Día uno: Anillo

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Las diminutas manos le sostenían suavemente mientras le deslizaba un ornamentado anillo en su dedo anular, aquella pieza de joyería bailó en su delgado dedo mostrando que era demasiado grande para él. Levantó su vista hacia los ojos chartreuse que brillaban emocionados en el rostro del pequeño.

-¿Señor Aeva?

Abrió los ojos y escudriñó la penumbra reconociendo los muebles de su habitación.

-Su desayuno está listo -escuchó la voz de la mucama del otro lado de la puerta.

Suspiró, las siete de la noche era demasiado temprano para despertarle. Se vistió y salió, un día más en su aburrida inmortalidad.

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