En manos de un Yonkō

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-Parte Única-

Sin duda hay que perderse para hallar

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Sin duda hay que perderse para hallar

destinos inalcanzables o de lo contrario

todo el mundo sabría donde están.

. . .

1786 |

Eran tiempos calmos entre los cuatro mares, las aguas estaban la mar de cristalinas, dejando apreciar su belleza marina. Tan calmado era todo, que nadie, siquiera aquel chico pelinegro, se esperarían tal tormenta desatada.

–Vergo...¿tú de nuevo con la familia Donquixote?–dijo sin poder creerlo, se mostraba agitado por la ardua batalla que había comenzado en su submarino.

Varios integrantes de la susodicha familia de aquel estúpido flamenco se habían reunido con el anterior comandante del G-5, la mano derecha de Donquixote Doflamingo, y sobretodo, el primero en ocupar el trono corazón bajo el nombre en clave también conocido cómo el del hermano pequeño <<Corazon>>. Era una desgracia que aquel hombre siguiera con vida, después de lo sucedido en Punk Hazard no se esperaba que estuviera vivo, menos después de los sucesos en Dressrosa.

–Jamás moriría sin cumplir una orden directa por...–se vio interrumpido por el golpe que le había propinado Trafalgar con su nodachi, Kikoku estaba perdiendo la paciencia, deseaba la sangre del contrario.

–¡No conseguirás mi corazón ni estando muerto!

Fue lo último que dijo antes de crear un Room que cubría parte del mar. Prefería perder su razón de vida antes que vendérselo al diablo. Por ello, se quitó su caja bombeando y la traslado con Shambles hacia el mar.

Era consciente de que si lo hacía se debilitaría al tener contacto con el agua, pero era lo correcto, pronto, alguien vendría a su llamado.

En otro lugar del Grand Line.

–¡Capitán, hay algo extraño flotando cerca del barco! ¿Lo recogemos?–preguntó uno de los camaradas del líder pelirrojo, hombre de buena personalidad y de gran carácter que lo vuelve intimidatorio en algunas ocasiones.

–Házlo, veamos que nos ha traído esta vez la marea–en sus labios se formó una agradable sonrisa.

Aquellos hombres se agruparon cerca de la proa, tomando una gran red para elevar el extraño objeto que a su vez resultaba extrañamente familiar.

Mientras elevaban aquella extraordinaria arca cuadrícular y transparente, algunos se sintieron tan incómodos, inseguros ante ella, que no pudieron evitar hacerse a un lado por la gran cantidad de peligro que contenía. Los cuerpos de los más cercanos experimentaban inconstantes escalofríos, temblores casi exagerados a simple vista, tan así que hasta alguno caía al suelo por la presión abrumadora que quedaba acumulada en su interior, no podían hacerle frente, excepto él, Akagami no Shanks.

El Yonkō PelirrojoWhere stories live. Discover now