un bebé extraño

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Poco tiempo después del nacimiento de Alexandra, el rey confinó a la princesa al ala oeste del castillo principal. La reina murió trágicamente y su única hija había nacido, aún así el rey no visitó a la princesa ni una sola vez.

Los rumores recorrían el castillo a la velocidad de la luz y siendo un bebé, Alexandra podía escuchar todas las habladurías ya que nadie se preocupaba por ocultarle algo. Las cuidadoras de la princesa eran especialmente fanáticas de los chismes, la niñera Olivia era sumamente sociable y su red de información se extendía desde las cocineras hasta las mucamas de la mansión más recondita del reino, Cada chisme pasaba por sus manos.
Por otro lado, madam Adelei era una mujer mayor que aparentaba estar cansada del ajetreo del castillo, era quién cuidaba mayormente a la princesa mientras su compañera deambulaba con la escusa de buscar alimento para Alexandra. Cuando Olivia finalmente regresaba a su puesto de trabajo, ambas se sentaban y tomaban el té mientras Adelei se empapaba con emoción de todas las noticias que su amiga traía. Alexandra escuchaba atentamente los rumores, llenándose de la información que pudiera servirle en el futuro y descartando las nimiedades.
En aquella tarde, Olivia estaba particularmente emocionada.

— no sabes, me encontré con el primer ministro y lo noté muy molesto, tal parece que discutió con el rey muy acaloradamente...- A pesar de que era un dato bastante curioso, Adelei no parecía muy feliz — ¿que te ocurre, Ade? ¿No te interesa?

La mujer mayor dirigió su mirada preocupada a la tranquila Alexandra que solo estaba sentada en su cuna, observandolas.

— eso me pasa, no puedo creer que no lo hayamos notado hasta ahora.

Olivia estaba confundida, no comprendia lo que su amiga decía.

—¿te refieres a la pelea entre el primer ministro y el emperador? No teníamos forma de saberlo.

— ¿que? No, Oli. ¿no te parece extraño? — la mujer apuntó a la pequeña bebé, que abría y cerraba sus manitos, practicando para poder tomar cosas.

— ¿la princesa? Es normal ¿no?

La mujer se levantó y llevó de la mano a Olivia frente a la cuna.

— mirala bien, ¿alguna vez la has visto llorar?

Los ojos de Alexandra se sgrandaron por la sorpresa, lo que a su vez asustó a sus cuidadoras. Ambas compartieron la misma inquietud, la bebé parecía comprenderlas. Claro que la posibilidad de que una bebé pudiera entender sus palabras era simplemente imposible, así que descartaron la teoría de inmediato.
Sin embargo, la apreciación de Adelei era correcta, alexandra había llorado solo una vez y eso fue durante su nacimiento, algo que nadie había notado, todos incluida Adelei estaban inmersos en la pena por la trágica muerte de la reina.
Alexandra era muy extraña, solo se quedaba viendo a la gente sin ninguna reacción.

Para evitar cualquier contratiempo, la princesa había decidido fingir ser un bebé, no conocía este mundo pero sabía que en el suyo la hubieran tachado de un bebé poseído por el diablo si demostraba conciencia. Pero a pesar de sus recaudos, su actuación se cayó apedazos por un detalle tan simple y crucial a la vez. Se le había escapado ya que tenía un estricto horario de alimentación por lo que nunca tuvo la necesidad de llamar la atención, lo mismo ocurría con su higiene. Ni siquiera se le había ocurrido que una bebé lloraría solo por el simple hecho de querer hacerlo, claro que si llorara ahora de la nada sería demasiado sospechoso. Era bastante tarde para fingir ser un simple bebé y francamente no tenía ni la más mínima gana de poner su infantil energía en una tarea tan inútil a estás alturas. ¿Cuantos otros detalles más se le escaparían?
Mientras alexandra se debatía que debería hacer, las niñeras se asustaban aún mas.

— ¿y si algo no funciona correctamente? Tal vez esté enferma.

— deberíamos llamar al doctor real.

«Maldita sea, no estoy enferma solo soy rara»

No había forma de detenerlas, por lo que decidió dejarlo ser, ya encontraría la manera de demostrarles que era un bebé tan normal como cualquiera.

El doctor revisó a la princesa de pies a cabeza pero no encontró ningún desperfecto. Finalmente se determinó que quizás se trataba de algún problema psicológico, una "insensible patológica" la llamó. La teoría alarmó profundamente a Olivia y Adelei.

«Si este idiota es el doctor Real, dios no quiera que me envenenen o que necesite de alguna cirugía urgente»

Sin otras teorías posibles, las niñeras despacharon al doctor, quien les recomendaba pinchar los pies de la princesa con agujas cada dos horas para desarrollar su sensibilidad. Adelei tenía dudas, cada centímetro de su cuerpo le decía que era incorrecto, pero el doctor era alguien a quién debían creer.

Cuando la hora de inicier el tratamiento llegó, Adelei simplemente fue incapaz. ¿Como podría tener el estomago para lastimar la delicada piel de bebé de la princesa y hacerla sangrar? Deberían encarcelarla a perpetuidad por solo tener el pensamiento de cometer tal traición.

— no puedo.

— ¿Como que no puedes? Debes. El doctor lo ordenó. — Olivia era aoebas una muchacha desgarbada proveniente de una choza humilde. Ni en un millon de años alguien creería que ella sería capaz de hablarle de esa manera a la cabeza de una familia noble tan antigua como la Bourbon. Pero en esa habitación y con la salud de una niña en juego, cada instinto maternal que había adquirido en su corta vida como hermana mayor de seis niños, había despertado y dominado su cuerpo. — si no puedes yo lo haré.

Causar dolor a una criatura tan pequeña no le otorgaba ningun placer, de hecho le resultaba profundamente desagradable. Pero órdenes del médico era órdenes y ella no podía tomarse el lujo de ignorar la opinión profesional. ¿Cuantas veces en su vida habia tomado decisiones similares? Cuanto oe hubiera gustado tener un doctor de esa categoría cuando a su tercer hermano tuvo que curarle un pie infectado y supurado. Cuando su hermana contrajo escarlatina y casi la pierde. Siempre estaba ella, la mayor. Mientras sus padres trabajaban largas horas en la mansión kallcara, mientras ella se ocupada de cada niño en la casa antes de siquiera dejar de ser ella misma una niña. No, Olivia tenía temple y decisión, nada podía contra sus instintos, excepto por el respeto. Adelei se tranquilizó a si misma y le quitó la aguja de la mano.

— El por que no llora es un misterio, pero no torturaré a un bebé para saciar mi curiosidad... Nuestro trabajo es protegerla.

Olivia dejó sus impulsos de lado y reconoció que la princesa no se encontraba en riesgo. Solo era insensible, no habia heridas, escarlatina o peleas con otros niños. Perdió su mirada en la bebé que era tan pequeña, estaba bien alimentada pero aún así no conseguían que creciera ni un centímetro, no como sus hermanos que a pesar de que su dieta carecía de carne o leche, se habían desarrollado maravillosamente, incluso superandola en estatura.

No, Alexandra era una miñatura mimada y bien envuelta en seda que nisiquiera había abandonado su cuna y la comodidad de su almohadón de plumas.

Adelei tomó a la princesita en brazos y acarició su espalda con ternura. Las dulces palabras de la niñera conmovieron a Alexandra, jamás nadie la había tratado tan cuidadosamente, el abrazo de Adelei le brindó la sensación de protección que en su anterior vida escasamente le proporcionaron. Sin darse cuenta, las lágrimas brotaron de sus ojos como un torrente salado, un limpio y desesperado llanto de felicidad. Se aferró al sweter de su cuidadora con sus pequeñas manitos, deseando no separarse de ella jamás.
Olivia observó estupefacta el melancólico rostro de la princesa y cómo a pesar de la sorpresa, Adelei seguía abrazandola.

— está... ¡Llora, puede llorar!

Adelei frotó la espalda de Alexandra y le dio tiernos besos en la cabeza.

— Oh, cariño. ¿Esto querías? — esta vez se dirigió a Olivia — no es que no pudiera, necesitaba un poco de amor y muchos mimos... Como todo bebé.

Olivia se acercó al cuadro conmovedor y abrazó afectuosamente tanto a Adelei como a Alexandra. Las tres conformaron un improvisado nuvleo familiar, algo tan ajeno para Sara, por que por dentro ella seguia siendo Sara, no importaba si los demás la llamaban Alexandra o si construía una vida con ese cuerpo, por dentro ella siempre sería Sara la rata, lista para seguir juntando migaja tras migaja, todas las pequeñas cosas que la vida pudiera darle, incluido este momento.

Llena de OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora