El señor Bennet fue uno de los primeros en presentar sus respetos al señor Bingley. Siempre
tuvo la intención de visitarlo, aunque, al final,
siempre le aseguraba a su esposa que no lo haría; y hasta la tarde después de su visita, su mujer no se enteró de nada. La cosa se llegó a saber
de la siguiente manera: observando el señor
Bennet cómo una de sus hijas se colocaba un sombrero,
dijo:
––Espero que al señor Bingley le guste.
––¿Cómo podemos saber qué le gusta al señor
Bingley ––dijo su esposa resentida–– si todavía
no hemos ido a visitarlo?
––Olvidas, mamá ––dijo Brendon, sentado en un sillón y leyendo un libro como de costumbre–– que lo
veremos en las fiestas, y que la señora Long ha
prometido presentárnoslo.
––No creo que la señora Long haga semejante
cosa. Ella tiene dos sobrinas en quienes pensar;
es egoísta e hipócrita y no merece mi confianza.
––Ni la mía tampoco ––dijo el señor Bennet–– y
me alegro de saber que no dependes de sus
servicios. La señora Bennet no se dignó contestar; pero incapaz de contenerse empezó a reprender a una de sus hijas.
––¡Por el amor de Dios, Kitty no sigas tosiendo
así! Ten compasión de mis nervios. Me los estás
destrozando.
––Kitty no es nada discreta tosiendo ––dijo su
padre––. Siempre lo hace en momento inoportuno.
––A mí no me divierte toser ––replicó Kitty
quejándose.
––¿Cuándo es tu próximo baile, Brendon?
––De mañana en quince días.
––Sí, así es ––exclamó la madre––. Y la señora
Long no volverá hasta un día antes; así que le
será imposible presentarnos al señor Bingley,
porque todavía no le conocerá.
––Entonces, señora Bennet, puedes tomarle la
delantera a tu amiga y presentárselo tú a ella.
––Imposible, señor Bennet, imposible, cuando
yo tampoco le conozco. ¿Por qué te burlas?
––Celebro tu discreción. Una amistad de quince
días es verdaderamente muy poco. En realidad,
al cabo de sólo dos semanas no se puede saber
muy bien qué clase de hombre es. Pero si no
nos arriesgamos nosotros, lo harán otros. Al fin
y al cabo, la señora Long y sus sobrinas pueden
esperar a que se les presente su oportunidad;
pero, no obstante, como creerá que es un acto
de delicadeza por su parte el declinar la atención, seré yo el que os lo presente.
Las muchachas miraron a su padre fijamente, Brendon por su parte, parecía indiferente de la situación.
La señora Bennet se limitó a decir:
––¡Tonterías, tonterías!
––¿Qué significa esa enfática exclamación? ––
preguntó el señor Bennet––. ¿Consideras las
fórmulas de presentación como tonterías, con la
importancia que tienen? No estoy de acuerdo
contigo en eso. ¿Qué dices tú, Mary? Que yo sé
que eres una joven muy reflexiva, y que lees
grandes libros y los resumes.
Mary quiso decir algo sensato, pero no supo
cómo.
––Mientras Mary aclara sus ideas ––continuó
él––, volvamos al señor Bingley.
––¡Estoy harta del señor Bingley! ––gritó su
esposa. Al escuchar esto Brendon cerró de golpe su libro y se retiró del lugar. No dijo nada pues sabe que cuando sus padres empiezan a discutir de tal forma no se percatan de las cosas que pasan a su alrededor.
––Siento mucho oír eso; ¿por qué no me lo dijiste antes? Si lo hubiese sabido esta mañana, no
habría ido a su casa. ¡Mala suerte! Pero como ya
le he visitado, no podemos renunciar a su amistad ahora.
El asombro de las señoras fue precisamente el
que él deseaba; quizás el de la señora Bennet
sobrepasara al resto; aunque una vez acabado
el alboroto que produjo la alegría, declaró que en el fondo era lo que ella siempre había figurado.
––¡Mi querido señor Bennet, que bueno eres!
Pero sabía que al final te convencería. Estaba
segura de que quieres lo bastante a tus hijas
como para no descuidar este asunto. ¡Qué contenta estoy! ¡Y qué broma tan graciosa, que
hayas ido esta mañana y no nos hayas dicho
nada hasta ahora!
––Ahora, Kitty, ya puedes toser cuanto quieras
––dijo el señor Bennet; y salió del cuarto fatigado por el entusiasmo de su mujer.
––¡Qué padre más excelente tenéis, hijas! ––dijo
ella una vez cerrada la puerta––. No sé cómo
podréis agradecerle alguna vez su amabilidad,
ni yo tampoco, en lo que a esto se refiere. A
estas alturas, os aseguro que no es agradable
hacer nuevas amistades todos los días. Pero por
vosotras haríamos cualquier cosa. Lydia, cariño, aunque eres la más joven, apostaría a que el
señor Bingley bailará contigo en el próximo baile.
––Estoy tranquila ––dijo Lydia firmemente––,
porque aunque soy la más joven, soy la más
alta.
El resto de la tarde se lo pasaron haciendo conjeturas sobre si el señor Bingley devolvería
pronto su visita al señor Bennet, y determinando cuándo podrían invitarle a cenar.
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+Orgullo & +Prejuicio
Teen FictionCon la llegada del rico y apuesto Mr. Dallon Darcy a su región, las vidas de los Bennet ,sus cuatro hijas y su hijo Brendon se vuelven del revés. El orgullo y la distancia social, la astucia y la hipocresía, los malentendidos y los juicios apresurad...