1

182 20 6
                                    

Ya llevaba más de media hora esperando en esa habitación blanca y reducida, solo con un banco para apoyar el culo y una planta en la punta contraria a donde él estaba. El silencio absoluto le estaba comiendo el cerebro, alimentando su ansiedad y dando a su pierna derecha una razón para comenzar a rebotar contra el suelo, una y otra vez. Suspiró profundo para calmarse e intentó distraerse sacando los pelos blancos de su gato que estaban enganchados en su sweater negro y en su bufanda gris. En realidad no acostumbraba a vestirse con ropa tan abrigada, pero le habían advertido que en aquel lugar la temperatura era muy baja. Se arrepentía de no haber llevado esa manta de lana que su madre tejió para él. Hacía mucho frío.

— ¿Jean Kirstein? — Una voz lo sorprendió, se suponía que estaba solo en esa habitación — Creo que no escuchaste cuando la puerta se abrió, lo siento si te asusté.

— No, no, solo estaba pensando y me has tomado por sorpresa. Eso es todo...

La mujer apoyada en el marco de la puerta le respondió con una sonrisa amable, lo que le dio cierta tranquilidad. Llevaba puesta una bata blanca, con ropa cómoda debajo y su cabello recogido en un moño para que no la molestara, supuso. También traía un par de anteojos puestos, y otro par sobre su cabeza, no le prestó mayor importancia, sólo volvió a sus ojos marrones que lo miraban esperando una respuesta.

— Am... eh... l-lo siento, sí soy Jean Kirstein — se puso de pie y se aproximó a ella para extenderle la mano — Tu eres-

— La dra. Hanji, sí — lo cortó — Bueno, es un gusto Jean. Connie me ha hablado muy bien de ti, de tu sentido de responsabilidad y sobre todo de la ética que te traes. Eso es muy, muy importante en este trabajo.

— Si, si. Lo sé, yo... no tendrás ninguna queja de mi trabajo. Te lo puedo asegurar — la miró a los ojos.

— Es bueno saberlo. Bueno... sígueme, te mostraré el lugar.

Tomó su mochila y fue tras ella a paso apresurado, intentando seguir su ritmo energético y firme mientras observaba los pasillos del lugar. No había variedad en la decoración, tal vez algún que otro cuadro, alguna que otra planta con hojas verdes y amarillas... De pronto comenzaron a aparecer ventanas que daban a las habitaciones del otro lado de las puertas, pero no pudo observar qué había detrás de ellas.

— ¿Tienes alguna duda que quieras despejar con respecto a esto? — ella habló de nuevo en su marcha — Supongo que te habrán informado muy bien sobre el trabajo, pero aún así quiero que me hagas saber si tienes preguntas ¿bien?

— Oh... claro. Y no, no tengo ninguna duda si... si te refieres a las... sirenas.

— ¿Sirenas? — rió — Las sirenas son criaturas mágicas, y en nuestro mundo la magia no existe. Esta especie con la que trabajamos se asemeja mucho a una sirena, pero no lo es. No te confundas Jean... también se parecen a los humanos, mas tampoco lo son — su voz sonaba reconfortante — Ya tendrás tiempo de aprender las características y diferencias, no te preocupes. Si es que tu forma de trabajar me convence, claro.

— Si, no debes tener dudas de eso. En serio.

— Como sea. Mira, estos son los tres laboratorios — señaló deteniéndose en el lugar — A la izquierda trabajamos nosotros, es el principal. Los otros dos son de mis asistentes, Moblit y Armin. Ya sabrás en donde encontrarme ahora.

Jean echó un vistazo. Había tres camillas de metal, muy largas y con cinturones incorporados, de esos para sujetar a quien quiera que Hanji necesite estudiar. También había máquinas entre las que distinguió algunas parecidas a las de los hospitales y monitores de registro de actividades. Ella tenía tres computadoras y demás instrumentos menores como microscopios, tubos de vidrio y cajas pequeñas con cosas que él no pudo distinguir. Se sentía en una película... Bueno, aunque ese laboratorio era más creíble que decir que trabaja con sirenas. ¡Sirenas!

— Genial — fue lo único que pudo decir, anonadado.

Hanji rió.

— De aquí no tienes que tocar nada, ¿de acuerdo? Así que no te concentres tanto. Ven, sígueme.

Iniciaron marcha de nuevo, hasta que el pasillo de dividía en dos al final del camino. Él se mantenía calmado, quería verse profesional, aunque desde que llegó al lugar lo único que podía hacer era pensar que por fin vería una sirena de cerca, observar todas sus características, deleitarse con esa creación divina. Porque sí, para Jean no eran una especie nueva, era algo mágico que quedó de un mundo que fue muriendo con el tiempo. Todos esos libros que leyó y esas teorías que vio explicadas en vídeos de YouTube no podían ser falsas, habían pruebas muy convincentes (según él). Entonces, estaba muriendo por ganas de verlas y verlos, y cuando Hanji se detuvo para girarse hacia él, pudo sentir esas ansias como si fuese un niño.

— ¿Has visto a alguno ya?

— No. Digo, yo trabajaba en el puerto, sabes. Descargaba las cajas con sirenas para que pudieran transportarlas, pero nunca he visto una de cerca... — hizo una pausa, desenterrando memorias — Solo una vez... una vez hubo problemas en el puerto, porque una caja se rompió cuando unos compañeros la estaban bajando y- y... yo... yo vi una enorme cola negra... si.

— Una cola negra — dijo con una sonrisa enorme.

— Así es. Y era imponente. Grande.

— ¿Te aterró?

— No, no. No estaba aterrado pero sí me pareció... intimidante, no lo sé. Y muy hermoso, sin embargo.

— Ya veo... Pero mejor me cuentas la primera impresión cuando veas esta especie bien de cerca. Que haya roto una caja de transporte ya debe decirte algo. Son fuertes los "cola" negra — guiñó un ojo — Y también por eso solo pudimos atrapar dos, un macho y una hembra.

Asintió rápido, con entusiasmo. Tomaron el camino hacia la izquierda, el lugar haciéndose más frío cada vez, hasta que llegaron a una puerta metálica con una pequeña pantalla en la izquierda que pedía introducir la clave. Casi ríe al ver que Hanji marcó "1234", y se desbloqueó.

— Por cierto... — ella lo miró de frente antes de empujar la puerta — No se llama cola, se llama aleta, aleta caudal de hecho. Y es una parte importante porque además de esencial para su desplazamiento, es lo que distingue a qué grupo pertenecen... Ya sabes, como las clases sociales de nosotros o algo así. Ya verás, tranquilo — contestó ante la mirada curiosa que él le dedicó.

Y así fue como para Jean se abrieron las puertas a aquel mundo mágico y de ensueño.

Fascinante. Ya quería ver a esos cola negra.

Cerró las manos en un puño, y sintió sus uñas clavarse en su propia piel cuando Hanji empujó la maldita puerta.

AnimalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora