El día que me marché

212 39 67
                                    

Ese 8 de noviembre amaneciste resplandeciente, rebosabas felicidad sin saber yo si era por algún motivo en especial.
Parecía que nada ni nadie pudiese estropearte ese día. Expresabas tanta alegría en cada uno de tus pasos que nadie podría presagiar lo mucho que sufrirías unas horas más tarde.

Yo me había despertado antes que tú y me encontraba haciendo el desayuno para los dos cuando sentí tus brazos rodearme por la espalda, para después elevarme del suelo y dar una vuelta, conmigo en el aire antes de depositarme cuidadosamente de nuevo.

Agarraste mi cintura para girarme hacia ti, mostrándome tu hermosa sonrisa acompañada de tu pelo revuelto y tu ropa algo descolocada, dándome una curiosa imagen, la cual estaba orgulloso de poder admirar todas las mañanas.

Llevé mis manos a tu cuello y de un momento a otro, nuestros labios ya estaban juntos, dándose los bueno días antes que nosotros.

Al separarnos sólo nos dirigimos una sonrisa antes de devolver mi atención a la sartén.

Escuché como encencías la cafetera pero pronto estabas otra vez abrazando mi cintura y yo relajándome entre tus brazos.

–¿Qué tal dormiste, bebé? –tu ronca voz mañanera cerca de mi oído me hizo estremecer, tú lo sentiste. Lo supe cuando te pegaste más a mí, juntando por completo mi espalda a tu pecho, buscando el mayor contacto posible.

Intenté tranquilizarme y hacer como si nada para terminar los huevos revueltos que se encontraban en la sartén.

–Pues no me soltaste en toda la noche, así que muy bien.

–Y no te pensaré soltar en todo el día, te lo puedo asegurar. Si pedimos el día libre en la academia fue por algo y no lo pienso desaprovechar.

Por ser nuestro aniversario, los dos pedimos el día libre en la academia de baile en la que trabajamos juntos, lo especificamos hace meses para que no pudiese haber negaciones inesperadas.

Traspasé la comida a un plato grande y apagué la vitrocerámica antes de sentir tus labios en mi cuello y una de tus grandes y suaves manos colándose bajo la camiseta grande que llevaba puesta, cabe resaltar que era tuya.

–Jungkookie... ¿No tuviste suficiente ayer? –te dije echando mi cabeza a un lado para darte más acceso, disfrutando por completo tus caricias en mi vientre y los húmedos besos tras mi oreja.

–Nunca tengo suficiente cuando se trata de ti. Y si me hubiese bastado no estaría haciendo esto...

Y sin dejarme mover ni un músculo más o pronunciar palabra alguna, tomaste mis caderas y me elevaste, caminando conmigo en brazos hacia nuestra habitación, de vuelta.

¿Que más decir?

Desnudos y abrazados bajo las sábanas, con el desayuno frío en la cocina, te excusaste diciendo que teníamos que empezar un día tan importante por todo lo alto, me mimaste mucho hasta que acepté tu calentura matutina y me dejé querer por ti un poquito más, durante una media hora, hasta que te obligué a salir de la cama.

De nuevo en brazos me llevaste a la ducha, donde nos lavamos todo lo rápido que pudimos entre besos y caricias demasiado dirigidas por tu parte y detenidas por la mía, envueltos en risas mutuas.

Cuando salimos y nos vestimos ropa cómoda antes de hacer la cama, acabaste de preparar el café y desayunamos los huevos revueltos fríos, acompañados de tus falsas disculpas y mis divertidas quejas.

–Ya verás, será el mejor aniversario de tu vida.

–Eso llevas diciendo cuatro años –reí, mientras limpiábamos todo.

• 21 ɢʀᴀᴍᴏꜱ • ᵏᵒᵒᵏᵐᶦⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora