Prólogo

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Todo se veía oscuro excepto por aquel semáforo que parpadeaba iluminándolo todo naranja, solo se escuchaba el intenso latido de mi corazón y mi respiración agitada, sus pasos no se oían, ¿Se habría detenido? ¿Lo habría perdido? No lo sabía, pero me dispuse a correr hasta aquella mansión de la avenida principal. Por fin la vi: blanca, gigante, acristalada y, por supuesto, con una verja que hacía imposible creer que se podría entrar. Pero allí estaba yo: tocando el timbre. Todo acabaría allí, aunque yo sabía que la imagen de aquel cadáver en el suelo me atormentaría para siempre.

El caso AstonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora