Capítulo 4

9.6K 338 4
                                    

Su piso era amplio y estaba ordenado y limpio. Me gustaba la distribución y decoración de su casa. Pero no pude ver mucho, dado que nada más entrar me llevó por un pasillo hasta una habitación que abrió con llave. Nada más abrir la puerta descubrí su mazmorra. Una cruz de San Andrés en una pared, un potro en el centro de la estancia, una jaula de tamaño medio en una de las esquinas. Otra de las paredes estaba llena de ganchos donde colgaban cuerdas de distintas longitudes y látigos. Debajo, había un mueble de cajones. Tenía mucha curiosidad por saber lo que tendría guardado en ellos, de ese modo podría saber qué tipo de Dom era, pero eso tendría que esperar. Entré hasta llegar a la mitad del cuarto y me di una pequeña vuelta, evaluando lo que había ante mí mientras Álvaro entraba y cerraba la puerta tras él. 

 -Bonita mazmorra-comenté. 

-Gracias. ¿La tuya es parecida?-me preguntó mientras se quitaba la fina chaqueta y la dejaba sobre el mueble, mostrando la camiseta de mangas cortas negra que llevaba debajo. 

-No tengo mazmorra propia-él me miró con sorpresa en sus ojos, así que decidí explicarme-. Mi piso es muy pequeño para tener una. Además, no quiero que los sumisos sepan dónde vivo. Me gusta tener mi intimidad. Cuando quiero tener una sesión, simplemente alquilo una en el club. 

-Entiendo. Bueno, no sé como puedes comportarte durante la sesión, así que iré de menos a más. Te ataré las manos y el pecho y te haré un poco de spanking para hacerte entrar en calor. Después, te...-comenzó a explicar. 

-No hace falta que me cuentes todo esto. No soy una jovencita inexperta-le espeté, un poco molesta. 

-En la sumisión sí-me respondió él. Apreté la mandíbula al darme cuenta de que tenía razón. Esto, posiblemente, me iba a costar más de lo que pensé en un primer momento. Pero no le iba a dar muestra de eso a él. Levanté la cabeza, retándole abiertamente. 

-Haz lo que quieras hacer y al final de la sesión decidiré si me ha hecho gracia o no-él me miró durante unos instantes, y después sonrió. Tras ese momento, la atmósfera cambió totalmente entre nosotros. Tragué copiosamente. 

-Muy bien. Desnúdate-me ordenó mientras se iba hacia una silla que había al lado de la puerta y se sentaba, observándome. Se colocó cómodamente sobre el asiento, esperando a que yo obedeciera. "Venga, Gabriela, esto es lo que querías desde hacía tiempo. Simplemente lánzate y cumple tu fantasía". Dejé mi bolso sobre el mueble y me quité los zapatos. Después comencé a quitarme la ropa. Sentí como la mirada de Álvaro me quemaba allí donde se posaba. Me sentí tremendamente deseada, pero no de la manera a la que estaba acostumbrada. En el club, era casi idolatrada por los sumisos. Me miraban con respeto, deseando ser sometidos por mí, pero sin atreverse a acercarse lo suficiente como para tocarme. Pero él me observaba con un deseo carnal, de manera posesiva, sabiendo que en breve sería suya de una forma que no había sido de nadie. Saber eso, muy a mi pesar, me puso más cachonda de lo que lo había estado en mucho tiempo. 

Continué desvistiéndome hasta quedarme en ropa interior. Me giré hacia él lentamente, disfrutando de cómo Álvaro me comía con la mirada. Cuando notó que solo lo observaba, pero no continuaba obedeciéndolo, arqueó una ceja y señaló mi ropa interior con su mano, aunque sin pronunciar ni una sola palabra. Llevé las manos a mi espalda y me desabroché el sujetador, dejándolo sobre el mueble y la montaña que había formado mi propia ropa. El tanga le siguió al momento. 

-¿Te gusta lo que ves?-inquirí con una voz ronroneante. 

-Sí. Me gusta mucho-respondió mientras se levantaba. Se acercó a mí hasta llegar a mi altura, y después comenzó a rodearme, evaluándome por entero. Puso su dedo sobre mi brazo, subiendo lentamente hasta llegar al hombro y después bajando por mi espalda, terminando en mi cadera. Por el camino me fue provocando escalofríos de placer que alteraron mi respiración más de lo que quería admitir-. ¿Estás nerviosa?

-Un poco-respondí. Mejor ser sincera y dejar los juegos para más tarde. 

-¿Un poco, qué?-susurró en mi oído. Miré al frente, sabiendo lo que quería que dijera. Si vas a hacer algo, mejor hacerlo bien. Cerré los ojos y cogí aire, soltándolo poco a poco. Abrí los ojos. Ahora me sentía preparada. 

-Un poco, Señor. 

-Bien. Empecemos-sentenció Álvaro. 

SwitchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora