Sin título

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—Creo  que tardo demasiado en poner titulo a mis obras —le dije a mi padre. 

—¿Cuánto sueles tardar? ¿Horas, días?—me preguntó él.

—Creo que la media está en un mes.

—¡Vaya! Quizás debas mejorar en ese aspecto, no creo que la tardanza haga que escojas el título perfecto.

—No, no lo creo...—me quedé callado unos segundos reflexionando y luego añadí—.Gracias papá.

Así es como empezó todo, un poco absurdo ahora que lo pienso. En cuanto tuve esta pequeña conversación con mi padre me puse a investigar cómo escoger el mejor título para mis obras. Veréis, he estado escribiendo desde que tengo uso de razón, pequeños cuentos, cortometrajes para el cine, historietas para cómics,  incluso tengo una novela y no me ha ido mal, he ganado bastante dinero con algunas historias, demasiado para tener 17 años según mi madre, incluso yo disfruto con lo que escribo que es lo importante, pero siempre me han costado los títulos. Han sido mi debilidad desde siempre, para mí los títulos son como los finales para Stephen King, siempre le han criticado por escribir malos finales y si la gente es capaz de criticar a Stephen King imaginaos lo que podrían pensar de mis títulos. La solución a este problema hasta ahora siempre había sido que me escribiese el título otra persona, cualquier amigo o conocido que hubiera leído la historia me servía y desde hace poco me he estado planteando contratar a alguien para que lo haga. El caso es que siempre he sido ambicioso, yo siempre intento mejorar en todos los aspectos de mi vida y siempre he estado esforzándome para escribir buenos títulos, pegadizos que resuman de forma efectiva lo que está pasando, el resultado es que me tiraba de los pelos pensando durante meses y eso me llevaba a que me escribieran los títulos. Hasta aquel día. Esa conversación tan tonta lo cambiaría todo.

Me puse a investigar y como cualquier adolescente que investiga lo primero que hace es entrar en Internet. Entré en varias páginas que al fin y al cabo siempre decían lo mismo, así que decidí adentrarme en las profundidades, empecé a entrar en la página 10 de resultados de Google, 20, 30, las cifras iban ascendiendo de 10 en 10, hasta que finalmente en la cifra 75 o 175, ya no lo recuerdo muy bien, encontré un maravilloso blog de un escritor. El escritor no era muy famoso, sí que había escrito libros con lo que para mí es un gran número de ventas pero no era conocido internacionalmente, era de un pequeño pueblo de Irlanda, me encantaría deciros cual pero tampoco lo recuerdo, los pueblos de allí tienen nombres muy extraños. El caso es que explicaba cómo había conseguido tanta fama en su país. Yo sabía que los escritores de por allí eran muy buenos pero no me fiaba mucho de esta persona, así que a pesar de haber estado varias horas buscando páginas sobre escribir buenos títulos le eché un poco de ganas y en otra pestaña de mi ordenador busqué al tipo. Aquí es donde me di cuenta de lo buen escritor que era, tenía como 15 novelas escritas por él y creo recordar que como mucho tenía 30 años. Aquello parecía fiable así que regresé al blog esperando los mismos consejos de siempre, al fin y al cabo ¿A qué escritor le interesa que conozcan sus trucos? Pero para mi sorpresa no me encontré nada de lo que había leído antes, todo estaba escrito en primera persona y de forma muy cercana te iba explicando todo lo que había hecho hasta llegar dónde había llegado, como si fuera un amigo. Al principio no hablaba mucho sobre títulos que era lo que a mí me interesaba, sino de algunos métodos y ejercicios que él utilizaba casi de forma diaria, era muy interesante porque yo hacía cosas parecidas así que continué leyendo y todo empezó a oscurecerse. 

Como iba diciendo el tipo explicaba en el blog casi a modo de diario sus métodos y ejercicios, hasta cierto día en el que aseguraba haber leído el libro de su vida, un libro que lo había cambiado todo para él. En publicaciones del blog más recientes comentaba que su novela "El tambor de Jericó" la había escrito en una noche, 320 páginas en una sola noche, y todo gracias a este libro. Obviamente recuerdo el nombre de esa novela, —El tambor de Jericó, ¡Qué buen título!—pensé. Pero, ¿Cómo había escrito algo de calidad en tiempo récord?

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