❝Sentimientos por libertad❞

Capítulo 1.

Tú ni siquiera deberías de existir.

No recuerdo cuando esa frase comenzó a ser constante en mi vida, para la mayoría de los demonios pura sangre de "El lago de las almas" era bastante difícil afrontar que, a pesar de mi procedencia, era su princesa. Única heredera al trono de mi padre. 

Mi padre, Samael, había revelado el secreto de mi procedencia en una reunión en donde participaban los 7 demonios mayores del infierno. Poca fue su aceptación hacia mi presencia cuando mi padre reveló que fui el resultado de un experimento realizado junto a otro demonio mayor femenino; sangre humana y el cuerpo de mi padre fueron usados para crearme. 

No sé qué estaban pensando Lilith y mi padre al jugar de esa forma con su descendencia. Los demonios odiaban a los humanos, era usual que sólo se usara su carne para alimentarse o entretenerse. Pero la obsesión de Samael por crear al hijo perfecto y letal en ambos mundos lo llevó a tomar esa decisión, o al menos eso es lo que le decía a todos, incluyéndome.

Que ridículo sonaba aquello, el gran rey dragón del infierno jugando con genética humana y las leyes de su mundo. ¿Por qué no hizo solo lo que le pedían? Un heredero demoníaco podía ser más peligroso que un experimento, pero mi padre se había negado rotundamente a tener otra descendencia. Aquello tenía partes buenas como malas, sin descendencia yo no tenía competencia y muy probablemente, aún siendo mayor, un demonio completo me quitaría ante los ojos de los demás lo que por derecho es mío.

— Ni siquiera lo pienses. — El sonido de mi propia voz irrumpió el hilo de mis pensamientos y el silencio que me acompañaba. Podía notar una presencia a mi lado, era débil pero sus intenciones estaban claras. Era la única que tenía permiso pasearse por el camino sangriento, aquel lugar no estaba permitido para nadie más. A excepción del rey, claro.

Giré el rostro lentamente clavando los ojos en la criatura que me miraba con una sonrisa socarrona en los labios, mostrando los afilados colmillos que adoraban su dentadura, haciendo su sonrisa aún más llamativa. Un demonio tipo íncubo del reino de Lilith me observaba. Era atractivo, tenía que admitirlo, esa mujer ponía mucho esfuerzo en crear seres perfectos, habría que verme a mí para comprobarlo. Mi acompañante era más alto, cabello azabache, ojos tan negros como su cabellera e iba sin camisa mostrando despreocupado un abdomen que a simple vista parecía trabajado pero estaba segura que era simple casualidad de su genética. Casi parecía un humano, casi, de no ser por la piel pálida y los cuernos que resaltaban de su cabello, sin obviar claro aquel par de colmillos que reflejarían cualquier luz sin problema. 

Él era, sin dudar, la clase de demonio que era mandado al mundo humano para corromper almas femeninas. La clase de demonio que no toleraba tener cerca. El egocentrismo no le sentaba bien a seres inferiores.

Lentamente el demonio apartó la mano que mantenía en dirección a mi cabeza, bajando consigo el arma con el que me estaba apuntando, un intento vago de ser amenazante. Un brillo de diversión atravesó sus ojos y estaba segura que se había tomado el tiempo para atacarme solo porque consideraba que tenía una oportunidad.

— ¿Qué es exactamente lo que quieres? — Pregunté enarcando una cena, mi mirada buscó el arma plateada de su mano. — ¿Matarme? ¿Con eso? — Sonreí de forma burlona, él me observaba aún sin apartar la sonrisa de sus labios.

— Quería confirmar los rumores de que la hija de Samael es humana... — Cada palabra iba acompañada de pequeños pasos a mi alrededor, la daga giraba de forma descuidada entre sus dedos. Estaba segura que aquella era una mentira. Llevaba toda mi vida en ese lugar, mi nacimiento no era una novedad y debido a la poca aceptación mi presencia no se mantuvo como un secreto nunca. — Puedo sentir parte de tu alma desde aquí. Es repugnante... E interesante a la vez. Me pregunto si demorarás tanto en morir como un humano normal, me gustaría verte agonizar lenta y dolorosamente.