1. Ocho Veintiuno Veinte

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Prisión de alta seguridad "San Agustín"
Ala Nordeste. 07.45 a.m.

–Identificación.
–Sasha Avenir. Vengo por el marcado.
¿Está armada? –preguntó mirándola sobre sus anteojos– Tal vez debería...

La puerta se abrió frente a ella, y dió un paso adelante, la puerta se cerro tras ella y hubo  silencio por un momento. La puerta frente a ella se abrió y hubo de nuevo ruido.
Eran entre alaridos y murmullos inentendibles. Y un montón de centellas zumbando de lado a lado con la velocidad de relámpagos.

Sasha sacó una varita de su abrigo y con ella dió unos golpecitos en su sombrero del que se desprendió la vistosa pluma de Pavo Real que llevaba y flotó entre las celdas, subiendo por las escaleras y deteniéndose frente a una celda.

De repente una mano la cogió y la metió en lo profundo de la celda. Sasha, con la misma serenidad que antes caminó hacia las escaleras, subió, y parándose frente a la misma celda, dirigió una exclamación:

–¡Aduccio!

Repentinamente, como una cadena dorada envolvió al sujeto que estaba dentro y lo golpeó contra la verja. E instintivamente soltó la pluma de Pavo Real.

–Estás sentenciado a muerte, no les importa que te deje un poco magullado.

Ella alzó su varita, seguido a eso las cadenas desaparecieron y la celda se abrió. Uno de los oficiales se acercó a Sasha y ofreció escoltarla, pero ella se negó. Entró a la celda y se sentó en una mesa cuadrada que había ahí dentro.

–Te recuerdo que aquí tu magia está suprimida, y lo mas prudente es que hagas lo que te pido.

El sujeto se dió media vuelta, se frotó el rostro y la miró a los ojos. Ella casi podría jurar haber visto esos ojos antes, pero no había conocido al temible criminal hasta entonces. El tenía alrededor de 34 años, un largo cabello negro que parecía no haberse cuidado en años, su rostro era afilado, y una larga barba negra cubría el tercio inferior de su rostro, a penas dejando ver sus labios a penas esbozando un gesto, una nariz ancha y chata, una frente ancha y dos cejas pobladas, pero lo que más llamó su atención eran ese par de profundos ojos negros donde solo alcanzaba a verse ella. Sin ninguna otra gracia, solo esos ojos inexpresivos que no revelaban nada. Y por un momento se quedó absorta viéndolos, cuando el pronunció unas pocas palabras:

–Qué mas da, diga lo que diga van a matarme.

Su voz era tan ronca que parecía no haber hablado en décadas, pero solo llevaba cinco o seis años encerrado. Sin contar que estuvo huyendo otros cuatro o cinco años de la ley.

–Usted mejor que nadie lo que sucedió hace catorce años, cuando El que no muere volvió...

Sasha pusó sus manos sobre la mesa, dando a entender que no se iría hasta obtener respuestas. Por su parte, el sujeto caminó lentamente hacia la mesa y se sentó frente a ella, y pudieron verse claramente el uno al otro.

Sasha tendría entonces 27 años, su tez blanca y largos cabellos negros perfectamente recogidos bajo su sombrero de bruja superior, además de sus impenetrables ojos grises la hacían lucir sobria e inquebrantable. Y necesitaba serlo, porque se trataba de la única bruja capaz de entrar a un sitio tan peligroso como San Agustín, para obtener información de un prisionero de alto riesgo que anteriormente habría matado con un movimiento de muñeca a 50 brujas y hechiceros...

–...Alan Parker...

Éste se sonrió bajo su frondosa y desaliñada barba. Como si le diera gusto que pronunciaran su nombre.

–...Usted fue alumno en la prestigiosa escuela de ciencias carnales y mágicas O'Degeit, dónde aparte de ejercitar sus talentos clínicos, descubrió que era un hechicero; o que sangre mágica corría en sus venas, mas bien. En seguida asistió también al colegio Cove'val, donde decidió enfocar sus habilidades mágicas en curar a los enfermos, y... Combatir la muerte. ¿No es así?

–Tus ojos se iluminaron cuando dijiste ese nombre, O'Degeit ¿También vienes de ahí?

Sasha apretó la quijada y entrecerró los ojos, y de su varita resplandecía un brillo dorado, entonces espetó:

–Aquí quién hace las preguntas soy yo... Y un maldito traidor como tú no tiene el mínimo valor como para decir que viene de tan ejemplar origen.

Pero ya respondiste, y haré lo mismo yo –Dijo Alan con serenidad y la misma mirada profunda– En nada te has equivocado ¿Qué mas necesitas saber?

–Cuéntame todo lo que pasó antes de la Gran Guerra.

–Está bien, pero supongo que si me preguntas es porque vas a confiar en mi, además que no tengo por qué mentir.

Ella asintió con la cabeza y recorrió su rostro con la mirada.

–Pero para ello debo de contarte primero sobre El Gran Mito.

Hechicería y MedicinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora