la triste vida de Sara

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Sarabi era su nombre, pero todos la llamaban Sara... Sara la rata.

La abandonaron en un orfanato de mala muerte cuando aún era un bebé. Creció entre un sinfín de niños que iban y venían, pero a ella jamas la adoptaban. Los niños en el orfanato la llamaban "sara la rata" no por su pequeño tamaño o por que a media noche se escabullia a la cocina y comía las sobras cada vez que la celadora la dejaba sin cenar como castigo. No, le decían rata por su color de piel.

Sara era una persona muy solitaria, los otros niños no jugaban con ella siguiendo el ejemplo de María, la cuidadora principal del orfanato. Sara siempre había sido diferente y lo sabía muy bien, los otros niños no tenían reparo en recordárselo cada vez que tenían oportunidad.

"Esto no es para negras asquerosas"

Le decían siempre lo mismo, la misma palabra.

«NEGRA, NEGRA, NEGRA»

Y volvieron el color de su piel un problema, algo de lo que sentirse avergonzada.

«NEGRA, NEGRA, NEGRA»

Por ser diferente, menos hermosa, menos europea, menos elegible por los padres adoptivos. ¿Quién iba a querer una hija negra?

«NEGRA, NEGRA, NEGRA»

La descuidaron, apenas era una niña cuando se vio obligada a valerse por si misma, nadie lo haría por ella. Aprendió por que el único otro camino era la muerte o el salvajismo. Afortunadamente era inteligente, otra en su lugar no lo hubiera logrado. La escuela era opcional, la mayoría de los niños se saltaban clases pero ella las tomaba, el derecho a un almuerzo era un gran incentivo para asistir y la soledad y el aburrimiento bastaban para que ella se volcara de lleno en el estudio, sorprendida por su propio talento en lo académico.

Se escondía todas las tardes en la biblioteca publica para evitar a la celadora y volcó un mar de conocimiento en aquellas largas horas. Su mente era ágil y sus institntos de supervivencia estaban al tope de su capacidad. Supo cuando esconderse, cuando robar lo que necesitaba o como evitar una golpiza gratuita de la celadora. Sara era una maestra en el arte de esquivar momentos peligrosos, pero el miedo siempre estaba ahí, esperándola a la vuelta de la esquina.

Sarabi lo soportó todo por que a fin de cuentas no tenía otro lugar a donde ir. A sus 13 años, un buen día de Octubre fue adoptada por una familia clase media con otro hijo un año mayor. Tuvo esperanzas de tener una vida mejor, una con amor y cuidados, lamentablemente se equivocó.

La familia no la quería, la habían adoptado solo para cobrar los cheques del gobierno. Aún así sus nuevas circunstancias eran considerablemente mejores que las del orfanato, incluso tenía su propia habitación. Se trataba de un cuartito en el fondo donde anteriormente guardaban trastos viejos. Era un 2x3 en donde apenas entraba una cama y una mesita de luz, ni siquiera tenía un ventana, pero no importaba por que era todo suyo, su santuario.

Todo parecía favorecerla, claro que cuando las cosas empiezan bien, terminan muy mal. Este era el lamentable ciclo de la vida de Sara, solo que ella aún no lo sabía.

Pasó un año con aquella familia que lentamente mostraba sus verdaderos y perturbadores colores. Sara siempre había sido brillante, sus calificaciones eran excelentes, tanto que opacaban las mediocres notas del hijo biológico, por esta humillación la familia comenzó a tomarle desprecio lentamente. Se transformó en una sirvienta progresivamente, la madre abusaba de su poder dándole todo el trabajo posible, el padre había sido despedido, tomaba alcohol hasta altas horas de la noche para ahogar sus penas y descargaba sus frustraciones a golpes con su esposa, solo una vez logró levantarle la mano a Sara, al siguiente intento ella le quebró una botella en la cabeza. Sara era el tipo de persona que siempre intentaba resolver sus poblemas de forma diplomática, pero sabía perfectamente que algunas personas solo entendían el lenguaje de la violencia y no le daba miedo defenderse.

Llena de OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora