Reinkarnation

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Una calle y otra, doblar la esquina, ir derecho hasta llegar a la avenida y de ahí voltear a la derecha, eran las indicaciones que Dani había recibido para poder tomar el transporte que lo
llevaría al lugar donde sería su presentación de piano. Pero no caminaba de forma tranquila, tenía que correr pues se le había hecho tarde después de quedarse dormido causa de desvelos acumulados.

Después de unas cuadras más por fin estaba en la parada frente al autobús en el que se subiría una vez terminara la cola de personas que llegaron antes que él. Gracias a la desesperación del chofer no tuvo que esperar mucho, pero esto no lo salvó de ir parado y aplastado en medio de otros pasajeros. Pronto sintió la molestia recorrerlo… y también un
mal olor, de esos que sólo te encuentras por las tardes de regreso en el camión. Comenzó a sentirse inquieto, su traje que apenas había tenido tiempo de planchar se humedecería con esa apestosa fragancia y su cabello terminaría todo revuelto por la fricción con otras personas.
El deseo de matar a todos punzaba fuerte en su mente, así que no tardó mucho en imaginar
cosas.

¿Qué pasaría si?... Era lo que pensaba de camino a su destino, ¿y si al sujeto que venía golpeándole el trasero con su mochila… se electrocutara al presionar el timbre? Imaginó el impacto, las reacciones e incluso trató de despegarse un poco de él, no fuera a ser que la corriente fluyera a través de sí mismo y terminara achicharrado. ¿Y si la muchacha que había utilizado un asiento para poner su mochila se levantaba y en un frenón se ensartaba en un tubo mal colocado de por ahí y moría por desangramiento?

No pudo contener una retorcida risa, por lo que pronto algunos pasajeros se le quedaron viendo de manera extraña, pero no podía importarle menos.
Los minutos restantes siguió imaginando cómo deshacerse del tumulto de gente y logró así
apaciguar su molestia. La chica se levantó normalmente unas cuantas paradas antes que él y
el otro chico tocó el timbre con naturalidad y bajó en la misma parada que Dani. Se sacudió
el traje y pasó la mano por su cabello para luego caminar con prisa a la entrada del auditorio.

Ahí se encontró con su maestro, quien lo miraba con un gesto recio y reloj en mano, Dani sólo pudo bajar la mirada a modo de disculpa. A unos cuantos pasos se hallaba el gran y hermoso piano de cola en el que ejecutaría su reciente composición y al lado de este estaba la
escritora de la película para la cual había compuesto dicha pieza. En el momento en el que comenzó a leer el libro para darse una idea de qué clase de melodía debía crear se encontró
a sí mismo realmente fascinado con la historia, terriblemente fascinado. Sobre un ángel que había sido mandado a la tierra por el Dios en mando por intentar revelarse ante una organización llamada "La Orden
de los Ángeles". Dani terminó leyendo todo el libro.

Saludó cordialmente a la escritora y el deseo de platicarle cómo lo hizo sentir su libro se hizo presente, sin embargo, tendría que apresurarse a presentar su pieza, tal vez después habría tiempo de hablar con ella.
Se sentó en el banco taburete del piano y sus manos comenzaron a danzar estratégicamente sobre las teclas, con serenidad y calma pues era su propia pieza. Se dio la tarea de tocar tan suave al inicio, como dudando ¿realmente escogerían su canción para formar parte de una composición audiovisual tan completa como es una película? Su tempo variaba ligeramente, tembloroso, inseguro, justo como el Ángel al inicio del libro. Pequeño e inexperto, tan sólo
receptivo a lo que estaba a su alrededor, digiriendo tanta información de la manera en que
sólo un pequeño niño podría. Después, al igual que la intensidad de la melodía, el pequeño Ángel crece y comienza formar su propio criterio, se puede sentir con el impactar de los delgados
dedos del pianista sobre el marfil blanco y una sensación de injusticia se hace presente cuando hay que aumentar la dificultad de la pieza. Después de todo, si quería ser el tema principal de la película no podía conformarse en crear una canción monótona y repetitiva, necesitaba
altos y bajos, un clímax y un desenlace.

Pero podía hacerlo, se había vuelto tan bueno tocando y componiendo para piano que podía fácilmente ejecutar piezas más complicadas que esa. Al pensar en ello Dani deja de dudar y se sumerge en la siguiente estrofa con seguridad. Él había decidido el tempo de cada nota, la intensidad con la que
presionaría cada tecla y por cuánto se prolongaría ésta. Hacía su voluntad, tal como el Ángel cuando encontró su objetivo en la vida, retar a Dios y demostrarle lo equivocado que estaba
al ejercer su divinidad. Sus manos entran en conflicto y se cruzan desde un extremo al otro
en el amplio piano, invadiendo sus octavas, como batallando, robándose la atención del oyente cuando el acompañamiento se vuelve la voz principal y la que fue una vez la voz se
vuelve acompañamiento. Dani recuerda esa escena claramente, en el Coliseo, cuando el Ángel está a punto de imponerse frente a Dios, pero se ve traicionado por sus propios hermanos.
Y pierde.

Si el arrebatamiento entre sus manos ya era intenso, ahora la fuerza con la que azotaba a las
teclas era capaz de llenar a cualquiera con un corrosivo sentimiento de desesperación e ira.
Y con cualquiera se incluye al pianista. Su ceño se frunció al recordar el momento en el que el Ángel fue exiliado del cielo, hundido en toda clase de emociones corruptas mientras caía
a la Tierra, la cual observaba con admiración cuando era pequeño. La tonada desciende rápidamente, no puede detenerse ni siquiera para amortiguar el inminente impacto.
Destrozado, termina la caída del Ángel en un acorde menor, arrinconado hasta la última
octava del instrumento. Dani detiene su ejecución por un tiempo más prolongado del que se plasmaba en sus partituras, por alguna razón se siente abandonado, traicionado, enojado. Sólo
quiere levantarse de su lugar y matar a todos por lo que le han hecho. Sus manos tiemblan al
igual que sus pupilas, las cuales ya se han contraído, sus dientes están apretados y siente el
calor recorrer sus venas. Dios había sido tan débil comparado con él que, como no pudo matarlo, tuvo que dividirlo en dos seres, de los cuales uno conservaría los recuerdos y el otro
los sentimientos. El pianista también recuerda esas páginas y es capaz de empatizar con
el Ángel… que ya no es un Ángel. Dani no comprendía por qué tanta ira y decepción lo envolvían en el momento, ya había tocado la canción múltiples veces, mientras la componía
y cuando la ensayaba, nunca había sido muy difícil ejecutarla y sin embargo ahora no podía
continuar y ya faltaba la parte más suave y tranquila de la pieza.

El carraspeo de su maestro lo hace voltear, están esperando a que continúe. El pianista se sacude mentalmente para seguir tocando pero de pronto un sonido sordo lo distrae. La
escritora está en el piso, abrazando sus rodillas, llorando. Ésta lo voltea a ver y sus ojos
brillan, como si se hubiera encontrado consigo misma, entonces Dani pierde la poca calma que había conciliado hasta el momento y deja que sus recuerdos fluyan, al igual que el Ángel forcejea dentro del vientre de su nueva madre para ver la luz. El joven alza la mirada al cielo,
ya no hay paredes ni luces más que la del Sol, y hay nubes moviéndose a paso lento, dejando
ver gradualmente lo que alguna vez fue su hogar y los que alguna vez fueron sus amigos. Sin
embargo, ahora sólo había rencor. Cierra los ojos y deja que la fuerza de gravedad lo azote contra el suelo. Ahora puede soñar y recordar.

Soñar y recordar.

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2021 ⏰

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