capítulo único

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La soledad era algo a lo que Yena se había acostumbrado desde hacia mucho tiempo, desde que comenzó aquella etapa de pubertad para ser mas específicos. Yena no tenia ningún tipo de problema en estar sola tanto en la escuela como en su hogar pues había aprendido a sobrellevar por supuesto con ayuda de algunos medicamentos, después de todo nadie querría tener que ver con alguien como ella...

Cuando cumplió apenas 12 años comenzó a sentirse rara, había veces en que era tan feliz que podría cantar por horas pero de la nada ese sentimiento era reemplazado por una molestia tan grande que no dudaba al insultar a todos a su alrededor para enseguida sentirse tan rota y vacía que nadie podía ayudar a calmar los sollozos que escapaban de su boca, lentamente sus amigos comenzaron hacerla de lado mientras señalaban lo rara que era y Yena no lo entendía ¿Que estaba mal con ella?

Ser diagnosticada con un trastorno bipolar nunca fue fácil, ni para ella ni su familia. Hacia algunos años no había comprendido de que se trataba, tampoco entendía porque su mamá lloraba sola en su habitación luego de regresar con el doctor ¿Como una niña de 12 años podría entender eso?  Lentamente su vida comenzó a cambiar, aquel bello ambiente familiar comenzó volverse opaco y sin sentido, Yena solo aceptaba aquellas pastillas que recibía que según su papa la harían normal.

Pero jamás se sintió así.

Ni con todo el tiempo que se la pasa con su psicóloga sentía algún avance, se volvio una completa extraña para todos y tampoco le interesaba cambiar las ideas o rumores que crecían a su alrededor, ya nada de eso le interesaba.

Ya no buscaba encajar para agradarle a todos,ni a su famila. Comemzo a volverse invisible para todos, nisiquiera sus padres notaban cuando ella salia o volvía de casa y en cierta parte lo agradecía, no quería tener más de aquellas miradas llenas de lastima ni tampoco tener que soportar las preguntas incómodas y vacías que se le hacían, pues ella sabía que ninguno de ellos estaba realmente interesado en saber sobre sus avances. Y estaba bien, era una decisión de ellos que terminó por respetar y aceptar, pues de todos modos no tenía de otra.

Había perdido la cuenta de cuantas veces había querido suicidarse o por lo menos intentado, las marcas en sus muñecas y los botes de pesticidas sin abrir abajo de su cama eran una señal de ello pero por supuesto a nadie le interesaba eso, a nadie le importaba lo tanto que deseaba dejar de respirar en ese momento y ser libre.

Pero... Era demasiado cobarde para hacerlo y por eso se odiaba.

Su psicóloga Kwon Eunbi había tratado un sin fin de veces de hablar de esto con sus padres y sólo pudo darse cuenta de la basura que eran al decir "Sólo es una etapa" o "Quiere llamar la atención" Y Yena nisiquiera se sintió herida, porque hacía mucho ella había pedido ayuda pero nadie se la dió.

Aunque de todo esto había algo bueno, Yena se había animado a cambiar su estilo por completo y aceptaba que estaba orgullosa de su cabello violeta y alguna que otra perforación que se había hecho aún cuando su hermano le dijo lo "Vulgar y fea que se veía" para ella era bonito el cambio que se hacía o eso era hasta que sus ataques volvían y le hacían querer arrancar cada cabello de su cabeza por completo y quitarse los bellos aretes dorados de sus orejas y labio.

Pero eso ya pasaba rara vez gracias a los medicamentos aunque eso no mejoró su vida ni un poco, término la escuela media con calificaciones mediocres y no se animó a entrar a la universidad por sus inseguridades terminando por trabajar en una cafetería, en donde justo ahora estaba por entrar a su turno.

Saludo con la mano a su jefe y se adentro al pequeño cuarto para empleados, se dejo caer contra la fría silla de madera y comenzo atar su cabello en una cola alta, enseguida busco en su bolso su gafete colocándolo en su camisa antes de salir hasta la caja.
La tarde transcurrió tranquila y sin demasiada gente gracias a que era lunes, cosa que le dió un respiro que agradeció mentalmente mientras dibujaba en una pequeña libreta en donde anotaba las órdenes, el sonido de la puerta siendo abierta le saco de su ensueño y en cuanto levanto la vista observó a una pequeña rubia que se acercaba con una enorme sonrisa en sus labios.

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