinero... ¡de un campeonato de patinaje! ¿Siquiera algo bueno saldrá de esto?